La música se ahoga

Redacción
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Cientos de vecinos y visitantes despiden una nueva edición de 'La Chicharra' con el Día del Agua • La costumbre consiste en 'vengarse' de los músicos que han permanecido tres días tocando jotas, seguidillas y fandangos

Aunque ayer se notó un leve descenso de las temperaturas, el hecho de que la guerra del agua en Motilleja se haga en pleno mes de julio facilita a vecinos e invitados que participen en esta actividad con bikinis y bañadores. - Foto: Arturo Pérez

Un año más. Y una edición más para el recuerdo. La Chicharra. Revienta Cantando se despidió ayer de la localidad de Motilleja con la ya popular guerra del agua, una actividad en la que se implican cientos de vecinos y visitantes, y que tiene por finalidad vengarse de los músicos que durante tres días no han parado de tocar y cantar.

Después de una interminable noche entre fandangos, malagueñas, jotas y seguidillas, rondas y cuadrillas procedentes de la capital albacetense, de La Manchuela, de Castilla-La Mancha y de cualquier punto de la geografía nacional son despedidas con el Día del Agua, donde los verdaderos protagonistas son los anfitriones de esta fiesta tradicional y costumbrista: la Ronda de Motilleja.

La actividad comienza en la plaza del municipio hasta donde llegan varios remolques cargados de agua para aprovisionar a la gente que usa cubos para iniciar una peculiar batalla de agua. A pesar de que la participación es muy novedosa, los vecinos no impiden que la Ronda de Motilleja continúa con sus cantos, aunque intentan acallarlos a base de agua. La costumbre consiste por tanto en tratar de vengarse de los tres días y dos noches que lleva la Ronda sin dejar dormir a los habitantes del pueblo.

la rendición. Por su parte, los músicos de esta ronda -ideóloga de La Chicharra, un encuentro de música, baila y tradiciones populares que siempre se celebra en torno a las fiestas patronales de Santa Ana-, con instrumentos comprados para la ocasión o, incluso, construidos con cartón, maderas, etc., intentan avanzar entre cubos y cubos de agua, pero siempre llega el momento en el que no pueden seguir tocando y cantando.

En este momento, uno de los miembros de la Ronda hizo ayer un hueco entre los demás y, a una orden suya, se rompieron todos los instrumentos contra el suelo, como señal de derrota, momento en el que se produjo una gran algarabía, saltos y abrazos que anuncian el final de La Chicharra.

Lo que empezó siendo un encuentro de rondas y cuadrillas, grupos de música sin los cuales no se mantendrían hoy la tradición musical y baile popular, años después se ha convertido en una cita ineludible con el folklore y las costumbres de antaño, pues al baile, el cante y la música que escuchaban nuestros antepasados, se ha unido el encuentro de bolilleras y exposiciones que giran en torno al patrimonio etnográfico de la localidad.

Lo que la hace diferente a La Chicharra -que coge el nombre de un popular insecto del municipio que alegra las noches de verano a los vecinos- es que no es un espectáculo folclórico, sino «una fiesta lúdica, una forma de expresión y divertimiento social, se vive en la calle, no sobre un escenario y todo aquel que se acerca a participar se convierte en actor, no en público», resalta uno de sus promotores, Jesús Tejas.