Pedro Torres: «Hay que potenciar el uso del Recinto Ferial para hacer ferias comerciales»

MAITE MARTÍNEZ
-

«No es que Albacete sea feo, es que por donde te muevas estás viendo medianeras»

El presidente del Colegio de Arquitectos de Albacete, Pedro Torres. - Foto: Rubén Serrallé

Es la voz de los arquitectos de la provincia. Pedro Torres (Albacete, 1956) inicia su tercer año al frente de la Demarcación del Colegio de Arquitectos de Albacete, y hace una reflexión sobre la situación de la profesión y contándonos su visión de la ciudad.

¿Cuál es la situación de la arquitectura a día de hoy?

La arquitectura está en un buen momento. Lo que está mal es el trabajo en la profesión que soporta una tasa de desempleo bastante alta. Intentamos sobrevivir. El trabajo en obra nueva, que hace unos años era un porcentaje muy alto, ha caído una barbaridad. Ahora las miras están puestas en la rehabilitación de lo que ya tenemos hecho, pero a todos los niveles, rehabilitación de la edificación y del urbanismo. Se trata de crear una nueva cultura de mantenimiento de los edificios, igual que se pasa la ITV a los coches, pues lo mismo con edificios y urbanizaciones. Las instituciones tratan de incentivar la rehabilitación, lanzando una batería de leyes y decretos, que buscan que no sólo mantener el edificio, -su estructura, cubierta o fachada-, sino también mejorar su eficiencia energética y accesibilidad. Lo correcto es que el arquitecto intervenga de forma integral, que haga un chequeo completo del edificio y sí, aunque lo primero será acometer lo urgente, porque si hay una gotera hay que taparla, ofrecer a la comunidad un proyecto para que sepa qué otras cosas hay que hacer cuando haya dinero.

¿La financiación es el principal obstáculo con el que se tropieza la rehabilitación?

La rehabilitación es una inversión. Quien tiene al día su edificio gana, si una gotera se deja estar, a largo plazo la obra que tendrá que hacer será más costosa. Pero además si se dota al edificio de instalaciones energéticas adecuadas, obtendrá un ahorro a medio plazo para amortizar esa inversión.

¿Notan ya actividad?

Hay, pero poquita. El principal problema está en la expectación que hay a la espera de que se publiquen decretos con subvenciones. No obstante, cuando hay una necesidad real, cuando surge un problema, se acomete el arreglo del edificio aunque no disfrute de subvención, pero estamos esperando todos. La dotación económica que hay ahora es para cosas sueltas, por ejemplo cambiar calderas, pero no para una rehabilitación integral. Debe estar a punto de aprobarse, porque forma parte de un plan cuatrienal y estamos ya en el cuarto año. La comunidad autónoma tiene que hacer un último decreto, que están negociando con el Gobierno para ver cuánto dinero hay.

Para el arquitecto que no se abra hueco en la rehabilitación, ¿su única salida laboral está en el extranjero?

La formación del arquitecto es amplia. No sólo hacemos proyectos, también mantenemos edificios, hacemos peritaciones, diseñamos parques o urbanizaciones... La profesión no se para en la edificación, si no estaríamos muertos.

Pero muchos arquitectos emigran para poder trabajar...

Los arquitectos jóvenes, recién salidos de la escuela, tienen una formación dirigida, principalmente, a crear arquitectura, intentar hacer obra nueva y en este momento en este país no hay obra nueva. Nuestro patrimonio inmobiliario residencial e institucional está prácticamente hecho, ahora hay que mantener o reponer. Cuando yo empecé a trabajar, el casco urbano de Albacete era el que era, había un plan urbano parado y lo que hacíamos era llenar los huecos libres. Ahora sucede algo parecido. Con el chequeo que se está haciendo a las casas, ya se han detectado algunas muy viejas, que no interesa rehabilitar y que se ha decidido tirarlas para reponerlas. Nuestra responsabilidad ahora está en que las piezas que pongamos sean una mejora respecto a lo que había.

Lo que empuja a los jóvenes arquitectos a emigrar es esa inquietud por construir, por dejar su sello en obra nueva.

Eso el mercado actual español no lo permite y hay un porcentaje importante que dan el salto al extranjero. Como experiencia es fundamental, además como generación entre ellos tendrán que competir los que han salido y los que se han quedado, pues ya tenemos gente que ha regresado. El arquitecto español a nivel internacional está muy bien posicionado, no es por ponernos una flor, sino que nos viene dado por formación. Somos muy técnicos, pero también humanistas; esa doble titulación de la que se hablaba, de ingenieros civiles y arquitectos europeos nos da más criterio y eso hace que donde vayamos seamos bien recibidos.

¿Qué países están acogiendo a nuestros profesionales?

Europa es el destino principal, sobre todo Alemania, y hay quien da el salto a Estados Unidos y algunos a Sudamérica. También hay quienes se fueron a China o Australia y ya han vuelto.

Dice que la arquitectura sí que está atravesando un buen momento, ¿por qué?

Estos años atrás, ha habido momentos muy dulces, pero con poca salsa. Ahora la arquitectura que se hace es más sincera, más auténtica y arriesgada, incluso más difícil de asimilar por la sociedad; aunque la sociedad necesita de esa innovación para poder apreciar la buena arquitectura. Eso sólo se da en dos momentos, cuando eres muy joven y crees que lo puedes hacer, o cuando el cliente te lo permite. Siempre he dicho que no hay buenos o malos arquitectos, sino buenos o malos clientes. Ante un buen cliente, tú tienes que ser capaz de fechar el edificio, darle la respuesta que corresponde al momento actual.

La expansión de Albacete se ha frenado con la crisis, ¿le gusta cómo ha crecido Albacete,?

 Partimos de un casco muy difícil, pues en los años 60 y 70 hubo un cambio de ordenanza que generó una ciudad de medianerías, con edificios de 10 ó 12 plantas y eso es muy difícil, casi imposible, que la ciudad un día las asimile o las haga desaparecer. No es que Albacete sea feo, es que inconscientemente estás viendo medianeras te muevas por donde te muevas, y para dar soluciones arquitectónicas a esto habría que hacer microurbanismo, edificio a edificio. Con lo que se ha crecido, tenemos ciudad para muchos años. Las expectativas que había eran para aquella locura que vivimos en la primera década del 2000, pero con lo construido tenemos más que suficiente.

¿Qué opinión le merece el resultado de este crecimiento?

 Siempre digo que me gusta vivir en ciudades donde hay escaparates y puedes ir por la calle a las 10 de la noche, sin miedo. Si estás en una ciudad, donde paseas con la mosca detrás de la oreja, algo falla. Hubo una época en la que se creyó que lo mejor del mundo eran los adosados, pero se ha demostrado que son insostenibles. Mantener una ciudad bajita cuesta más dinero y los servicios que pueden brindar son más sostenibles y rentables en una ciudad alta que baja. En la ciudad baja dependes del coche y el coche no está de moda, la ciudad debe crecer de forma que, dentro de lo posible, puedas ir andando a todos sitios, el coche debe quedar para distancias largas.

Hay una barriada, la del Ensanche, de cuyos problemas se habla hace tiempo, pero dónde no se llega a intervenir, ¿qué planteamiento harían ustedes?

El Ensanche de Albacete es la reducción máxima del plan Cerdá de grandes ciudades como Barcelona, Madrid o Valencia; las manzanas que se hicieron aquí eran demasiado reducidas. En fechas recientes, cuando nos reunimos con el Ayuntamiento para estudiar el Plan de Movilidad, sugerimos dejar una de cada tres calles como la calle por donde puedan circular vehículos y las otras dos hacerlas semipeatonales, de tal forma que se crearían falsas manzanas de gran tamaño que ayudarían a dar vida al barrio. El origen del problema de este barrio está en las ordenanzas del Plan de 1985, pues no le pilló el crecimiento de los 60. Con este plan, se medía sólo el ancho de las calles para autorizar la altura de los edificios, sin tener en cuenta nada más, y la altura que se autorizó fue excesiva. La ciudad tenía su equilibrio entre lo residencial y las dotaciones, pero al darle altura se intensificó demasiado.

¿Hay que darlo por perdido?

Aún estamos a tiempo de recuperarlo, de tomar algunas medidas. La idea de ampliar las manzanas es una forma de conseguir que el Ensanche no sirva de paso, que tenga penetraciones, pero que de alguna forma deje vivir, respirar al propio barrio. Ahora mismo están demasiado juntas y no sirven ni para coches, ni para personas.

Un espacio que les inquieta es el Recinto Ferial, han creado un grupo de trabajo sobre el mismo, ¿con qué fin?

Siempre hemos tenido cierta inquietud hacia el Recinto, es uno de los edificios con mayor grado de protección en el Plan de Urbanismo, el monumento con más solera y de los que tiene más categoría histórico artística de la ciudad. Llevamos muchos años reivindicando que se haga un plan director del Recinto Ferial, para que exista una hoja de ruta ante cualquier actuación que se vaya a realizar en él. El Colegio lo ha pedido en varias ocasiones, también la Comisión de Patrimonio. Al conocer que había un dinero para restaurarlo, decidimos crear este grupo de trabajo, hablando con el Ayuntamiento, con la Comisión de Patrimonio e invitando a todos los arquitectos que quisieran participar. En unos días estaremos en disposición de entregar al Ayuntamiento un compendio de ideas que puede servir como borrador.

¿Puede adelantarnos alguna idea en torno a las que exista consenso en este grupo de trabajo?

El consenso es total. La idea principal es que el edificio es lo suficientemente rico como para potenciar más su uso como recinto ferial. Para eso, aparte de uniformar cada elemento y retrotraerlo a su estado original, se trataría de que sirva de sitio donde celebrar ferias, ferias de comercio, no sólo la Feria de septiembre.

¿Lo que sugieren, por tanto, es que se use todo el año?

Cuando se pueda usar, cuando el tiempo lo permita y en función del tamaño de la actividad. Si se pretende abrir todos los edificios en diciembre, pues a lo mejor no va nadie, ni siquiera los expositores por el frío. Pero si se acondiciona un espacio para invierno, otro para primavera y todo para el verano, sí se puede utilizar; es cuestión de tenerlo uniformado, tener los pabellones libres, sin nada dentro, y sin las persianas echadas. Imagínate que todos los martes Los Invasores se celebraran dentro, como ya hace una parte del mercado, pero que en lugar de hacerlo con las persianas bajadas que ocuparan su puesto, y no tener que colocar la furgoneta delante de la persiana como ocurre ahora, es sólo una idea. Es un edificio singular, no hay otro igual, por eso echamos tanta carne en el asador. Arquitectónicamente no hay otro igual y es una pena que a la hora de celebrar una feria te vayas a una nave industrial, donde además tienes que ir a propósito y en coche para llegar, teniendo esto en el centro de la ciudad.

Esta semana, habrá un acto de reconocimiento a las obras de Antonio Escario...

El jueves presentaremos un libro que hemos coeditado con el Colegio de Arquitectos de Valencia sobre Escario. Lo haremos en el Museo del Parque, una de las obras a la que más cariño le tiene y de la que sigue siendo su arquitecto de cabecera, aún acude por pequeña que sea la reforma que se haga en él.

¿En qué otros proyectos anda metido el Colegio?

Intentamos que todas las semanas haya algún acto, sea un curso, una conferencia, una exposición... En febrero comenzará el séptimo ciclo de conferencias Chispazos de Talento, cada semana invitaremos a un arquitecto de reconocido prestigio para que nos hable de lo que quiera, un acto que tiene su atractivo no sólo para los arquitectos, también para el público en general. Tratamos de hacer actos para obligar a los arquitectos a venir, porque como ahora todas las gestiones son telemáticas casi no nos vemos, ni nos conocemos físicamente y también buscamos abrirnos a la sociedad, aprovechando además que nuestra sede está en un lugar muy céntrico.