Los galgueros exigen mano dura contra el maltrato y el abandono

A.M.
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La Federación de Galgos, cansada de su criminalización, asevera que los perros que llegan a las protectoras y centros de acogida son robados por personas que no pertenecen al colectivo

Dicen estar cansados de la criminalización y la antipatía que despiertan en cierto sector de la sociedad. La Federación Castellano-Manchega de Galgos sigue sin entender por qué el maltrato y el abandono de galgos se achacan a sus federados, cuando un galguero auténtico «trata a sus perros  con la mejor calidad de vida posible».

Lo explica Tomás González Ladrón de Guevara, veterinario de la Federación de Galgos, tanto a nivel nacional como autonómico, vocal regional y juez de uno de los cuatro grupos que celebran campeonatos en Albacete. «Nosotros somos los primeros que estamos en contra del maltrato animal», enfatiza Tomás González, quien defiende la necesidad de que federados, protectoras y centros de acogida vayan de la mano para exigir una ley de protección animal más contundente que persiga, sancione y penalice a quien realiza estas barbaridades.

Achaca estas prácticas «inhumanas» a personas ajenas a las federaciones de galgos y garantiza que los perros que llegan hasta las protectoras con heridas, huesos rotos o chips arrancados no han sido castigados por galgueros, sino por «gente que roba los perros por el placer de tener un buen ejemplar o para la caza y que intenta arrancarle el microchip para que no encuentren al dueño».  Se da la circunstancia de que los galgos que son robados para cazar, cuando son soltados en medio el campo, «ya no se dejan coger porque no son sus dueños», por lo que se localizan animales que llevan días vagando o sufren atropellos en la carretera. «No se puede culpar a todos los galgueros por esto, nada más lejos de la realidad», insiste Ladrón de Guevara.

Para atajar y minimizar las prácticas de los robos, la Federación Española de Galgos ha creado un Libro de Registro de Orígenes, donde todos los federados están obligados a registrar a sus animales -con ADN incluido-, así como las camadas. Antes de que los cachorros cumplan 16 meses, el propietario tiene que realizar la confirmación, consistente en implantarle un microchip, suministrarle la vacuna de la rabia y realizarle un tatuaje.

Tomás González no sabría apuntar quiénes son los delincuentes. Entiende que roban los galgos porque «son buenos», bien para la cría o para la caza. Cabe recordar que los campeonatos que convoca la Federación no tienen retribución económica alguna, es decir, «quien queda campeón se lleva una copa y el placer de tener el mejor galgo».  Tampoco hay interés por el trofeo cinegético. Todo lo contrario. «No vamos a cazar para llevarnos la liebre a casa; el auténtico galguero no quiere matar la liebre, prefiere que se escape y se esconda». Para ello, estos cazadores construyen perdederos artificiales, tubos de riego enterrados por los que la liebre puede meterse para escapar de los perros.

¿Pero qué ocurre cuando un galgo ya no sirve para la competición? «El galguero de verdad deja que muera en su casa, y si el perro no es tan bueno para la carrera, porque no todos sirve, lo regala a los amigos para la caza».

González muestra su pesar por la antipatía que despierta el colectivo de galgueros en España, a pesar de que «el tema tiene un porcentaje alto de mentira, estamos hartos de que nos roben los perros y de que nos culpen del maltrato y el abandono, nos tratan como si fuésemos delincuentes y para nada es así».