"La cultura debe tratarse como la educación y la sanidad"

A. M.
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La autora y directora de Teatro, Marta Torres, acaba de recibir la Medalla al Mérito Cultural de Castilla-La Mancha, en la categoría de Artes Escénicas.

Es imposible reflejar en cuatro líneas su andadura por las tablas. Ella es teatrera de toda la vida. Con innumerables producciones, éxitos de crítica y público, un MAX bajo el brazo... Ella es autora y directora teatral, Marta Torres, pregonera de la Feria de Albacete y desde el pasado lunes, medalla al Mérito Cultural de Castilla-La Mancha.

¿Cómo tiene el cuerpo?

Muy bien. Ha sido un reconocimiento no esperado y muy emotivo. Que te premien, que te reconozcan, siempre es una inyección de ánimo para seguir trabajando, pero cuando esos reconocimientos que yo llamo de cercanía, vienen de tu tierra, la emoción es mucho mayor, sobre todo por el impacto que generan en la gente de mi alrededor. He visto a toda mi familia y amigos más felices que nunca… bueno, más felices que nunca no: los vi igual de felices cuando me eligieron pregonera de la Feria. La felicidad de mi madre y de mis hermanos fue increíble, la gente me paraba por la calle… Era como lo más importante que había hecho hasta entonces en mi vida. Al final te das cuenta de que la mayor alegría que tienes tú es ver lo contentos que están los demás. 

Bueno pero el mérito no deja de ser suyo…

Ese mérito es tan compartido..., especialmente con actores de Albacete que han pasado por la compañía. Algunos ya no están como Ángel Ribagorda que murió hace poco, un actorazo de raza del que me he acordado mucho estos días. ¿Qué mérito es el mío? El mérito es de todos los que me han estado a mi lado para hacer esta labor juntos, de los actores, de Pepe Moreno, mi compañero de alegrías y fatigas, de Lola Sánchez que trabaja con nosotros desde hace mucho tiempo y de todas las personas que han pasado por la secretaría de la compañía…, El mérito está compartido por la mitad de las personas que había en el patio de butacas, todos los amigos que han traído, han llevado, nos han prestado dinero, nos han atendido, han cuidado contracturas de los actores… No sé si es un defecto o una virtud, pero yo siempre voy al límite y si al principio cuento con cinco pero resulta que después necesito siete, esos dos quien los pone es Albacete.

Dice que ha sido un reconocimiento inesperado. ¿Por edad? ¿Por inmerecido? ¿Por qué se dedica al teatro?

Hay premios con más tradición, más trayectoria, con los que piensas y sueñas. Yo había soñado muchas veces con ganar un MAX y llegó, pero esta medalla al Mérito Cultural, como es el segundo año que se da, ni se me había pasado por la cabeza. Me impactó positivamente y mucho más cuando vi con quién la compartía.

¿La veteranía es un grado?

Estas medallas pretende premiar toda una carrera, pero creo que un joven de 23 años también puede tener mucho mérito. Supongo que estos primeros años irán recayendo en gente que ya tiene la carrera hecha, pero empezarla también tiene mérito, especialmente en estos tiempos.

¿Qué opinión le merece que el Gobierno de Castilla-La Mancha haya decidido reconocer la cultura en una etapa tan dura para el sector?

Mis amigos dicen que soy excesivamente optimista y es verdad. Yo estoy en un momento de esperanza, aunque las cosas van muy, muy lentas. Hace tres años que el Gobierno socialista se comprometió a potenciar una política cultural y teatral en consonancia a lo están haciendo el resto de comunidades y ahora acaba de aprobar la convocatoria de ayudas. En fin, van muy lentos, pero van. Y la entrega de galardones al Mérito Cultural es otro gesto que me da esperanza, porque ponen en valor la cultura. Reconociéndola de esa manera me da a entender que hay interés por convertir a Castilla-La Mancha en una comunidad creativa. Pero cierto es que también deben saber qué cultura quieren potenciar.

¿A qué se refiere?

Cultura habrá con arte y sin arte. Si queremos vivir en una cultura de agresividad, de violencia, de poca racionalidad, de poco espíritu crítico..., barramos todas las manifestaciones artísticas y la tendremos, pero si lo que queremos es una cultura del conocimiento, de la crítica, de la empatía, de la paz, de saber escuchar… para eso hace falta el arte. La cultura debería estar tratada como la educación y la sanidad, debe ser piedra fundamental en la que se apoye toda la política.

En Castilla-La Mancha siempre ha habido un apoyo político a la cultura bastante austero, discreto, tibio..., si se compara con otras regiones. En los peores años de la crisis, muchas compañías profesionales desaparecieron y el éxodo artístico fue notable. ¿Cómo se puede recuperar un nivel cultural importante?

Hay tres cosas necesarias para que el talento aflore y para que la creatividad sea una opción en una comunidad. La primera es la confianza. Nuestros políticos se tienen que sacudir el polvo y tener confianza en los ciudadanos de Castilla-La Mancha. Aquí hay muchísimo talento, como en todas partes; sólo hay que potenciarlo. El apoyo que se le ha dado al arte en Cataluña no se parece en nada a lo que se ha hecho en Castilla-La Mancha. Cuando nosotros empezamos, Cataluña ya estaba apoyando a sus creadores, siempre los ha cuidado, mimado, promocionado, protegido. En aquellos tiempos iban por delante de nosotros y ya decíamos que teníamos que aprender de ellos. Pero los artistas no podemos aprender si los gestores no ponen la confianza en nosotros. Si solo hacemos una cultura de consumo, si sólo programan lo que otros han avanzado, nosotros nunca avanzaremos.

¿La segunda piedra angular?

La inversión pública es completamente necesaria. Por si alguien no lo sabe, las artes escénicas son carísimas. ¿Por qué? Porque todo es trabajo humano, es imposible mecanizar. Hace tres siglos, un concierto de un cuarteto de cuerda necesitaba cuatro músicos, y hoy, los mismos. Para representar La Casa de Bernarda Alba, hace 50 años se necesitaban un gran elenco; hoy el mismo. Llegan las nuevas tecnologías y cada una de las que entra en escena lleva a una o dos personas detrás… Todo es trabajo humano. Por otro lado, también es artesanía. Hay muy pocas producciones que se hagan con cuatro trapos comprados en una tienda y dos mueblecicos baratos. Una escenografía requiere un diseñador, un carpintero, un herrero, un pintor, el vestuario a medida… Todo un trabajo artesanal que es carísimo. Los recursos económicos que necesita una producción son muy altos y sólo es posible a base de inversión pública.

Que por cierto tiene retorno.

La Asociación de Compañías Profesionales de Artes Escénicas de Castilla-La Mancha, Escenocam, hizo un estudio hace unos años en el que demostró, con datos objetivos, negro sobre blanco, que todo el dinero que se había invertido en la producción escénica había sido devuelto a las arcas del Estado en forma de IRPF, Seguridad Social, IVA… Hay un retorno enorme. Y cuando el Gobierno de Cospedal retiró las ayudas, volvimos a hacer ese mismo informe y les dijimos que le iba a salir más caro, porque si la gente que trabajaba en el arte escénico iba al paro, al final lo que pagaban en subsidios era la misma cantidad que podían invertir en las compañías, dinero que volvería a las arcas públicas.

¿Y el tercero?

Y libertad para crear. Confianza, recursos y libertad para crear, estos son los tres pilares para tener una comunidad creativa. Y si no es esto lo que quieren, que nos lo digan.

A nivel general, la cultura siempre ha sido la más perjudicada. ¿Es molesta para la política?

No, para nada, entre otras cosas, todos sabemos el uso político que se hace de la cultura. Es una cuestión de poco convencimiento de lo vital que es la cultura, creo que de verdad no se creen los discursos que hacen. Otra cosa es el uso que hacemos de la cultura como ciudadanos. Si a un ciudadano le dificultan el acceso a la sanidad, probablemente le dé más valor que si le dificultan el acceso a una obra de arte. Los gestores políticos tienen muy bien calculada esa ecuación: ¿qué les da menos quebraderos de cabeza, retirar presupuesto de sanidad o de cultura? ¿Por qué? Porque no se hace el ejercicio de poner la cultura en su valor, en el lugar que le corresponde y este es un trabajo que también está pendiente, que el ciudadano valore la cultura como una necesidad de primer orden. Cuando pasamos a ser la sociedad del ocio había una muy buena idea de canalizar el ocio hacia la cultura, para que la sociedad sea culta, más crítica, más libre..., pero al final cometimos el error de equiparar ocio a cultura. Y ahí vino el problema, porque a lo primero que renuncia una persona en caso de necesidad es al ocio. Ahí nos equivocamos todos.

¿Cómo se puede recuperar el afecto de la ciudadanía por la cultura?

Esto es un camino muy largo, hemos ido hacia atrás, hemos involucionado en estos años y hay que volver a recorrer el mismo camino, paso a paso. Hay que volver a poner el dinero, que los artistas empiecen a trabajar, poco a poco, no hay otra.

Marta Torres se ha recorrido teatros, auditorios, escenarios de todas partes de España, Europa, América… ¿Cómo está el sector a nivel general?

El sector está en un momento de revitalización, lo que hemos pasado en Castilla-La Mancha ha pasado en el resto de España, aquí un poco más acusado, pero ha sido un proceso similar en todo el país. Estamos en un momento de revitalización. ¿Qué ha pasado? Hemos pasado una crisis y las crisis siempre llevan cambios. Nuestro sector, como todos, se está acercando a las políticas neoliberales y las políticas de mercado. Veremos a ver dónde nos llevan.

Muchos políticos han vendido el discurso de que el arte escénico, sea cual sea su disciplina, no tiene público. ¿Cuánto de verdad hay en ese mensaje tan reiterado?

Los políticos tienen ahí una gran responsabilidad. Lo que hemos hecho en los últimos años es crear un público de aluvión, un gran evento cultural, una exposición, un gran espectáculo... Le haces una campaña publicitaria espectacular y el público acude en masa. Luego no haces nada más, pasan unos meses y vuelves a las mismas. Al final, lo que has hecho es crear un público de aluvión que va a los grandes espectáculos. En la manifestación artística más pequeña es más difícil encontrar el afecto del público, pero es el trabajo que hay que hacer. Lo que tenemos que hacer es enamorar al público del arte... y enamorar es mucho más difícil que invitar a comer.

¿Y cómo se enamora?

Programando producciones de mucha calidad, enfocando esa programación a su público potencial, porque ese público irá convenciendo a otro, y a otro, y a otro… Yo tengo una experiencia maravillosa y se la voy a transmitir a mi vecino, a mi hermano, a mi amigo... Todo es parte de un proceso.

Uno de los lamentos de la gente del teatro es la ausencia de jóvenes en los teatros. Parece que no tienen interés por la cultura. ¿Cómo los engancharía?

Programando cosas que les interese a ellos sin perder de vista que sean interesantes. Si lo que más público tiene ahora mismo es el reguetón, programaría este género, además de música electrónica y otras cosas. El tema de los jóvenes tiene mucho debate. Es verdad que los jóvenes no van al teatro, pero tampoco se ve programación para ellos. Si yo gestionara una sala pública, me marcaría objetivos a corto y largo plazo, si quisiera crear afectos del público me marcaría metas poco a poco hasta conseguir llenar el teatro. Uno no puede probar con experiencias que tengan 40 espectadores en la sala, decir que ha sido un fracaso y no volver a programarlas, eso es un error, todo tiene que formar parte de un trabajo a largo plazo. Sería igual que cuando los niños empiezan a leer, aprenden poco a poco.

Precisamente el teatro debería empezar en la escuela para crear hábito, costumbre.

El teatro en la infancia es fundamental. Yo que hago mucho teatro para niños, cuando me preguntan que son el público del futuro, siempre contesto que sí, que es fundamental, estamos formando al público del futuro, pero para nosotros no es el público del futuro, es el público del presente, es nuestro respetable aquí y ahora y tenemos que trabajar desde ese respeto. Nosotros tenemos la responsabilidad de que lo que estamos haciendo es formar. Y todos los niños que tienen hábitos culturales, a lo mejor a los 17 años pasan un bache, pero todos vuelven.

¿Es más difícil el teatro para niños que para adultos?

Para mí sólo tiene una dificultad extra: que es un público mucho menos homogéneo. Esto pasa cada vez menos, pero sigue pasando. El público adulto del cinturón industrial de Madrid se parece bastante al público adulto de Albacete y de la Gran Vía, pero los niños se parecen menos entre ellos. La respuesta en un patio de butacas de Euskadi no se parece mucho a la respuesta de los niños de otra región del sur. Esa es la única dificultad extraordinaria que tiene para mí. Yo trabajo con los mismos presupuestos artísticos cuando escribo y dirigo para niños que cuando lo hago para mayores.

¿En qué está en estos momentos?

Estamos ensayando Cenicienta, siglo XXI. Desde hace muchos años los ensayos generales los hacemos en Liétor porque tenemos libertad de horarios en el teatro, porque tiene casas rurales maravillosas que nos permite concentrarnos a todo el equipo, nos facilitan muchísimo todo, la gente de Liétor es estupenda y estamos aquí muy bien. Es una producción para niños con cuatro clown que, como buenos payasos, son actores y músicos, con música en directo, que estrenaremos en una campaña escolar en el Teatro de la Paz de Albacete el próximo mes de noviembre.