¿Qué puede salir mal?

ANTONIO PÉREZ HENARES
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El Gobierno, ya sin disimulo, ha dejado la política económica de España en manos de los populistas y el futuro de la nación, en las de los secesionistas

Si el futuro mismo de España como nación está cada vez más entregado y sometido a quienes quieren hacerla pedazos, ¿qué puede salir mal? Si el devenir económico y el mañana de todos nosotros está bajo la rienda y el auspicio de los profesores de Maduro, ¿qué puede salir mal?

 Desde las elecciones de 2015 esta posibilidad se cernió sobre nuestro horizonte. Estuvo entonces ya a punto de hacerse realidad, pero los comicios de 2016 parecieron alejarla. El temor a lo que el dirigente socialista Rubalcaba calificó como «Gobierno Frankestein» era entonces general y compartido incluso por muchas relevantes personalidades del PSOE. Si Pedro Sánchez lo intentaba sería su propio partido y la mayoría de sus diputados quienes se lo impedirían. Eso se decía y se tenía por bueno. El rechazo a semejante aberración parecía sólido, asentado en los principios y en la razón. Y así pareció ser. Incluso pareció seguir siéndolo cuando Sánchez regresó al poder en su partido. Aunque sus exhibiciones y proclamas sobre líneas rojas para lograr sus ambiciones habían sido tantas veces violadas, al menos, la de no pactar con los separatistas, explicitada con absoluta rotundidad y como promesa grabada en bronce tanto por él como por su mano derecha y artífice de su retorno, José Luis Ábalos, parecía que se mantendría, pues ello supondría la definitiva voladura de un socialismo constitucional y leal con el Estado.

 Pues bien, la primera ventana de oportunidad que se entreabrió hizo saltar por los aires todas esas presunciones. El líder del PSOE se coló por ella para asaltar el poder y, con Pablo Iglesias como enviado y urdidor del pacto para que no se notara demasiado la traición a la propia palabra y, dejemos ya los eufemismos, a la Nación, se llegó al acuerdo con los separatistas que habían perpetrado un continuado golpe de estado contra España. Como ultimo ardid, ¿lo recuerdan?, se proclamó solemnemente que se trataba «solo» de echar a Rajoy para de inmediato, «cuanto antes», convocar elecciones y que el pueblo español hablara y decidiera en las urnas el camino a seguir.