Un antes y un después

Juan Carrizo
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La llegada del veterano Jesús Iradier, que hoy es homenajeado, supuso un impulso sin precedentes para el baloncesto de Albacete

El baloncesto de Albacete tiene un antes y un después que marca la llegada del ya veterano Jesús Iradier al CABA en 1986. Su irrupción en nuestra ciudad, mostrando un juego que hasta entonces no se había visto en el Pabellón del Parque, supuso una revolución deportiva y mediática que provocó que el deporte de la canasta se convirtiera en referencia para la ciudad. Iradier consiguió que hubiera gente encaramada en las ventajas del pabellón porque era ya imposible que entrara más gente en sus gradas, que se llenaban hasta arriba todos los domingos.

Gran iniciativa ha tenido el Albacete Basket, con el impulso de Juan Ramón López, para que hoy el Pabellón del Parque, en un día fantástico con la visita del filial del Real Madrid, le rinda un pequeño homenaje a esta leyenda del baloncesto nacional que hizo dar un paso al frente al deporte de la canasta en Albacete.

Jesús Iradier Núñez nació en Madrid en junio de 1949 y con 191 centímetros pronto destacó en el baloncesto. Con 13 años sus padres lo mandaron interno a un colegio en Segovia y allí empezó a jugar Imperio, de la Segunda División. Era el jugador más joven de las tres primeras categorías. A los 16 años fichó por el Kas de Bilbao y debutó a esa temprana edad en la Primera División. Con unas condiciones físicas innatas, su calidad le hizo ser pronto uno de los mejores aleros del país. En el Kas, el entrenador estadounidense Lester Lane fue su gran maestro en técnica individual. Su capacidad de salto era impresionante, con 13 años alcanzaba el 1,70 y podía coger una moneda colocada en el marco del tablero. Tras seis años en Bilbao fichó por el FC Barcelona en la campaña 71-72, donde jugó cinco temporadas en un periodo en el que era habitual verlo en la selección nacional, siendo uno de los máximos anotadores de la competición. Pasó al Basket Manresa, donde en la temporada 76-77 es nombrado mejor jugador de la liga y también pasó por Estudiantes, Helios de Zaragoza y regresó a Baskonia para retirarse en 1983 con 34 años para dedicarse a su otra gran pasión, la pintura.

Curiosamente nunca llegó a jugar en el Real Madrid, donde una vez le intentaron fichar pero no aceptó ya que su llegada podía quitarle el puesto a uno de sus mejores amigos, pues aunque el equipo blanco era su máximo rival fraguó una gran amistad con los jugadores merengues con los que coincidió en la selección española.

En 1986 llegó hasta Albacete un equipo de veteranos del Real Madrid para jugar un partido de exhibición. Aquí el baloncesto estaba emergiendo con la aparición en 1984 del CABA, club formado con el objetivo de aunar esfuerzos tras aquel mítico Merkal y toda esa cantera que surgió del Instituto Andrés de Valdelvira. Wayne Brabender y Jesús Iradier reforzaron el CABA. A Ignacio Encarnación y Miguel López Vallés se les encendió la bombilla y le ofrecieron a Iradier jugar con el CABA. Venía los domingos y por 25.000 pesetas de la época por partido jugaba y marcaba como mínimo 30 puntos para deleite de los aficionados. Ya veterano todavía era impresionante ver como se elevaba en un espectacular tiro en suspensión al que no llegaban a puntear ninguno de sus rivales. Su plástica en el lanzamiento, su fuerza y entrega pronto hicieron que el Pabellón del Parque fuera una fiesta todos los domingos. El CABA logró esa temporada 86-87 el ascenso a Segunda e Iradier terminó instalándose en Albacete.

La afición por el basket creció gracias al espectáculo que se vivía todos los domingos en el pabellón. Llegó el convenio con la Diputación e Iradier era director de los campus que se organizaban en el Giner de los Ríos. Los niños de Albacete querían jugar al baloncesto y emular los lanzamientos de Iradier, los mates de Pepe Martínez o los rebotes de la araña de Ayna, Luis Vidal.

En la temporada 89-90, ya con los 40 años cumplidos, Iradier pasó al banquillo del CABA. Después llegó la ruptura, los enfrentamientos y la creación de un nuevo proyecto en la campaña 92-93, el Pryca Albacete Cinco, que entrenó durante algunos meses hasta que el castillo de arena que se había formado se hundió por la falta de recursos económicos y el baloncesto de Albacete sufrió una profunda herida que ha tardado mucho tiempo en cicatrizar, con el resurgir del deporte de la canasta con la irrupción en 2012 del Albacete Basket.

Albacete, su ciudad, su baloncesto, su afición, estaba obligada a recordar la figura de Jesús Iradier y homenajear al jugador que provocó ese salto de calidad que puso al deporte de la canasta en el primer lugar del escalafón.