Pocas luces, mucha bohemia y un final de esperpento

PEDRO J. GARCÍA
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La expectación generada por 'Morante de la Puebla', Castella y Talavante, con lleno en los tendidos y un mal ganado de Victoriano del Río, acabó en decepción

Pocas luces, mucha bohemia y un final de esperpento

La séptima de abono creó gran expectación, con lleno en los tendidos, una demora de 10 minutos en el inicio del paseíllo para que el público rezagado ocupase sus localidades y no molestase al puntual, y una cerrada ovación del respetable a la terna, que salió a saludar. Hasta ese momento era el guión perfecto, pero a partir de ahí se cruzó en el camino el argumento de Ramón María del Valle-Inclán, escritor de la generación del 98 y creador del género literario del esperpento con su grandiosa obra Luces de Bohemia, cuyo argumento, a grandes rasgos, está centrado en Max Estrella, un poeta miserable y ciego. A partir de él trasciende la anécdota del fracaso y la muerte de un escritor venido a menos, en lo que es una parábola trágica y grotesca de la imposibilidad de vivir en un país deforme, injusto y opresivo, como era la España de la Restauración. Se la recomiendo a ustedes, porque les llenará más que la corrida de toros que presenciamos ayer en el coso albaceteño.

El final del festejo fue un puro esperpento y ahí recordé las palabras de Max Estrella a don Latino de Hispalis, cuando el primero le dijo que «la tragedia nuestra no es tragedia», a lo que el segundo le respondió: «¡Pues algo será!» y replicó Estrella: «El esperpento».

Recordando la obra de Valle-Inclán, creo que ayer en corrida de máxima expectación, tuvimos, con la terna compuesta por Morante de la Puebla, Castella y Talavante, pocas luces, mucha bohemia y un final de esperpento, donde hubo una deformación total de la realidad, con todos sus rasgos grotescos reflejados en el diestro Alejandro Talavante corriendo tras un toro manso de libro que no quiso cuentas con nadie.

Como en Luces de Bohemia, los aficionados estamos más ciegos que Max Estrella, empeñados en acudir en masa a ver a ciertas figuras y ganaderías que no llegan ni a parábola y nos demuestran, copinado el contenido de la obra de Valle-Inclán, una Fiesta deforme, injusta y opresiva. Porque la corrida fue mansa, con complicaciones, pero con toros a los que las denominadas figuras debieron sacarles algo más o, simplemente, poner más voluntad. ¡Cómo se sentirían ayer Ruben Pinar y, sobre todo, Sergio Serrano, que apenas se viste de luces! Dos toreros de Albacete que se la jugaron con los samueles, con la verdad por delante , sin sombras, sin bohemia y sin esperpentos, sino con mucha verdad, aunque, desgraciadamente poco les reportará -espero equivocarme-, porque vivimos una fiesta deforme, injusta y opresiva.

No son suficientes las cuatro verónicas y la medio que con tanto gusto recetó Morante a su primero, ni la oreja cortada por un acelerado y aliviado Castella, que es uno de los pilares de la Feria, ni, sobre todo, la pasividad, una vez más de Talavante. Sólo la ovación que recibieron por parte del público tras completar el paseíllo debió ser un acicate para responder como las figuras que están consideradas en la actualidad.

 

capote y punto. Morante de la Puebla, ya recuperado de la grave cogida sufrida en Huesca fue el principal tirón para que la plaza de toros de Albacete registrase un lleno en los tendidos. Lo mejor lo dejó al principio, ante su primer y terciado enemigo, con cuatro verónicas y una media con su sello particular. Ya con la muleta, realizó una faena demasiado larga -escuchó un aviso antes de entrar a matar- con algunos buenos pasajes con la derecha y algunos templados naturales, aunque en general, más que torear acompañó con su sapiencia las embestidas del astado, con el que no estuvo certero con los aceros y escuchó una ovación. Contra el cuarto Morante dio la de arena, porque no lo quiso ni ver, doblándose y provocando para demostrar que no tenía toro y que poco se podía hacer por uno u otro pitón. Abrevió, estuvo mal con los aceros y el público, para recalcar su enfado dio palmas al toro, mientras que abroncó al sevillano.

 

una oreja para castella. El diestro Sebastián Castella paseó la única oreja de la tarde, tras finiquitar al quinto de Victoriano del Río. Puso voluntad en su faena, con un prometedor inicio con dos pases cambiados en en el centro del ruedo y, aunque consiguió que fuese a más su labor le faltó decisión y, temple y no estar tan acelerado ante un toro que también fue a más por ambos pitones. Ante el primero de su lote, con buen tranco de inicio, aunque protestando al obligarle, ligo las series por ambos pitones, con demasiados enganchones y muy acelerado en distintos pasajes. En este, tras una estocada tendida y trasera y tres descabellos, escuchó palmas.

Completó la terna Alejandro Talavante, que, un año más, pasó con más pena que gloria por Albacete y ya van varias. Con su primero, que no se comía a nadie, creyó que tenía pocas posibilidades y decició abreviar, aunque a una de las llamadas figuras es preciso exigirle más. En el pecado llevó la penitencia, porque el sexto fue un manso de libro, huido de los caballos y también de la muleta de un Talavante al que le tocó correr tras el toro y hacer más kilómetros que en una maratón.

Una tarde para olvidar.