Cremilde Fabo: «Todos los partidos me llamaron para ir en sus listas»

A.M.
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«Cuando creamos las asociaciones de amas de casa, las mujeres estaban infravaloradas»

Madre de dos hijas y dos hijos y abuela de cinco nietos. Terrateniente consorte, profesora de formación político social, experta docente en la preparación de oposiciones, primera vendedora de tupperware de Albacete. Cremilde Fabo ha sido mucho más que la presidenta de la Asociación Provincial de Amas de Casa, Consumidores y Usuarios (Apaccu) Los Llanos de Albacete. Si bien es cierto que su máxima popularidad la alcanzó al ocupar este cargo. Su vida no ha sido un camino de rosas, aunque a sus 82 años se la ve feliz y muy sonriente. Cremilde Fabo ha sido una mujer muy avanzada, defensora de los derechos femeninos y una convencida de la igualdad. Gracias, fundamentalmente, a que esta mujer fue muy querida y respetada por dos importantes hombres de su vida: su padre, que siempre le animó a ser ella misma, y su marido, que siempre respetó sus deseos, sus sueños y su forma de ver la vida.

¿Cómo es que trabajaba en el momento de asociarse a Apaccu?

Yo aprobé Magisterio con un 10 y antes de casarme ya trabajaba en la docencia. Cuando me casé dejé de trabajar, que era lo que ocurría antes. Pero una problema económico familiar me obligó a volver al trabajo para sacar a mi familia adelante. Mi marido, hundido como estaba por la tragedia económica, fue capaz de salir del agujero. Empezó a estudiar oposiciones y logró una plaza de funcionario en el Ayuntamiento.

¿Qué la animó a meterse en la Asociación de Amas de Casa?

Las asociaciones de amas de casa surgen en España en la década de los 60 por la Sección Femenina, que fue la que nos invitó a una reunión a las mujeres que habíamos estado colaborando en cátedras y habíamos hecho voluntariado. Recuerdo que vino Carmen Verbo Sánchez, delegada de la Sección Femenina de Murcia. Yo venía del voluntariado. Toda mi vida he luchado por la gente. Con solo 10 años ya daba catequesis. Así que decidí formar parte de la Asociación porque entendía que teníamos que sacar a las mujeres de la apatía que estaban viviendo y teníamos que luchar contra la poca libertad que tenían en sus hogares.

¿Compaginó la asociación con su actividad laboral?

Durante algunos años sí, pero yo solo era socia. Al poco de morir Franco eliminaron la formación político-social que yo impartía. Esto coincidió con un accidente que tuve con mi marido, en el que murió. Casualmente, todos los profesores fueron subrogados, menos tres en toda España, entre los que me encontraba yo.

¿Sabe por qué?

No, nunca lo supe.

¿Qué pasó?

Vivimos un año en blanco, pero luego mi hija mayor, Concha, empezó a trabajar como enfermera.

¿Y tuvo más tiempo para la Asociación de Amas de Casa?

Yo estuve en la asociación como socia durante muchos años. Organiza viajes, charlas, conferencias, encuentros... Luego pasé a la junta directiva, fui vocal de estudios y de muchas cosas más. Fue Matilde Masiá, mi antecesora, mujer de José Serna, quien me propuso para la presidencia y, aunque al principio no quería, finalmente me presenté porque no me importaba trabajar por el colectivo. Todo lo contrario. Siempre me ha gustado trabajar por la mujer. Para mí ha sido una delicia.

¿Cuál fue su principal reto?

Mi propósito fue acceder a la presidencia para avanzar en muchas cosas que teníamos por delante. Teníamos que conseguir que las mujeres se hicieran con sus vidas. Estaban infravaloradas, te contaban unas cosas brutales, especialmente las de los barrios.

¿Recuerda alguna anécdota de los primeros años?

Recuerdo el primer viaje que organizamos a las Lagunas de Ruidera. Era pasar un día allí, pero las mujeres estaban preocupadas por lo que fueran a decir sus maridos y por quién les iba a hacer la comida. Les aconsejé que se la dejaran hecha por la noche. Al día siguiente habíamos quedado a las 7 de la mañana y media hora más tarde no había llegado nadie. El viaje se tuvo que suspender y al día siguiente, en una reunión que tuvimos, me di cuenta de que estaban acomplejadas, asustadas, no se atrevían a salir de sus casas. Entonces decidí que había que invitar a los maridos a los viajes para que no tuvieran problemas. A la semana siguiente se llenó el autobús.

¿Por qué se le ocurrió añadir la defensa del usuario y consumidor?

Porque por los años 80, la mujer ama de casa era la única consumidora de los productos de primera necesidad. Pero estaba completamente desinformada e indefensa frente a los abusos que se cometían. Creamos el servicio jurídico con la contratación de dos abogados. Pero antes de que esto llegara creamos las asociaciones de amas de casa de los barrios y de la mayoría de pueblos. Me pateé toda la provincia. José Serna decía de su mujer que era cada vez más presidenta que ama de casa, porque nunca estaba en casa. A mí me pasaba lo mismo. Primero creamos las asociaciones de los barrios, después las de la provincia e incluso participamos en la creación de las asociaciones de Cuenca y Ciudad Real.

¿Qué cree que aportó el movimiento de las amas de casa?

Lo he meditado en muchas ocasiones. Pensando en la cantidad de cosas que hemos hecho, creo que sin esta asociación no habríamos sacado a las mujeres de la ignorancia. Solo el hecho de organizar viajes fue como liberarlas de su casa y de su entorno. La asociación supuso para muchas mujeres una válvula de escape del mundo en el que vivían. En una ocasión, un conocido psiquiatra recomendó a un grupo de mujeres que no siguieran medicándose y buscaran a Cremilde porque las iba a sacar adelante. La asociación fue para muchas una liberación.

¿Cómo se organizaban?

Por entonces, los miembros de la junta directiva no cobrábamos nada. Teníamos una secretaría que le pagábamos un sueldo con las subvenciones que recibíamos.

¿Se consideró escuchada por los partidos políticos?

Sí, por todos. José Bono me quería mucho y me respetaba. Recuerdo que vino a la clausura del congreso en el que yo me despedía. No se creía que yo dejara la presidencia. Me insistió varias veces. Al final me leyó una cosa preciosa.

¿Cuál cree que fue su principal reivindicación?

Uno de los propósitos de las asociaciones de amas de casa fue que se reconociera como profesión, se concediese un salario o, como mínimo, se garantizara una pensión en la jubilación. Me hubiera gustado mucho conseguirlo, nos quedamos cerca. Nos reunimos con el padre de Ruiz Gallardón, José María, que era ministro de Franco. Me fui a Madrid a una reunión y allí me enteré de que las asociaciones de amas de casa del País Vasco habían conseguido un sueldo para sus compañeras. En plena negociación, el ministro falleció de forma repentina y ahí terminó todo.

Y a nivel más cercano, ¿fue correspondida por los gobiernos municipales?

Todos me han mostrado mucho respeto, pero para mí, el que más talla de alcalde tuvo, fue Salvador Jiménez. Fue un alcalde absolutamente especial. Sin duda es el que más he querido. Salvador cogió la alcaldía en un momento en el que la ciudad, sencillamente, no funcionaba. Y creo que lo hizo muy bien. También José Jerez se mostró conmigo muy cariñoso y simpático. Mi relación con los políticos siempre ha sido buena, de hecho, todos los partidos me llamaron para ir en sus listas electorales.

¿Todos?

Por entonces, PSOE, PPy UCD porque, claro, yo podía arrastrar a muchas amas de casa. Siempre me negué, no quería participar en política porque la política solo es el juego de cuatro a favor suyo y en detrimento del resto. Yo quería tener libertad de movimiento y de decisión, no quería rendir pleitesía política a nadie.

Uno de los puntos de encuentro más importante de Apaccu es la Feria. ¿Se considera feriante?

Me ha gustado mucho la Feria, pero estar todos los días allí durante muchos años también me agotó. Nos juntábamos todos los días a la hora del aperitivo. Las mujeres que venían de los pueblos habían cocinado ellas mismas su gastronomía típica y los stands del Recinto Ferial nos regalaban vino, queso, café... Lo pasábamos muy bien.

El 22 junio de 1999 dejó la presidencia, ¿por qué?

Lo dejé porque no me encontraba bien físicamente. Me costó mucho dejarlo, dado que no había mujeres que quisieran asumir la presidencia. Las cinco presidentas de barrio no quisieron, a pesar de que tenían mucha capacidad, pero se negaron a asumir la presidencia si yo lo dejaba.

¿Se sintió sola?

Sí, claro que me sentí sola, socialmente hablando. Estaba acostumbrada a estar rodeada y acompañada de mujeres. Es verdad que las bases nunca me han olvidado y que todavía hoy me ven por la calle y me saludan, se acuerdan de mí.

¿Se considera feminista?

Yo me considero una mujer que lucha con, por y para las mujeres.