Isabel Cirugeda: «Mi marido batió el récord de saltos en paracaídas»

S.Robles
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La maestra recuerda cómo «Le hicieron un reportaje en la revista 'Actualidad Española' por haber realizado treinta y tres saltos en un solo día en la Base de Alcantarilla»

Es feliz siendo ella misma conforme a su vocación, centrada sobre todo en la familia, en sus sueños, que ha cumplido con creces. Ha tenido el coraje de ser y sentirse libre para elegir sus caminos, vencer las dificultades. Tiene  una  envidiable alegría de vivir,  es muy dinámica para recorrer el trecho que conduce a la felicidad y siente la energía de vivir plena e intensamente.  Su existencia ha estado centrada y marcada por dos capitanes: su padre Alfonso y su esposo, Justo. Sus ídolos al igual que sus hijos. Es Isabel Cirugeda Villar (Albacete, 20 de julio de 1935), albaceteña de pura cepa, de ser y sentir, cuyos ilustres apellidos lustran una vida marcada por lo sencillo, lo cercano, cuestión nada fácil y solo al alcance de los privilegiados como ella.

Nacida en la calle Concepción, su primer colegio fue el de Dominicas del que recuerda a sus profesores, Manuel Ballesta, Jesús González, Juan Vergara, Agustín Peiró, Emilio García, a las monjitas, madre Carmen, hermana Rosario y sobre todo a sus compañeras de aulas y pupitres: Llanos Saus, María Luisa Quijada, Llanos González, Pilar Sánchez Delicado, Conchita Real, Carmen Cantos, Maruja Martínez, Raquel Conde, Carmita González, Mercedes Lodares, Conchita Calvo y Adolfina Peláez.

«A los trece años me llamaron del colegio María Cristina de Aranjuez, que era de Huérfanas de jefes y oficiales del Ejército donde estuve cinco años cursando el bachillerato y dos años de Magisterio examinándonos en Toledo. Era de las hermanas Ursulinas y fue una etapa muy feliz, aunque en principio eché mucho de menos a mi familia. Fue una etapa muy buena en mi vida desarrollada en aquel internado con trescientas sesenta y cinco internas huérfanas. Teníamos un profesorado magnífico, incluso una profesora de inglés que era nativa. La disciplina era también muy grande», recuerda esta entrañable albaceteña.

A los dieciocho años decidió volver a Albacete, donde terminó los estudios de Magisterio en la Escuela de la calle Salamanca, intentando aprobar unas oposiciones para su ingreso en Hacienda. Llegó un momento decisivo en su vida cuando el destino la colocó en el camino de un militar del Ejército del Aire, un paracaidista que llegó destinado a la Base de Los Llanos, Justo López Gómez, que había participado en un festival de su especialidad celebrado en Albacete en 1956. Al año siguiente se casaron el 10 de diciembre de 1957.

«Luego nos fuimos a vivir a Murcia por el destino de mi marido en Alcantarilla en el que estuvimos diez años. Fue una etapa en la que tuve inmensas alegrías con el nacimiento de cuatro hijos y terribles tristezas, pues dos de ellos fallecieron con muy corta edad. Había un ambiente muy familiar entonces en el Ejército del Aire, cuyos mandos destinaron posteriormente a mi esposo a Zaragoza, donde vivimos muy poco tiempo apenas seis meses, hasta que en 1967 nos marchamos de nuevo a la Base de Málaga. Fue otra etapa de mucha alegría, hasta que en 1974 regresamos a la Base de Los Llanos de Albacete donde nació mi hija Isabel».

Las palabras traducen los sentimientos, de ahí la pasión con la que Isabelita, diminutivo con la que la llaman indicativo del afecto que le tienen y  que ella profesa, recuerda las hazañas del que fue coronel en la Base de los Llanos,  algunas de  alcance y actualidad nacional. «Mi marido realizó en un día treinta y tres saltos en paracaídas en Alcantarilla, fue un récord en España, del que se informó en la Actualidad Española. Mi esposo sustituyó mucho el vacío que había dejado mi padre, que tuvo una muerte terrible. Quiero repetir que los dos capitanes han sido mis ídolos, fueron dos personas extraordinarias que me hicieron también en el ámbito familiar muy feliz».

Afirma que lo que más le ha llenado en los últimos años ha sido cuidar y apoyar a sus hijos, Justo, Alfonso e Isabel y sus nietos. Muy familiar esta auténtica señora, comenta que le gusta pintar, actividad que realiza con asiduidad, acude a ayudar en lo que puede en las tareas de su parroquia, San José. «Me encanta además acudir a las actividades que se realizan cada mes en la Asociación de Alumnos de la Universidad de la Experiencia, donde he hecho muchas amigas. Estoy encantada de mi vida, me he visto muy respaldada por mi familia, por mis grandes amigas de siempre con las que seguimos reuniéndonos».

Isabel Cirugeda Villar rezuma a través de sus palabras una intensa satisfacción vital, denotan y connotan una grandeza en el sentido expresado por Phillips Brooks para quien esta cualidad se puede manifestar en los grandes momentos, pero se forma en los instantes cotidianos. Su indudable éxito ha consistido en obtener lo que ha deseado;  su felicidad en disfrutar lo mucho, profundo y extenso que ha tenido y tiene. Una vida para el recuerdo, en suma.