El consenso de la discordia

Javier M. Faya (SPC)
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Casado y Santamaría afrontan la recta final de la campaña con la seguridad de que no unirán sus fuerzas antes del Congreso del día 21

Hotel Auditorium de Madrid. Sábado 21 de julio. Ahí se libra la última batalla, la de los compromisarios, entre Pablo Casado y Soraya Sáenz de Santamaría para llevar las riendas del PP y quién sabe si de España en 2020. Todo indica que habrá enfrentamiento y dos papeletas, ya que a pesar de los denodados esfuerzos de la exvicepresidenta de que concurran en una candidatura de consenso -con ella de número uno-, el antiguo jefe de Comunicación no está por la labor, cerrando de un portazo el debate el pasado miércoles.    

Denuncia el palentino todo tipo de presiones para que se retire de la carrera electoral y se integre en el equipo de la vallisoletana, que le ofreció veladamente el segundo puesto: «El secretario general no tiene por qué ser de mi equipo».

No habían tenido apenas contacto los dos después de que se hicieran públicas las candidaturas. Coincidir en la Cámara Baja porque había que estar, los dos besos de rigor y poco más. Ya en la noche electoral, los saludos fueron más bien fríos. Eran los únicos que habían pasado el corte y entre ellos se disputarían el poder.  

El hecho de que la exvicepresidenta del Gobierno venciera en esa primera vuelta, le dio argumentos para tender la mano a su adversario para que se rindiera. Pero las reglas del juego, como ella misma llegó a reconocer durante la primera fase de la campaña, no están para cambiarse. El 5 de julio votaban los militantes a sus candidatos y el próximo 21 será el turno de los compromisarios. Ynada más.  

Curiosamente, más de un dirigente popular -incluso del Comité Organizador- ha quedado señalado como aliado de Santamaría al pasar del «No se pueden cambiar las reglas del partido en mitad de él» a «Hay que llegar al Congreso Nacional muy fuertes, con una sola candidatura, de consenso». 

La diputada fue más allá, sacando su lado agresivo:«El principio de que gobierne la lista más votada está en el ADNdel PP». La respuesta de su rival, que estaba al quite, fue inmediata:«Cambiar las reglas del juego en mitad del partido es profundamente antidemocrático».  

Como decía acertadamente un periodista, si los comicios a segunda vuelta se hubieran quedado solo en una, los libros de Historia tendrían que cambiar. Así, en Francia, en 1974, el presidente no debió haber sido Giscard d’Estaing sino Mitterrand -que venció por 12 puntos-;y en 1995, Jospin habría llegado al poder en vez de Chirac. Con ese mismo planteamiento, en vez de Pastrana tenía que haber gobernado Colombia en 1998 Serpa.Y16 años después, Santos no hubiera sido presidente y sí Zuluaga.