En busca del mojón perdido

MAITE MARTÍNEZ BLANCO
-

Brigadas topográficas recorren los 248 kilómetros de la línea fronteriza entre la capital y sus 15 pueblos vecinos para dar coordenadas GPS a los viejos mojones señalados hace 144 años

Tropezarse en mitad del campo con un mojón es casi un tesoro para las brigadas de topógrafos del Servicio de Delimitaciones Territoriales del Instituto Geográfico Nacional (IGN) que estas semanas rastrean el término municipal de Albacete para dar coordenadas GPS a los mojones con los que hace siglo y medio se levantó acta de la línea límite, la frontera, que separa la capital de los 15 municipios vecinos.

Su objetivo es poner fin a la caótica situación actual, derivada de la existencia de distintas versiones de los límites municipales, incoherentes entre sí y que son el origen de un gran número de litigios.

Lo que se pretende es dejar claro cuáles son los límites fronterizos y así prevenir nuevas disputas por el cobro del IBI de determinadas construcciones o por los ingresos económicos que dejan parques eólicos y otros aprovechamientos de montes. En este proyecto trabajan de la mano el Instituto Geográfico Nacional, que en la región dirige Juan José Peces, y la Junta de Comunidades, a través del Centro Cartográfico de Castilla-La Mancha. «No se trata de trazar nuevos límites, sino de volver a dibujar aquellos que definieron nuestros abuelos», trata de explicar Manuel López Castro, jefe del servicio de cartografía autonómico, transmitiendo un mensaje tranquilizador: el término municipal es el que es, el que se definió en su día y ahora no se pretende modificar, sino recordar por dónde discurren las líneas jurisdiccionales que separan un municipio de otro.

Bárbara Domingo y Marisa Gutiérrez son dos de las ingenieras topógrafas que el IGN ha mandado a tierras albaceteñas para hacer esta particular búsqueda que empieza mucho antes, en el despacho. Sobre la mesa, despliegan las actas de deslinde de la ciudad de Albacete firmadas en 1871, documentos históricos que atesoran los archivos del Instituto Geográfico y que ahora han sido desempolvados  para conocer la ubicación de cada uno de los mojones que señalan los límites municipales. Aunque la validez jurídica la tiene el acta, para los técnicos son de mayor utilidad los cuadernos del levantamiento topográfico donde sus colegas, hace 144 años, valiéndose de las técnicas clásicas de topografía dibujaron estas líneas de término y marcaron rumbos y distancias para localizar estos mojones. «Algunos de estos cuadernos están firmados por Ibáñez de Íbero», dice con cierto orgullo Domingo, no es para menos, pues trabajan con documentos que llevan la rúbrica del militar y geógrafo que fue el director del Instituto Geográfico.

Tras estudiar estos viejos documentos y hacer alguna que otra indagación en fotografías aéreas, unas antiguas como las que dejó el aviador Ruiz de Alda a mediados de siglo pasado, otras más recientes como las capturas del Plan Nacional de Ortofotografía Aérea (PNOA), la brigada topográfica sale al campo. Su exploración no siempre resulta fácil. Mojones desaparecidos con el paso de los años, otros ocultos bajo vegetación, caminos cortados al paso y ubicaciones casi inaccesibles, son el pan de cada día de los técnicos que no pueden ocultar una sonrisa cuando, al fin, encuentran esa preciada señal que viene descrita con total precisión en el cuaderno que sus colegas redactaron con pluma hace siglo y medio.

No es para menos. Recorremos el camino en busca de uno de los 263 mojones que delimitan los 1.125 kilómetros cuadrados que abarca la superficie municipal de la capital. El objetivo hoy es localizar uno de los 23 mojones que marcan la línea límite entre la Albacete y Pozohondo, en concreto, el número 18. El acta hace constar que es «un pilar de mampostería, ubicado en la Cañada Honda, en la linde de las tierras de don Tadeo Barrionuevo y que dista del anterior 1.463 metros con cero centímetros». En su todoterreno, la brigada topográfica se adentra por los caminos llenos de barro, guiados por su GPS y las averiguaciones previas hechas en el despacho.

Un tractorista que labra las tierras cercanas se interesa por esta singular visita. La topógrafa le informa, «¿sabe que por aquí pasa una línea de término?». El hombre no sabe nada del susodicho mojón, -«llevo solo dos años por aquí»-, pero conoce que las tierras que labra están en la frontera, «al otro lado del camino ya no es Albacete, es Pozohondo», señala este agricultor. Tras cruzar una parcela de tierra abandonada, entre la vegetación, aparece el mojón 18. Ahí está, junto a un montón de piedras. Los topógrafas sonríen, marcan con spray y fotografían el hallazgo para hacerlo constar en su informe. Con el GPS le asignan unas coordenadas UTM; después sólo queda definir la línea mojón a mojón teniendo en cuenta que no siempre va en línea recta, pues a veces discurre coincidiendo con carreteras, líneas de tren, ríos o divisorias de agua.

<b>De la brújula al gps.</b> El equipo del Instituto Geográfico Nacional no sólo ha sacado del cajón las viejas actas. También han querido mostrar las herramientas de las que se sirvieron sus predecesores para hacer cumplir este singular encargo geográfico. Un encargo que se remonta al 30 de septiembre de 1870. El entonces ministro de Fomento, José Echegaray -quien tres décadas después sería Nobel de Literatura-, ordenó realizar la primera delimitación física y jurídica de los términos municipales del país, un trabajo necesario para trazar el mapa topográfico que España necesitaba.

Para marcar los límites hubo que deslindarlos y amojonarlos. En cada pueblo se creó una comisión formada por dirigentes municipales y peritos conocedores del terreno, que asistidos por los topógrafos del Instituto Geográfico, que acababa de crearse, recorrían la línea límite entre dos municipios. El trazado que pactaban entre las dos comisiones municipales, quedaba recogido en unas actas que siguen teniendo validez. En dichas actas, como decimos, viene detallado mojón a mojón, sus características físicas y geométricas; una descripción de lo que hay alrededor y hasta nombres de los dueños de las tierras donde se sitúan.

Estas particulares brigadas que recorrieron palmo a palmo el término municipal de España no viajaban en todoterrenos, ni mucho menos. Hace siglo y medio se movían a pie y en caballerías. Los modernos GPS actuales nada tienen que ver con el instrumental que había entonces. Los topógrafos se valían de unas brújulas que se orientaban al norte magnético y que podían medir los rumbos entre un punto singular y otro. Estas brújulas se estabilizaban en unos trípodes de madera de donde hacían colgar una plomada. Las distancias no se medían con cintas métricas, sino con las denominadas cadenas de agrimensor, que sí eran robustas y duraderas, pero también pesaban lo suyo. En este viaje al pasado a través del instrumental topográfico cabe recordar que la obligatoriedad de utilizar el metro como unidad de medida era reciente, «solo la administración usaba el metro y el centímetro, entre la gente eran más comunes otras unidades de medida», subraya López Castro.

Hoy, gracias a las técnicas GPS se ubican estos mojones con una precisión tal que garantizan que la delimitación de las líneas de término que se vayan a trazar tengan un margen de error de entre dos y tres centímetros, una nimiedad si tenemos en cuenta que ahora se dan por buenas líneas que en realidad distan hasta cien metros de la frontera original.

Estos centenares de metros son los que dan lugar a los conflictos que se quiere evitar. La delimitación de las líneas límite que se está realizando ahora en Albacete, Toledo y Guadalajara, ya se ha terminado en Ciudad Real. Allí, entre otras cosas, se han encontrado con que la localidad de Miguelturra había autorizado la construcción de una urbanización que invadía parte del término municipal de Ciudad Real y por tanto donde no tenía competencias. Ahora, al conocerse el error, ambos municipios han acordado iniciar el proceso de modificación la línea que traza su frontera.

<b>Frontera kilométrica.</b> El plan de la Junta es terminar en 2016 la recuperación de los límites de todas las capitales de provincia. En Albacete y Toledo se confía en terminar el trabajo de campo a lo largo de este mes, de tal forma que septiembre se presentaría a los ayuntamientos afectados el resultado de los trabajos. Las comisiones municipales tendrán un mes para estudiar la documentación y, si todo está correcto, las comisiones de deslinde rubricarán estas actas que figurarán como adenda a la original que se validó en 1871 y que deberán ser ratificadas por el pleno de cada uno de los ayuntamientos afectados.

Cuando el año próximo se termine de delimitar Cuenca y Guadalajara, se habrán revisado más de 1.200 kilómetros de fronteras municipales entre las cinco capitales de provincia de la región y los 105 municipios vecinos, un trabajo preciso para el que habrá sido necesario buscar y dar coordenadas GPS a 2.700 mojones.