La vida es sueño y el único que despertó fue Diego Ventura

PEDRO J. GARCÍA
-

El rejoneador portugués, en la corrida mixta, abrió la puerta grande tras realizar una templada y emocionante faena a un astado de la ganadería de Carmen Lorenzo

Ventura coloca una banderilla corta al violín. - Foto: ARTURO PÉREZ

La novena de abono trajo la mixta que se ha convertido en norma en los últimos años, con un rejoneador y dos diestros. En este festejo tienen más ventaja los toreros de a pie, porque el respetable que acude a la plaza, que ayer registró tres cuartos de entrada, es más favorable al toreo a pie que al rejoneo. Y con esos mimbres, el que mejor parado fue Diego Ventura, por lo que su actuación es doblemente meritoria, ya que si llega a actuar la tarde de rejones se lleva hasta el manso.

La vida es sueño, como la obra de teatro de Pedro Calderón de la Barca, estrenada en 1635 y perteneciente al movimiento literario del barroco, cuyo tema central es la libertad del ser humano para configurar su vida, sin dejarse llevar por un supuesto destino. Y así fue el reflejo en la plaza, porque el único que dio libertad a su arte, en este caso ecuestre, fue el rejoneador Diego Ventura, mientras que los dos diestros se dejaron llevar por un supuesto destino, el de los toreros que pululan entre las figuras y creen todo ganado con el nombre. Ayer, el que paró, templó y mando fue el jinete, en su segunda faena, de calidad y emoción, mientras que sus compañeros de a pie, como la obra de Calderón de la Barca, estuvieron más barrocos, excesivamente recargados de adornos. Y, para barroco, quién me iba a decir a mí, contrario a las corridas mixtas y poco amante del arte del rejoneo, que tendría que recargar lo bueno de la tarde en destacar al jinete, pero a uno no le duelen prendas, porque lo que hay que destacar es lo que sucede en el ruedo y ayer fue Diego Ventura el que puso la verdad sobre sus monturas en una gran faena a un gran toro de Carmen Lorenzo, que tuvo el premio de las palmas en el arrastre. El año próximo, tras ver a Ventura y a Galán, sólo pido que los junten a los dos la misma tarde, y si es con Hermoso de Mendoza mejor, porque crecerá la competencia y el ganador será el público presente en la plaza.

VENTURA TRIUNFÓ.. El rejoneador sacó ayer ventaja a los dos diestros, más ventajistas en su faenas, y no lo hizo porque siempre cabalgó sobre sus monturas, sino porque su rejoneo fue el que estuvo cargado de temple y de verdad, mientras que los dos de a pie fueron muy ventajistas, sobre todo con el toro más potable que tuvo cada uno de ellos.

Ventura se midió a dos toros de distintas ganaderías: uno de Los Espartales y otro de Carmen Lorenzo. Manso y sin entrega el primero, pero el jinete puso todo de su parte para templar las embestidas y conseguir encelar poco a poco al toro, destacando su labor a lomos de Nazarí, templando de costado y clavando las banderillas arriba y con ortodoxia, y dando emoción con Morante, que nunca se amedranta en la cara del toro. La pena para el jinete es que falló con el rejón de muerte y todo quedó en una ovación.

Mejor condición tuvo el de Carmen Lorenzo, al que realizó una labor con mucho temple, desde el recibo, garrocha en mano, con Cigarrera, hasta el remate, valga la redundancia, con Remate. Labor completa, marcada por el temple, como dejó patente con Oro, que dejó el regaló de dos recortes por los adentros que fueron dos verdaderos trincherazos, por la espectacularidad con Milagro, con el que dejó una banderilla al quiebro en la que no se pudo exponer más. Y con Remate culminó su obra, aguantando una eternidad para dejar un rejón de muerte contrario que necesitó de un descabello, que no le privó de cortar dos orejas, porque el público, como Ventura, despertó en tarde gris para dar colorido a los tendidos con sus pañuelos.

Enrique Ponce ya es conocido en Albacete como el ‘Rey de la lluvia’, porque la mayoría de las tardes en las que se anuncia en Albacete llueve, como ayer, aunque afortunadamente lo hizo una hora antes del festejo. Ponce es torero de Albacete y se le quiere. En su primera faena se midió a un sobrero de El Torreón, blando, sin fuerza, al que toreó a media altura, como en tantas faenas que al final termina metiendo en el cesto al toro, pero no fue el caso, porque el astado no paró de doblar y Ponce decidió finiquitar su labor sin alargarse más, con un pinchazo y una estocada, que le valieron para escuchar palmas.

Con el segundo de su lote, de Juan Pedro Domecq, que tampoco estuvo sobrado de motor, pero sí con más nobleza y manejable, Ponce realizó una faena templada, pero muy aliviada, con poco ajuste, siempre rematando hacia afuera. Se eternizó en tandas de muchos muletazos y poco calado, lo que le llevó a escuchar un aviso antes de ejecutar la suerte suprema, en la que estuvo desafortunado, con un bajonazo que le valió para cortar una oreja, ¡con petición de la segunda!

Iván Fandiño entró por la puerta de la sustitución y tampoco tuvo su tarde. Muy aliviado estuvo con los ‘juanpedros’ que le tocaron en suerte, desiguales de juego, y desigual él en su labor. Muy aliviado con el blando primero, que caía al suelo al bajarle la mano, y con más intensidad que toreo ante el que cerró plaza, siendo ovacionada su labor.