Pinar mantiene viva la llama del romance con 'su' feria

P.J.G
-

El diestro albacetense, que cortó dos orejas, sumó su quinta puerta grande consecutiva en el ciclo taurino de la capital

Rubén Pinar fue el triunfador de las dos últimas ediciones de la Feria Taurina de Albacete y este año es uno de los pilares, ganado a ley, en el ruedo, porque en los dos últimos años actuó cuatro tardes que tuvieron el resultado de otras tantas puertas grandes. Y este Feria la inició el diestro tobarreño de igual manera, con otra salida en hombros, la quinta consecutiva, que confirma que Rubén Pinar mantiene vivo el romance con ‘su’ Feria. Triunfo a ley, porque Pinar arrancó una oreja a cada uno de sus enemigos, para sumar las dos que le auparon en hombros para otra tarde triunfal que le allana mucho el camino en la que le queda. El Fandi, por su parte, gracias a su populismo y calado fácil en los tendidos, también paseó un apéndice del primero de su lote, del que debió sacar más provecho, y Antonio Ferrera, quien protagonizó la anécdota de la tarde, al marcharse en el descanso al servicio público de la plaza, no tuvo su tarde y pasó con más pena que gloria por el coso albacetense, en un festejo con toros de Torrealta bien presentados y de juego desigual.

Pinar, en racha. Lo de Rubén Pinar es un caso, más que curioso de maltrato en los despachos. El tobarreño toreo poco en las ferias importantes por las que paso con hace con las denominadas corridas duras. No se libra ni en Albacete, porque es el triunfador de las dos últimas ediciones del ciclo septembrino y, pese a ello, para actuar dos tardes, premio más que merecido, una de ellas, la que le queda, es ante La Quinta, que nada tiene que ver con Daniel Ruiz y Juan Pedro Domecq, las del otro diestro que hace doblete, El Juli. Sí, ya sé que el madrileño es una figura del toreo, pero es que a Rubén Pinar no le dejan serlo. Porque algo más se merece el diestro, si de verdad la de Albacete es la mejor feria de plazas de segunda, porque con dos años de triunfador, algo más merece. 

Mientras tanto, Rubén Pinar no cae en el desánimo y se empeña de demostrar su valía, como lo hizo ayer en la plaza de toros de Albacete, con la que vive un romance, una relación amorosa tan pasajera como que se produce cada 12 meses. Ayer comenzó el idilio de este año con dos faenas en las que él tuvo que poner todo lo que le faltó a sus toros para arrancar una oreja a cada uno. Al soso y sin entrega que le tocó en primer lugar, lo recibió con buenos lances a la verónica, a pies juntos y rematando con media en la boca de riego, completando su labor con el capote con un ajustado quite por chicuelinas. Planteó su faena de muleta dando tiempo al astado entre serie y serie, cortas, de tres muletazos y el de pecho o de desprecio, porque el toro no tragaba más. Atacando al astado le arrancó los muletazos, siempre firme, como en la recta final, con el toro más apagado, haciendo el péndulo con la muleta entre pase y pase, para mantener viva la faena hasta el final, cuando llegó la ejecución de la suerte suprema y dejó una estocada en todo lo alto. Afloraron los pañuelos y cobró la primera oreja para su esportón.

Más complicado fue su segundo enemigo, cuya muerte brindó a su hermano Juan Pinar. A un astado manso, que quería rajarse, de embestida corta y molesto calamocheo lo metió en el cesto a base de firmeza y, sobre todo, mucho temple, ese que hizo que los muletazos se sucediesen sin enganchones, ligados y con calado en los tendidos para que la faena fuese a más, tanto en el toreo con la mano derecha como al natural, rematando las series ora con el de pecho ora con muletazos por bajo con mucho gusto. Unas ajustadas manoletinas precedieron a la estocada casi entera, que precisó del descabello para finiquitar con el astado. Estuvo certero Pinar y paseó otra oreja, la segunda, la que le llevó en hombros a saborear su quinta puerta grande en la Feria de Albacete. En su Feria, con la que mantiene viva la llama de un bonito romance. 

Populista. El otro diestro que paseó algún trofeo, uno en concreto, fue El Fandi, pero este no lo consiguió por la vía de la verdad del toreo, sino por la del populismo. Lo hizo ante un toro manejable y noble, con el que comenzó a calentar los tendidos en el tercio de banderillas, en el que demuestra sus grandes dotes físicas para clavar los rehiletes, con el famoso par al violín incluido. Ya con la muleta, ligó las series con mano derecha, pero siempre ventajista, aliviado y con poco temple, aunque muy pendiente de la banda de música, a la que hizo varios gestos porque no sonaba la música, calentando a los tendidos para que la solicitasen. Quizás así pasaría más desapercibido su pobre toreo, que, tras una estocada tendida y un descabello, le valió para pasear una oreja ‘barata’.

La suerte fue propicia en el sorteo para el granadino, porque su segundo astado también fue noble y manejable, pero el diestro no aprovechó la franqueza de las embestidas iniciales, perdido en los muletazos de rodillas iniciales y en series con la derecha del mismo corte que en la anterior faena, sin ajustarse, aliviado y sin temple. Otra faena larga, deslucida y con el añadido de un par de desarmes. Menos certero estuvo con los aceros y todo quedó en silencio para un diestro que destaca en su buena puesta en escena.

Completó la terna Antonio Ferrera, quien abrió plaza y tuvo el gesto de brindar la muerte de su primer toro a los doctores González Masegosa y Cuesta, que le intervinieron el año pasado de la cogida que sufrió en su actuación ferial. Fue una faena compuesta y aseada a un toro soso y noble, estando desafortunado con el manejo de los aceros. Su segunda faena, ante un toro de mejor condición, tuvo demasiados altibajos, sin cuajar, con mejores pasajes al natural, pero sin la conjunción precisa para que tomase vuelo. Volvió a fallar con los aceros y fue ovacionado.