Más de 8.000 albacetenses vibraron con Extremoduro

Virgilio Liante
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La presentación de su último álbum, 'Para todos los públicos', fue una descarga de electricidad y poesía urbana

Un momento del concierto. - Foto: V.L.V.

Auténticos como sus canciones; descaradas, descarnadas, poéticas y crudas. Robe Iniesta hacía años que no venía por Albacete, y el público se volcó con él como si fuera un mesías. Por eso al final del concierto, antes de los bises y de que sonara Ama, ama y ensancha el alma, dijo: «Se’ os queremos. Si volvemos por aquí y no nos volvemos a ver será porque no queréis», como dejando la puerta abierta a todas las generaciones que escuchan sus canciones desde hace muchos años, ya que en el Estadio José Copete se podían ver desde jóvenes con sus camisetas de Extremoduro, hasta gente más madura y nostálgica con camisetas de Los Ramones, Iggy Pop o Nirvana.

Extremoduro, el grupo de rock transgresivo más importante a nivel nacional, puso bailar, a desgañitarse y a cantar al unísono de un carismático Robe Iniesta a las 8.000 personas que estaban, literalmente, botando a las 2.30 de la madrugada, como si acabara de empezar la noche. La presentación de su último álbum, Para todos los públicos, fue una descarga de electricidad y poesía urbana y cruda que tienen sus canciones, con un Robe Iniesta que fue de menos a más, sobre todo en la segunda parte del concierto, en la que estuvo secundado por un virtuoso de la guitarra hasta la médula (Iñaki Uoho), a quién era imposible seguir los dedos brincar por el diapasón de su guitarra eléctrica.

Respecto al sonido fue impecable, mientras que el atrezo del escenario estaba creado por contenedores, como si el público estuviera en un puerto de carga y descarga, lo que creaba una atmósfera diferente al utilizar el destello de los focos sobre el metal.

Durante la velada fueron sonando Mamá, Entre interiores, Manué IV, Pequeño roncanrol endémico, buenos temas y actuales que huyen de la triste realidad musical que vivimos en España, entre tanto triunfito, tanta música de lata y tantos músicos que por desgracia no saben diferenciar entre un Fa sostenido menor de un Si bemol, porque más que artistas simplemente son intérpretes.

primera parte. En la primera parte del concierto hubo varios momentos dignos de mención, por ejemplo cuando cantaron Locura transitoria, por su letra: «Sufro locura transitoria/ bajo a la tierra/ y cruzo la línea divisoria/ que separa en esta historia la locura y la razón». Después cantaron un tema nuevo que fue cuando a modo de balada rockera, Robe e Iñaki se sentaron con sus guitarras para despacharse con otro temazo que decía algo así como: «Canta la rana debajo del agua, sueña con ser una rana encantada/sueña con ser un príncipe azul/ esperando un beso a contraluz». En la segunda parte, después de 20 minutos de descanso, Robe, con una camiseta en la que había un ojo dibujado, e Iñaki Antón, que se quitó la camisa, se pusieron  a tocar sin piedad, disfrutando de cada acorde, y con una química con su banda, con su familia de carretera, manta y vida, que está integrada también por Miguel Colino (bajo) y José Ignacio Cantera (batería).

En esta parte sonaron otros temas hasta alcanzar el clímax; ¡Qué borde era mi valle!, de su último disco, Sucede, de Agila, Salir, de su trabajo Canciones Prohibidas, con un pegadizo estribillo que todo el mundo tarareaba; La vereda de la puerta atrás, Dulce introducción al caos, o la mencionada Ama, ama y ensancha el alma pusieron el colofón a un concierto excelente, para después regalar unos bises entre el que destacó El camino de las utopías.      

Es cierto que la banda de Plasencia (Cáceres) no tocó algunos temas míticos como So payaso, Deltoya, Jesucristo García, El Día de la Bestia, que deberían llevar en un repertorio de tres horas de duración, y más sabiendo que mucha gente de la que acude a sus conciertos roza los cincuenta. A la próxima será, porque con el éxito que han tenido seguro que hay un empresario que los contrata cuando vuelvan a estar de gira.   

El estadio José Copete fue toda una fiesta porque la banda extremeña se batió el cobre y dejó su talento en el escenario. Por eso no es raro que al finalizar el concierto, alguno gritara: «Viva la madre que os parió», porque la música en directo es un bálsamo para las heridas y una de las mejores formas de divertirse, eso sí sin molestar a nadie. Por eso Robe dijo con acento extremeño: «Se os queremos», y muchos contestaron sin palabras, con un merecido aplauso, que es lo que se llevan los auténticos artistas, los músicos, los poetas o los escritores, tan vilipendiados, y a la vez tan necesarios, en estos tiempos.