Torres: «Navegar absorbe tanto como la arquitectura»

MAITE MARTÍNEZ
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Se hizo arquitecto casi por casualidad, pero descubrió en la arquitectura un mundo que todavía hoy le emociona

Pedro Torres, de pequeño. - Foto: Cedida

Tres décadas de oficio a sus espaldas. Pedro Torres se hizo arquitecto casi por casualidad, pero descubrió en la arquitectura un mundo que todavía hoy le emociona.

¿Se hizo arquitecto por vocación?

Ni yo mismo sé porque estudié arquitectura. Se me daban bien las matemáticas y el dibujo, y cuando tenía 10 años una profesora de matemáticas, que tenía un hermano que estudiaba arquitectura, me dijo que yo iba a ser arquitecto. Tampoco mostraba yo más interés por este oficio, pero te dejas llevar, y lo cierto es que he disfrutado mucho de esta profesión.

¿Algún trabajo que le haya reportado especial satisfacción?

Mi mayor satisfacción es que las cosas que he hecho no se noten, que sean discretas.

Nada que ver con la arquitectura espectáculo que se ha practicado sobre todo estos años atrás, con el boom del ladrillo.

Soy de la escuela contraria, de estudiar bien qué vas a hacer y dónde los vas a poner, porque el riesgo es muy grande y además lo que vas a dejar ahí estará por muchos años y probablemente tendrás que volver a pasar por el sitio, por tanto tienes que medir muy bien lo que haces.

¿Siente predilección por algún arquitecto?

Soy de la Escuela de Madrid y para mi Sainz de Oiza es un maestro. Hace tres meses visité el Santuario de Arantzazu, en Vitoria, que es su obra prima y aunque lo había estudiado y me lo habían contado, sentí la emoción que crean la buena arquitectura, no somos conscientes de lo que tenemos en nuestra mano.

En su familia no había ningún arquitecto, pero sus pasos sí que los ha seguido uno de sus hijos.

Supongo que me ha visto trabajar toda la vida y creo que le ha gustado lo que hacía, que me ha seguido y me ha superado. Juntos hemos hecho algo, como un segundo premio que conseguimos en un concurso para restaurar un lavadero en Balazote.

Su hijo es uno de los jóvenes arquitectos que ha emigrado.

Se fue a Nueva York a hacer cuarto de arquitectura y luego ha ido dando vueltas, ahora está en Paraguay por unos meses. Está aún buscando su camino, pero es consciente de que aquí no está por ahora. El mundo de hoy es muy distinto del de hace 40 años, es más pequeño, desde Madrid estás a tres horas de avión de cualquier ciudad europea.

Fuera de la arquitectura, cultiva alguna otra afición

Me gusta la literatura contemporánea, más fresca, los clásicos me parecen más difíciles de masticar. Cuando analizo los libros que me han gustado, la casualidad es que están escritos por mujeres. Una afición paralela, que he podido disfrutar mucho con mi hijo es el mar. La playa no me gustaba, pero un día descubrí que más allá de la arena estaba el mar y disfruto mucho navegando a vela, porque lo otro, navegar con motor y ruido, no es navegar. Navegar es tan absorbente como la arquitectura, te centras en eso y no hay nada más.

¿Cómo imagina su retiro?

Quizá en el mar. No me lo he planteado, no me imagino el retiro, porque aún cuando regreso a casa cada día a las nueve de la noche pienso que si no he hecho más cosas es porque me faltan horas.