Uno de los últimos en caer ha sido el Olmo de la Balsa, en El Bonillo. Su tronco, podrido por una grafiosis que lo fue carcomiendo durante dos décadas, fue arrancado el pasado 6 de octubre, cuando estaba a punto de cumplir un siglo de vida. Una vida que nació el 11 de marzo de 1920, de la mano del niño bonillero Manuel Vázquez que lo plantó en aquellas Fiestas del Árbol que promovió el Gobierno.