Cábalas de otoño

Antonio Pérez Henares
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El pulso secesionista se avivará en la Diada y el 1-O, y Sánchez deberá ejercer de presidente y cumplir con España y la Constitución o hacer dejación traidora

Discurre el mes de agosto con una cierta galbana política que solo se sobresalta con alguna de las sandeces, que ella supone ideas, de la incontinente Carmen Calvo, los ansiosos intentos de su jefe, Pedro Sánchez, por colgarse medallas de lo que sea, ten cuidado Albert Rivera que te ha salido competencia, aunque este segundo spot con el Aquarius le ha salido más bien por la culata, y los esfuerzos de la televisión gubernamental porque no se hable ni palabra de los enchufes y titulaciones cortitas de su mujer, Begoña Gómez, y que no dejen ni un instante de hablar de lo de Casado. 

Los sobresaltos fuertes llegarán en otoño y vendrán por Cataluña. De hecho, los actos del aniversario de los atentados en Cataluña, con la presencia del Rey Felipe VI al que los separatistas han convertido en el objetivo preferente de sus odios, solo ha sido el preámbulo de lo que se prepara y que va a marcar y decidir muchos futuros. Ahí se jugarán, al tiempo, las verdaderas posibilidades de Pedro Sánchez y de ello dependerá, más de ninguna otra cosa, que su estancia en La Moncloa sea poco más que un sarpullido. 

Hay días ya claves, marcados en el calendario, el 11 de septiembre, la Diada, y el 1 de octubre. Los secesionistas echarán ahí buena parte de la carne que piensan poner a asar. Pero eso debe concluir después en hechos tangibles. En su senda, la deriva de la confrontación es inevitable, la presión del huido Carles Puigdemont se recrudecerá y habrán de explicitar de manera definitiva su desafío. Un órdago que lleve al presidente del Gobierno a ejercer de tal y a cumplir con sus deberes para con la Constitución y con España o a hacer dejación traidora de ellos. Ese será el día D y la hora H. Eso es, al menos, lo previsto. También desde la propia Moncloa.