El renacer del 'Titanic'

DPA
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Tres décadas después del descubrimiento del famoso transatlántico en las costas de Terranova, son muchos los nostálgicos que desean que sus restos puedan ser exhibidos

 
El descubrimiento del Titanic lo hizo famoso de la noche a la mañana. Pero no feliz. El oceanógrafo estadounidense Robert Ballard descubrió los restos del lujoso transatlántico naufragado el 1 de septiembre de 1985 junto con su colega francés Jean-Louis Michel. Hoy se cumplen 30 años de su hallazgo a 3.800 metros de profundidad frente a las costas de la isla de Terranova, Canadá. 
A partir de esa fecha, se desató el indeseable alboroto en un sitio que para Ballard y otros colegas es básicamente una fosa común que alberga, al menos, 1.500 hombres, mujeres y niños que perdieron la vida la noche del 14 de abril de 1912 cuando el coloso del océano chocó con un iceberg y se hundió en las aguas heladas. Solo 700 personas pudieron ser rescatadas. Apenas dos horas y cuarenta y un minutos después del choque, el gigantesco barco rebosante de lujo e innovación tecnológica, el inhundible Titanic, se hundía para siempre en el fondo del Atlántico norte.
Ballard descendió por primera vez a ver al barco en 1986, un año después del descubrimiento. «Fue una experiencia increíble», describió después. «Fotografiamos todo con cuidado y construimos un mosaico perfecto de la nave». 
Cuando Ballard regresó al Titanic en 2004 apenas si lo reconoció. El lecho del mar estaba cubierto de latas de cervezas y otros desechos, se quejó el director del Center for Ocean Exploration de la Universidad de Rhode Island en un artículo para la revista del National Geographic. Debido al descenso de submarinos -entre otros, el tripulado por James Cameron, director de la película Titanic- algunas cubiertas estaban a punto de derrumbarse o ya se habían roto por completo. 
Algunas compañías «se llevaron miles de objetos de un lugar que para mí es sagrado» y fabricantes de cerveza abusaron del mito del transatlántico con fines publicitarios. Una pareja de Nueva York contrajo matrimonio en la proa del barco hundido. «Un gran circo. Precisamente lo que yo quería evitar», se lamenta Ballard con amargura. 
El arqueólogo James Delgado, de la Administración Nacional Oceanográfica y Atmosférica estadounidense (NOAA), teme por los desastres que puedan causar los turistas y cazadores de souvenirs en las aguas que rodean al Titanic. Los desechos alimentan a los microbios, que de otro modo viven en condiciones extremadamente difíciles, favorecen su multiplicación. Entre estos organismos hay unas raras bacterias que destruyen el hierro y que podrían acelerar en forma considerable la decadencia de los restos del barco, advierte Delgado. 
 
reconstrucción. Sin embargo, respecto a la conservación del inhundible, Ballard es optimista. «Creemos que podremos mantener los restos», explicó. Quiere pintar con robots submarinos el casco del barco hundido y adelantarse de ese modo a otros proyectos. «Tenemos la tecnología. Puede hacerse», indicó. Además, el oceanógrafo opina que las bacterias ávidas de hierro pueden exterminarse con una serie de inyecciones en el interior del buque. 
Como donantes del dinero necesario para llevar adelante este proyecto puede ofrecerse cualquier país. Al fin y al cabo, el barco está hundido en aguas internacionales. «¿A qué otra nave naufragada vamos a proteger de la decadencia si no es al Titanic?», se pregunta. ¿Y después, qué? Quizá un museo virtual, propone Ballard. 
Y se lo imagina de este modo: Unos robots con cámaras instaladas envían imágenes desde las profundidades y les brindan a los fanáticos del barco la oportunidad de examinar en vivo la embarcación hundida más famoso de todos los tiempos.