«Respetando a mi hija, logré que cambiara de parecer»

Javier López (EFE)
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Entrevista al torero y ganadero José Miguel Arroyo, 'Joselito'

 

 
Los toros explicados a mi hija es el título del último libro, editado por Espasa, del torero, ganadero y director de la Escuela de Madrid, José Miguel Arroyo, Joselito, un manual de defensa de la fiesta y también para explicar a su hija adolescente, de 14 años, los toros desde otro punto de vista.
¿Cómo y cuándo surgió la idea de escribir esta obra?
Nace, por una parte, al no entender por qué a mi hija no le gustaban, viviendo en un seno familiar taurino, teniendo campo, ganadería y todos los condicionantes para ser aficionada. Eso me dio que pensar, y al final todos los argumentos que podría darla son los que aparecen reflejados en el libro. Aunque lo más bonito es que no han hecho ni falta, porque ella los ha descubierto por sí sola yendo un día a los toros, viendo una novillada, que le encantó.
Tuvo que ser un disgusto para usted cuando notó en ella por primera vez ese rechazo...
Algo me temía, porque siempre me rehuía cuando le decía de ir juntos. También es verdad que, cuando en 2002 un toro me pegó un porrazo en Nimes, ella, con solo cuatro años, se tiró una semana en el hospital junto a mi mujer. Y claro, tiene recuerdos que no le hacían muy agradable la cosa del toreo. Pero, circunstancialmente, el año pasado vino conmigo a la final de las escuelas taurinas en Las Ventas, en la que hubo una manifestación de los chavales en el ruedo, y me quedé sorprendido cuando de repente la vi agarrando una pancarta. Me emocioné mucho al verla a ella, ya que a mi hija pequeña sí le gusta la fiesta. Además, cuando llegué a casa, vi un tuit de ella que ponía: «Nunca pensé que diría esto. Olé por los toros, dejar ya en paz a la escuela taurina, y olé por mi papi». Ahí dije, «Qué maravilla». Se había dado cuenta de que chicos de su edad también toreaban, y eso la entusiasmó.
¿Jamás trató de convencerla?
Nunca. Esa es la moraleja del libro: que la gente vaya (a los toros), que tenga la libertad de conocer este mundo y sacar sus conclusiones. Yo, sin imponer nada, respetando a mi hija, logré que cambiara de parecer.
Los antitaurinos se califican como animalistas, cuando los toreros y los ganaderos presumen de amar al toro por encima de todo...
Es que es así. Yo me considero animalista. Amo a los animales y sé de lo que hablo porque, además de torero, soy ganadero. El problema es cuando se desnaturalizan o se humanizan y utilizan distinto baremo para defender según qué especie. A mí me tachan de asesino, de sanguinario o torturador, porque mato toros. Bien, ¿y el que tiene perros enclaustrados en un piso o sometidos a un régimen de adiestramiento autoritario? Eso no es maltrato, ¿no?
¿Por qué piensa que se ha llegado a este punto en relación con lo taurino? ¿Por qué los chicos de hoy en día no ven al torero como un héroe al que emular?
El problema, además del desconocimiento que hay, es que estos chavales, de cada 100 noticias que reciben sobre los toros, 98 son en contra y las dos restantes muestran desgracias. Así es normal que muestren rechazo, aunque eso no es lo bello de esta profesión.
¿Y qué es para usted lo más hermoso de los toros?
Los toros tienen una defensa tanto a nivel cultural como económico y ecológico. Todos los palos que toques tienen su defensa, y cada uno arrimará el ascua a su sardina. No obstante, para mí lo más importante es la belleza de lo artístico. Cuando alguien es capaz de conmover y levantar de su asiento a un espectador, eso es lo más grande. Cuando era niño no me gustaban los toros, pero un día fui con mi padre y ocurrió algo, no sé el qué, pero debió de ser maravilloso porque dije, «Esto quiero ser yo».