Las alarmas empiezan a sonar

Antonio Pérez Henares
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Sánchez habla con Torra sobre secesión, pero da la callada por respuesta ante la ciudadanía, en lo que ya es 'marca de la casa'

El Gobierno de Pedro Sánchez actúa como si hubiera ganado las elecciones por mayoría absoluta y sus propuestas ideológicas y programáticas tuvieran un amplísimo respaldo de la ciudadanía. Y así se dedican a anunciar cada día lo que van a hacer con España, con la Constitución, con sus leyes, con sus impuestos, con la lengua, la Justicia y, por su puesto, con los medios de comunicación. Parecen decididos, a pesar de lo raquítico de sus apoyos, a aplicar el rodillo más aplastante conocido (ya lo han ejecutado en RTVE 10-0) con la complicidad de la extrema izquierda y con la connivencia cada vez más explícita y obscena del separatismo. Todo esto está comenzando a hacer cambiar el clima de cierta tranquilidad que los nombres de los ministros produjeron y los primeros mensajes que se dieron. 

La alarma, a pesar del mes y de la sordina opositora, con el PP en plena conmoción interna y Ciudadanos sin reponerse del shock de haber propiciado con su ansiedad este escenario, empieza a aparecer y la zozobra a aumentar. Los modos y maneras del Ejecutivo comienzan a sonar a las zapateradas más clamorosas de aquella etapa anterior, que ellos deben considerar alegre y gloriosa, pero de las que la población tiene un recuerdo mucho más amargo. 

Pero es sobre todo la cuestión catalana la que está haciendo percibir que todo lo que se temía de Pedro Sánchez al respecto y a su pacto, porque pacto ha habido, con los secesionistas, puede suceder y, de hecho, está ya sucediendo. Las actitudes, las imágenes, los gestos y los hechos, porque empieza a haber hechos, de genuflexión y complicidad con los independentistas están revolviendo muchas tripas en los que no están en la banda de los Cuatro, PSOE-Podemos-nacionalistas y separatistas. Y al tiempo que no empiecen algunos socialistas a tener retortijones, aunque parece que, ocupado el poder, los principios y lealtades se subrogan a los cargos y a los intereses partidistas y las malas conciencias se endulzan mucho con sillones y alfombras.