Un intenso Talavante dio sabor a una descafeinada tarde

P.J.G
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El extremeño, que paseó una oreja de cada enemigo, realizó una gran faena al tercero de Parladé, mientras que Perera logró una oreja y 'El Juli' se fue de vacío

El café, tomando sus cuatro letras para iniciar otras tantas palabras, dicen, que debe tomarse caliente, amargo, fuerte y escaso. Luego, como tantas cosas, tiene sus variedades y a mí, en particular, me gusta el intenso, como el toreo de Alejandro Talavante al primero de su lote, que fue lo que dio sabor a una tarde descafeinada, como los toros de Parladé y como El Juli, que en su segundo festejo en la Feria, más que café parecía haberse tomado una tila, mientras que Perera, en su segunda faena, pareció decantarse con una taza de mezcla, descafeinado al inicio y bien cargado al final, con el arrimón que protagonizó metido entre los pitones -perdón, pitoncetes- del ejemplar de Parladé. Y con estos granos, unos más seleccionados que otros, se preparó el café con el que se puso el punto y final a la Feria, que en su último capítulo tuvo una nueva puerta grande, la protagonizada por Talavante, y que en su conjunto deja un triunfador, por tercer año consecutivo, el albacetense Rubén Pinar. 

Gran faena al sardo. El tercero de la tarde fue un toro bonito, no sólo por su pelaje, sardo, sino también por lo cómodo que era para los que se pusieron delante, principalmente el diestro extremeño, que en su única tarde en el abono estuvo muy motivado y variado. Ya lo demostró en los lances de recibo a Rebeco, que así se llamaba el toro, alternando un farol, largas a una mano, verónicas y una medida para rematar mirando al tendido. El extremeño salió muy motivado, animado por ese intenso café que degustó e hizo degustar después al público con su faena, iniciada clavado de hinojos, con un derechazo, un casi imposible pase cambiado y dos derechazos más, aunque en el último el toro doblo, ya que la poca fuerza fue la tónica general de los astados de Parladé. Aunque no fue este el peor, ya que, aunque manseó en los primeros tercios, sacó un buen fondo que supo exprimir Talavante en una faena intensa y maciza, firme, ceñido y con gusto el torero y sin empeñarse en alargarse hasta los 10 minutos, que el toreo no va ni al peso ni por minutos. Tras la serie inicial, cuatro más se le contabilziaron al diestro, dos con la derecha y dos con la izquierda. Pero qué series, ajustado y firme con la derecha, más templado en la segunda, en redondo, y con la izquierda se sucedieron los templados naturales y pases de pecho hondos, con las zapatillas clavadas, sin moverlas ni un milímetro. Toreo intenso en faena escasa a la que sólo faltaba ponerle la rúbrica de una estocada, pero llegó lo más descafeinado del diestro, con un bajonazo que hizo rodar al toro. El público pidió las dos orejas, pero el usía, que ayer también degustó un buen café, sólo concedió una, muy firme toda la tarde en el palco, porque tampoco concedió un trofeo a El Juli tras una petición minoritaria tras la muerte del que abrió plaza, ni la segunda a Perera tras despachar al quinto, porque al igual que Talavante, dejó una estocada defectuosa. En su sitio, el presidente, no las espadas. 

Alejandro Talavante tuvo en segundo lugar como enemigo a un noble, pero sin entrega astado de Parladé, con el que destacó en banderillas Juan José Trujillo, quien se desmonteró. El diestro, quizás por el afán de conseguir la oreja que le abría la puerta grande, alargó la faena en exceso, lo que, lejos de ayudar, hizo que perdiese tono y que se le complicase la ejecución de la suerte suprema, con un toro junto a tablas. Hasta ese momento, se vio a un Talavante muy templado, ligando las series a media altura, porque al bajar la mano el toro clavaba una y otra vez los pitones en la arena. Esta vez, menos intensa la faena, pero más certera la espada y consiguió una oreja, que sumada a la del primer toro, le valió para abrir la puerta grande.

El Juli finalizó su doblete en el abono albacetense con más pena que gloria y debería buscar nuevas experiencias cafeteras -léase ganaderas-, porque un torero tan poderoso como él, con el noble y manejable primero, realizó una faena con altibajos, larga en exceso, con series ligadas, pero a media altura, sin sabor ni transmisión, con la mancha de algún enganchón y el borrón de una estocada trasera y caída, tras la que hubo una petición minoritaria de oreja, quedando todo en una ovación, aunque también se escuchó algún pito. Con el cuarto, un toro sin clase, se vio a un desdibujado diestro, todo a media alguna, sin lucimiento y con enganchones y más enganchones que dejaron claro al madrileño que no era su tarde, por lo que decidió irse a por el acero, estando certero en esta ocasión y dejando una buena estocada.

Completó la terna Perera, que estuvo descafeinado con el primero de su lote, en una faena que estuvo marcada por la falta de temple y la sucesión de enganchones y por las caídas del toro. No cambió el panorama en los pasajes iniciales de su trasteo al quinto de la tarde, que transcurrió sin emoción alguna, pero en la recta final llegó un buen trago de café, cargado, con un Perera que emuló viejos tiempos y se metió entre los pitones del toro para ponerle emoción a los último pasajes de su labor, que remató con una estocada caída.