El CHUA puso en marcha en 2016 un estudio para justificar la necesidad de implantar un programa de detección del síndrome. Aunque lo importante es salvar la vida, los agresivos tratamientos que reciben los pacientes que pasan por la UCI hacen que sufran depresión, ansiedad y problemas de movilidad. En 2016 ingresaron en la UCI 616 pacientes.