El Gran Hotel

Elvira Valero
-

Es dado de alta en la contribución industrial y de comercio el día 1 de septiembre de 1917, a efectos fiscales figura como 'Fonda, Café y Restaurante', su explotación corrió a cargo de Federico Sánchez Maniero

Uno de los edificios más representativos de la ciudad es, sin duda, el Gran Hotel, confluyen en él muchas características a resaltar:

Es la única empresa que permanece a lo largo de sus cien años en el mismo lugar y con la misma explotación comercial con la que fue creado. Fue proyectado en 1915 por el arquitecto Daniel Rubio a instancias de Gabriel Lodares Lossa. Fue inaugurado en 1917.

Es señal del comienzo del eje más emblemático (urbanísticamente hablando) del Albacete de principios de siglo XX: la calle Ancha, reformada y realzada como vía que comunicaba la antigua estación del tren con el parque. Su ubicación asombraría al viajero que recién llegado a la ciudad, y tras caminar por el esplendoroso paseo de Alfonso XII, se encontraría con él de frente, en la plaza del Altozano (otro lugar singular) como presagio de la modernidad de una ciudad en ciernes. Un hotel moderno al estilo de los grandes y lujosos hoteles que ya existían en Madrid, Barcelona, San Sebastián y otras ciudades europeas.

 La situación geográfica de Albacete determinó la necesidad de hacer frente al paso y hospedaje de mercaderes, trajinantes, soldados, correos, ganados, carreteros, peregrinos,  viajeros, turistas… y un sinfín de personas que por profesión, ocio o necesidad han necesitado alojarse a largo del trayecto albacetense.

Desde épocas medievales existieron en Albacete paradores y mesones -no mencionamos las ventas, pues éstas son propias de los caminos pero no del interior de las poblaciones-. En el siglo XV ya tenemos constancia de la existencia de un mesón en la plaza Nueva (actual Mayor) lugar habitual del mercado y sitio transitado gracias a la calle Mayor, llamada ‘la principal de la villa’ en el siglo XVI.

Otros mesones se situarían en las vías principales de entrada y salida a la población: calle Zapateros, calle San Antón (hubo tantos que llegó ser denominada como calle de los ‘mesones’). En el eje de la Puerta de Chinchilla (plaza de las Carretas) y en su extremo opuesto, en la salida hacia La Gineta, tenemos constancia ya desde 1571 de la existencia de algunos en la calle de San Sebastián y en la calle de Santa Catalina (actual Paseo de la Feria), zona de la que partían varios caminos, el más importante el de Balazote.

Con el tiempo, los mesones, en los que sólo se ofrecía hospedaje a las personas -pero no comida- y cebada y paja a las caballerías, progresaron y surgieron otros establecimientos de superior categoría, nos referimos a las posadas.

Un despacho del Corregidor de Murcia del año 1751 obligaba a todas las ventas, mesones y posadas que se encuentran en el camino de la Corte de Madrid a Murcia, Alicante y Valencia a mejorar las pésimas condiciones de hospedaje, al parecer, comunes a todo el territorio de España. Por estar Albacete ubicada en el citado trayecto debió cuidar que todos los mesones, posadas y ventas construyeran habitaciones adecuadas con camas limpias, sillas, bufetes y cuadras suficientes para la multitud de carruajes y caballerías que continuamente andaban por la citada carrera. Especialmente se incidió en que los mesones dispusieran de productos básicos como pan, vino, aceite, vinagre, sal, agua y arroz. Para las caballerías, cebada, paja y agua.

Así llegamos a 1879 en que a través de la documentación de Hacienda (contribuciones) comprobamos que  se suman a los tradicionales mesones las fondas y casas de huéspedes. Con la llegada del ferrocarril a Albacete la afluencia de viajeros creció, apareciendo una nueva clase de comerciantes, funcionarios y hombres adinerados con ganas de conocer mundo, que reclamaban un nuevo tipo de hospedaje, viajeros que eludían la anterior convivencia con campesinos, trajinantes y gentes de toda condición. Así es como aparecen las casas de huéspedes o pupilos, las fondas y los hoteles.

La expansión de una nueva zona urbana en Albacete que irradiaba desde la misma estación del tren, a cuyo lado se situó la carretera de Madrid-Valencia atrajo hacia sí nuevos establecimientos con mayor confort. La primera fonda conocida es la de Francisco Zornoza en la calle Alfonso XII, corría el año de 1879  y ascendían a 23 el número de hospederías que se registraban en nuestra ciudad. En 1889 aparecen dos nuevas fondas, una más en la calle de Alfonso XII, regentada por Francisco Sánchez Nieva y otra en la Estación, titular don Miguel López Martín. Todas ellas encuadradas en tarifas fiscales más altas que las de los mesones, éstos quedaron establecidos en las calles menos importantes: Puente,  Carnicería, Estación,  Estrella, Luna, San Antonio, Tinte, Feria,  Mayor y Extramuros. Y, por último, en la categoría más baja, las casas de huéspedes en San Agustín, Gaona, Salamanca,  y Mayor.

Las fondas ofrecían como novedad la mesa redonda, comida en común y tertulia entre los huéspedes. La casa de huéspedes era un negocio familiar que también ofrecía alojamiento y comida, en ellas, el sueño contrataba la habitación o parte de ella y ajustaba el precio, todo más económico y con menos servicios en el alojamiento que el ofrecía una fonda.

El Gran Hotel es dado de alta en la contribución industrial y de comercio el día 1 de septiembre de 1917, a efectos fiscales figura como ‘Fonda, Café y Restaurante’, su explotación corrió a cargo de Federico Sánchez Maniero, quien en 1918 lo traspasa a Victoriano García. En 1919, José García Herráiz, concesionario de la ‘fonda’ incrementa la categoría de ésta a “hotel” tal y como figura en el libro de matrícula de la contribución.

Inauguración. Su inauguración se difundió en la prensa local con esquelas publicitarias, así La Opinión, el 23 de agosto de 1917,  daba cuenta de la inauguración que se llevaría a cabo el día 1 de septiembre para que tanto el pueblo de Albacete como los forasteros encontraran, con motivo de la Feria, todas las comodidades de un «Hotel de primer orden (...) Con cocina francesa y española». No fue el único edificio de ocio del que se pudo maravillar la ciudad, la plaza de toros nueva también inauguró su coso  en aquel año.

El 8 de septiembre de 1917 El Defensor de Albacete narraba la apertura del café del Gran Hotel que se había realizado la mañana del día anterior, «sin carácter de ostentación» pero con toda clase de comodidades y servido por doce camareros. La inauguración oficial, con todo el esplendor que merecía, no se pudo llevar a cabo debido a las huelgas.