En un lugar de la URSS

EMILIO FERNÁNDEZ
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Casi 500 'guripas' de Albacete tomaron parte en la campaña del Este y combatieron contra el Ejército Rojo en Rusia

El 22 de junio de 1941, tropas alemanas cruzan la frontera rusa. Comienza la Operación Barbarroja, la invasión de la URSS por parte de la Wermacht. Dos días más tarde, el entonces ministro de Exteriores español, Ramón Serrano Súñer, pronuncia en Madrid un discurso que  pasa la historia por su título: «¡Rusia es culpable!» que se convierte en un auténtico eslogan para alentar a los jóvenes de la época  para que se alisten como voluntarios para ir a Rusia.

En la capital albaceteña, y según contaba Remigio Martínez, hermano de la periodista local Tita Martínez, un  grupo de jóvenes tomó «al asalto» las instalaciones de Radio Albacete  para animar a los jóvenes de toda la provincia a alistarse desde los micrófonos. El reclutamiento, a pesar de estas primeras efusiones, fue bastante organizado. Entre junio y julio, hubo varios mítines en Bonete, Montealegre, Minaya, Tarazona, La Roda, Yeste, Elche de la Sierra, Almansa, Villarrobledo y la propia capital.

El primer contingente de Albacete pasó por una selección, tal y como reflejan las cifras.  Hacia finales de julio del 41, se habían alistado 984 voluntarios; de éstos, salieron 329 para Valencia y, de éstos, salieron 275 para Rusia.

Durante toda la campaña rusa, los divisionarios albaceteños llegarían a ser algo menos de  500, ya que los primeros reemplazos fueron sustituidos, con nuevos reclutas, de forma rotatoria.

El perfil más común de los  voluntarios era el de jóvenes de clase media, de entre 20 y 25 años, educación católica e ideario anticomunista. La mayoría eran estudiantes,  muchos del SEU (Sindicato Español Universitario).  

No obstante, ése era el perfil predominante, pero no el único. Se alistaron obreros, campesinos , profesionales de diversos tipos y funcionarios. En éste último grupo, también estaba un miembro de la Corporación municipal de Albacete, Pedro Lamata.

En cuanto a su origen, eran de toda la provincia, pero el mayor contingente, por el puro peso de la demografía, procedía de la ciudad de Albacete.

Es preciso señalar que la formación de unidades de voluntarios para ir al frente del este no fue una particularidad española, también hubo unidades de voluntarios franceses, noruegos, daneses y belgas.

Lo que si fue una particularidad fue la fórmula elegida, una división de voluntarios con mandos españoles, sometida a las ordenanzas militares hispanas e integrada en la Wermacht, esto es, en el ejército regular alemán, no en las Waffen SS, donde estaba la mayor parte de los otros voluntarios europeos.

DOLOR DE PIES. De sus primeros meses en la División Azul, la experiencia que más citan muchos veteranos no es la gran despedida en Madrid, a finales de julio, ni el breve período de instrucción en la base militar de Grafenwöhr, localidad bávara situada cerca de la frontera checa. Lo que más recordaban de esos primeros tiempos voluntarios como Gabriel Molina, de Hoya Gonzalo, era el dolor de pies.

Para llegar al frente, los españoles tuvieron que hacerlo a la napoleónica, caminando una distancia equivalente a la que hay entre Albacete y La Coruña, casi 1.000 kilómetros, y en medio de un país devastado por la guerra.

A principios de septiembre, los divisionarios llegaron a la frontera de Prusia Oriental, hoy parte del norte de Polonia. Además de los hombres, había 6.000 caballos, casi 1.000 vehículos y medio centenar de piezas de artillería. Por cierto, la mayoría de los albacetenses estaban destinados, precisamente, en las unidades artilleras.

Esperaban subirse a un tren que les condujese al frente, pero no había trenes ni camiones esperando por ellos. Tardaron casi dos meses en llegar a Minsk, en la actual Bielorrusia.

El recorrido, además, estaba plagado de peligros, pues atravesaban zonas en las que los combates habían sucedido hace poco. El primer caído albaceteño se produjo durante esta larga marcha; fue Gaspar Pérez, de Barrax, a causa de una bomba abandonada.

Llegaron machacados. Y las condiciones de su llegada fueron el origen de uno de los mitos de la División Azul, el de los «indisciplinados españoles», bravos combatientes, pero ajenos a toda idea de orden u organización. Esta leyenda nace de los informes de varios oficiales  alemanes que se toparon con las columnas de españoles  a su llegada, ignorando las circunstancias que habían rodeado su larga marcha.  En poco tiempo, los mismos a  los que tildaron de «andrajosos» en sus informes les harían cambiar de opinión.

EL PASO DE VOLCHOV. En octubre del 41, le encomendaron a la División 250 de Voluntarios Españoles  una difícil misión, cruzar el río Volchov y establecer una cabeza de puente en la orilla rusa.

A bordo de pequeños botes neumáticos, soldados del Segundo Batallón del Regimiento 269 cruzan el cauce en silencio, sin apoyo, en un punto donde el río tiene un caudal de ‘sólo’ 300 metros. Desembarcan, toman la posición -un puesto de observación  de la artillería soviética- y rechazan el primero de los contraataques rusos.

La acción le vale a la unidad la primera de muchas menciones por parte del Alto Mando Alemán y la imposición de las primeras cruces de hierro, en un acto al que asistió el agregado militar de la embajada  española en Berlín, teniente coronel Roca de Togores, descendiente directo de Mariano Roca de Togores, nuestro Marqués de Molins.

Los españoles se mantuvieron en sus posiciones hasta el 7 de septiembre y aguantaron todos los intentos de desalojarles por parte del Ejército Rojo.

En su primera gran intervención en el Frente Oriental, la División Azul tuvo 139 muertos y 434 heridos, además de 79 bajas producidas por el frío, por casos de congelación extrema.

Poco antes del final de las operaciones en este sector, cayeron  Dionisio Acebal y Luis Badía, a manos de un francotirador. Actualmente, sus restos reposan en el cementerio militar de Pankovska, en las inmediaciones de Novgorod. Acebal es, precisamente, el primero de la lista.

EL LAGO ILMEN. El 10 enero del 42, los 206 hombres de la Compañía de Esquiadores de la División 250 , liderados por el capitán José Manuel Ordás, atraviesan el Lago Ilmen, en la provincia de Novgorod; entre ellos, va un albaceteño, Rafael Tarruella.

Su misión es salvar a medio millar de alemanes que están cercados en la aldea de Vswad, a orillas del Lago Ilmen. En teoría, debían cruzar la lámina de hielo en ocho horas; en la práctica, con ventisca y temperaturas de entre 40 y 50 grados bajo cero, se tardaron 24. Cuando contactan con los alemanes, la mitad de los hombres padecen graves síntomas de congelación. A pesar de ello, cumplen con la misión y permanecen en el sector que se les ha asignado hasta el 25 de enero.

De los 206 hombres que habían iniciado la misión, al final  sólo quedan 12 en condiciones de combatir. La compañía de esquiadores no se vuelve a constituir; Ordás reciba la Medalla Militar Individual, la unidad recibe la Medalla Militar Colectiva y los alemanes condecoran a 32 de sus integrantes con la Cruz de Hierro.

Tarruella es uno de los que sobreviven; regresa a Albacete en junio de ese mismo año.

EL 'MIÉRCOLES NEGRO'. En febrero del 43, la División 250 estaba en otro destino, los arrabales de Leningrado, como parte de las tropas que asediaban la ciudad.

Un mes antes, los rusos habían logrado abrir un corredor terrestre para abastecer la ciudad. Pero  era muy estrecho, y el mejor general de Rusia, Gueorgui Konstantínovich Zhúkov, diseñó la Operación Estrella Polar para abrirlo más.

La idea era la misma que se había usado en Stalingrado unos meses antes para cercar al VI Ejército alemán; buscar un lugar en el que hubiese tropas no alemanas, romper el frente por dicho punto y embolsar a las tropas del Eje.

El sitio elegido se llamaba Krasny Bor, y estaba defendido por 6.000 españoles. Contra ellos, y tras un bombardeo de saturación de tres horas, se lanzaron 33.000 soldados soviéticos apoyados por 100 tanques.

La descripción que hacía Amado Giménez, de La Gineta, de la masa humana que se echó encima de su compañía, la 10/262, fue la de una «horda» de miles de pequeñas manchas blancas, soldados rusos en uniforme invernal.

Giménez fue, no obstante, de los afortunados. Al mediodía del  10 de febrero, recibió un disparo que le inutilizó la mano; al caer la noche, fue evacuado a Mestelewo, a un hospital de campaña y, de ahí, a Vilna, en Lituania.

Menos suerte tuvo José Ruano, de Almansa. Estaba en una zona conocida como ‘El Trincherón’, que soportó tres asaltos consecutivos de los rusos, llegándose al cuerpo a cuerpo aunque, en sus recuerdos de guerra, dice que lo que más miedo le daba era el ulular continuo de los lanzacohetes conocidos como ‘órganos de Stalin’, capaces de borrar del mapa pelotones enteros.

En esa zona, pequeños grupos, como los de los capitanes Palacios u Oroquieta, lucharon completamente rodeados, en un combate más propio de las trincheras de la Primera Guerra Mundial que de la Segunda.

Ruano estaba en uno de esos  focos de resistencia cuando recibió un impacto de metralla. Dado por muerto, cae prisionero de los soviéticos. Le esperaban 11 años de cautiverio en el gulag. Idéntico destino corrió Elviro Fajardo, de Lezuza, asistente personal del capitán Oroquieta y uno de los 13 supervivientes de su posición.

En 24 horas, durante el ‘miércoles negro’, la División pierde cerca de 2.500 hombres, entre muertos, heridos y desaparecidos, pero la línea del frente no se rompe.

El Ejército Rojo acaba por desistir, tras sufrir 10.000 bajas. Es  uno de sus pocos tropiezos desde Stalingrado, y será la última vez que el Eje frenará en seco al mítico Zhúkov.

ACO FINAL. Después de Krasny  Bor, el frente se estabiliza en el sector español. Hay algunas acciones más de guerra en marzo y octubre del 43, pero sin llegar a la intensidad del ‘miércoles negro’.

Pero, en España, las cosas cambian de forma acelerada. En mayo, Franco anuncia el fin de la política de «no beligerancia» y el inicio de la «neutralidad» ante el avance de los aliados en todos los frentes. En septiembre, se decide la repatriación de la División 250 que se va haciendo en fases hasta la disolución oficial de la unidad.

Aún quedarán en Rusia unos 2.000 españoles, como parte de la Legión Azul. Entre ellos, no consta que haya ningún albaceteño.

En algo más de dos años, 38 albacetenses habían dejado su vida en la taiga.