Dios no se va de vacaciones

M. Martínez
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Con los pueblos y aldeas más llenos que nunca, los curas de parroquias rurales lo tienen difícil para irse de veraneo

Sacerdotes en la procesión del Corpus en Elche de la Sierra. - Foto: Rubén Serrallé

No hay cura rural que se pueda coger un mes de vacaciones, y mucho menos en verano. Los sacerdotes, como cualquier mortal, tienen derecho a descansar. Les corresponden 30 días, pero sobre todo en los pueblos es muy difícil que los disfruten así de seguido.

Pedro José González lo sabe bien. Desde que se ordenó como sacerdote hace tres años, ha disfrutado de pocas vacaciones. Este año se ha tomado 12 días de descanso, tiempo que aprovechó para peregrinar a Fátima y hacer un curso en Córdoba. Y ya, aunque aún confía en poderse coger algunos días para disfrutar de la Feria. Ahora, en pleno mes de agosto, tiene que estar al pie del cañón más que nunca, si cabe.

Pedro José es el párroco de Molinicos y tiene en sus manos el cuidado espiritual de ocho parroquias, las que hay en las pedanías de este pueblo de la Sierra. Hay algunas, como las de El Morcillar, Torrepedro, Los Alejos, Las Ollas y Pinilla, donde sólo oficia misa una vez al año, y esa vez suele ser en verano, que es cuando algunas de las casas de estas aldeas se abren, porque en invierno no vive nadie.

Tiene otras tres parroquias que debe atender con más frecuencia, al menos una vez al mes se desplaza a El Pardal (72 vecinos), Los Collados (100 habitantes) y Fuentehiguera (41 vecinos), para celebrar misa, visitar a los enfermos e interesarse por el estado de sus vecinos. Y además echa un mano en la parroquia de Elche de la Sierra, donde vive por decisión del Obispado que pensó que era mejor que un cura joven conviviese con un sacerdote de más experiencia.

 «En las ciudades, las parroquias suelen tener varios párrocos y es más fácil poder tomarse vacaciones, además la actividad pastoral en verano se ralentiza mucho», explica Antonio Abellán, canciller secretario del Obispado de Albacete, que admite las dificultades que tienen muchos curas en las zonas rurales para poder descansar. Cada sacerdote tiene que buscar a un compañero que le sustituya en las necesidades más perentorias de su parroquia: el culto del domingo y los entierros no pueden quedarse sin cubrir. «Estamos casi los 365 días del año abiertos y con guardias localizadas», dice con humor el cura de Molinicos, que trata de tomarse días de descanso cuando hay menos trabajo en su iglesia. Y agosto es un mal mes, porque el éxodo de las urbes llena los pueblos y las parroquias de las aldeas que suelen estar vacías, ven como sus bancos se llenan de feligreses. Eso por no contar con el sinfín de fiestas y procesiones que suele haber en agosto.  

Para facilitar el descanso sacerdotal, los párrocos cuentan también con la ayuda de curas mayores, que si bien ya no tienen cargo pastoral, su estado físico les permite todavía atender a los feligreses. Los sacerdotes dejan de cotizar a la Seguridad Social y se jubilan con 65 años, aunque hasta los 75 suelen estar al frente de una parroquia. Antonio Abellán tiene la fortuna de tener a un compañero jubilado, ya con más de 80 años, pero que el echa una mano en la parroquia de Fátima, en la capital, «sin tener obligación, pero está ahí para decir misa por las tardes y si me ausento algún día puede              sustituirme».

La diócesis de Albacete tiene una plantilla de unos 130 sacerdotes, entre curas en activo y jubilados. Entre todos tienen que atender 193 parroquias. Algunas son de pequeñas aldeas con pocos feligreses, pero otras dan bastante trabajo, entre ceremonias, grupos de catequesis y otras actividades con la comunidad. La dispersión rural, además, obliga a los curas que están al frente de varias parroquias a pasarse bastante tiempo al volante. El cura de Molinicos los lleva contados, «en lo que va de verano llevo ya más de 5.000 kilómetros hechos».

La escasez de vocaciones que se arrastra ya desde hace décadas hace que la Iglesia no ande sobrada de estos trabajadores tan especiales, de ahí los intercambios con otras diócesis. A día de hoy, en Albacete hay nueve sacerdotes llegados del extranjero, de países como Burkina Faso, Colombia o Argentina, que además de ayudar en las tareas pastorales contribuyen a un intercambio enriquecedor.

En la diócesis se cuenta además con 23 sacerdotes religiosos, de órdenes como los Paúles o Franciscanos, y echan también una mano en el trabajo de las parroquias 13 diáconos permanentes que hacen un buen papel. Además, destaca el canciller del Obispado, prestan una ayuda impagable los miles de voluntarios que están ahí para visitar a enfermos o dar catequesis.