Sueños de Génova... y Moncloa

BENJAMÍN LÓPEZ (SPC)
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Los seis candidatos a la Presidencia del Partido Popular votan en medio de un ambiente festivo con la esperanza de que el resultado de la primera vuelta sirva para reforzar y unir a la formación

La sede del PP en el madrileño distrito de Salamanca, en la cuarta planta del número 47 de la calle Goya, fue ayer el epicentro de la jornada electoral en la primera vuelta de las primarias del partido, algo inédito a escala nacional. Y no solo por ser la sede con más afiliados de España sino también porque acudían allí a votar dos de los máximos favoritos: Soraya Sáenz de Santamaría y Pablo Casado. Lo cierto es que las instalaciones se quedaron pequeñas para los periodistas. 

El palentino llegó a las 12 en punto, acompañado por su mujer y en medio de una nube de fotógrafos y cámaras de televisión. La campaña le ha hecho perder peso. «Se ha quedado en el chasis», comentó un colaborador. No en vano ha recorrido 20.000 kilómetros durante estos días de maratón político en el que ha visitado todas las provincias de España menos cinco. «La gente quiere ilusión, renovación y cambio de etapa. Creo que paso el corte y con mucho apoyo», sentenció. 

Sáenz de Santamaría no coincidió con el exjefe de Comunicación del partido por unos pocos minutos. Llegó a las 12,30 como estaba previsto y, tras votar en medio de la misma expectación, hizo hincapié en su principal mensaje de campaña: ella es la mejor candidata para ganarle las elecciones a Sánchez. «Votamos todos en libertad, pensando en lo mejor para nuestro partido, pero especialmente en lo mejor para España», dijo la vallisoletana, antes de añadir que los afiliados tienen una responsabilidad «de cara al futuro y de cara a las próximas elecciones». 

En las paredes de la sala de votaciones vigilaban atentos, desde unos retratos ochenteros, las dos figuras mas importantes del PP en las últimas décadas: el expresidente Aznar y el todavía presidente Rajoy, ausentes por voluntad propia en la votación de ayer. El morbo lo ponía una fotografía autografiada de tamaño generoso de la última gran defenestrada, la expresidenta Cristina Cifuentes. Y no faltaba un retrato de Margaret Thatcher, la dama de hierro de la política. 

Los votantes que se iban dejando caer con cuentagotas respondían a un perfil similar: señoras y señores mayores, jubilados por encima de 70 años, militantes de toda la vida. «Yo venía dudando de casa si votar a Cospedal o a Casado», decía una señora justo antes de depositar su papeleta en la urna. «Al final me he decidido por la juventud», aclaró. Casi ninguno tenía reparos en decir a quién había votado. Y, mayoritariamente, en esa encuesta improvisada realizada a pie de urna, el apoyo se decantaba por el dirigente palentino. «Nos hace falta sabia nueva», decía un señor. Su esposa, asentía con la cabeza antes de añadir que «es lo que más le conviene al partido».

participación. A bastantes kilómetros de allí, en Albacete y sobre la una de la tarde, votaba otra de las grandes favoritas, María Dolores de Cospedal. «Es un día muy importante para el PP y para España». Eso sí, no quiso entrar a valorar sus posibilidades ya que, dijo, lo que tocaba hacer ayer era incentivar la participación: «De este debate interno, el PP tiene que salir más fortalecido, más unido, ya que el objetivo último tras el Congreso extraordinario es el de salir a ganar las elecciones». 

A la misma hora depositaba su papeleta en la sede del PP de Jávea (Alicante) otro de los candidatos, José Manuel García-Margallo, que prometió, que si ganaba, convocará «un congreso extraordinario para modificar los estatutos y devolver el partido a los afiliados». 

La anécdota de la jornada se produjo en Ávila con José Ramón García-Hernández, que sopló las velas de su 47 cumpleaños. Su deseo estaba claro al soplar las velas:superar el corte. Pero para eso pidió que los militantes fueran «valientes y osados». 

El más madrugador de todos los aspirantes fue el valenciano Elio Cabanes, que votó a las 9,30 de la mañana en su municipio, La Font de la Figuera, donde es concejal. El menos conocido de los candidatos aseguró que tenía pensado irse a trabajar «a la estación de servicio» después de una semana sin «aparecer por allí» y aprovechar el resto del día para estar con la familia. El escrutinio, dijo, lo iba a seguir desde un restaurante cercano donde «cenaremos, esperaremos y nos reiremos de la cosas bonitas que nos han pasado».