Patinar no es (solo) cosa de niños

Maite Martínez Blanco
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Cada vez más adultos se deciden a deslizarse sobre ruedas por la ciudad; muchos son padres que aprenden para acompañar a sus hijos, otros simplemente disfrutan de este deporte que les resulta divertido y muy social

Un grupo de patinadores de todas las edades disfrutan de su afición deportiva con quedadas que les llevan a recorrer kilómetros y kilómetros; ayer, domingo, fueron hasta La Pulgosa. - Foto: Rubén Serrallé

Patinar está de moda. Pero no sólo entre los niños. También entre los adultos. No saber deslizarse sobre ruedas no es un obstáculo pese a haber cumplido ya años, nunca es tarde para aprender.

Patinalba, el club de patinaje de Albacete, confirma que cada vez hay más adultos decididos a moverse sobre ruedas. Tanto es así, que en febrero ofertarán un nuevo curso los sábados por la mañana dirigido a este colectivo, que se suma a los que ya hacen de 8 a 11 de la noche y a las clases que ofrecen para que padres e hijos aprendan juntos.

También en Decathlon, establecimiento de complementos deportivos, han constatado la vuelta de los patines. «El patinaje es toda una tendencia en la ciudad, tanto entre niños como en adultos, no importa la edad», proclama Rosa Martínez, del departamento de patinaje, que entre su clientela adulta tiene a patinadores sobre todo de entre 35 y 50 años. Incluso ofrecen clases gratis un día en semana.

Patinar no tiene edad, asegura Jorge López, monitor de Patinalba, quien opina que hay personas, sobre todo entre los 55 y los 65 años, que no ven en la edad un «muro» que les impida dar el paso a aprender a hacer algo que siempre les hubiera gustado, como puede ser patinar.

Jorge insiste en que la edad no es impedimento y dice que, por regla general, a los adultos no les cuesta mucho aprender, aunque todo depende de sus circunstancias personales, es decir, posibles dolencias o lesiones o si son personas que han mantenido cierta actividad física.

Rosario, médico de profesión, y Carmen, enfermera, son dos buenos ejemplos, pues a ninguna de las dos la edad las ha frenado. Rosario se ha sacado ahora una espinita que tenía clavada  «Mi hermano tenía unos patines de esos de hierro y siempre que podía se los quitaba, yo nunca llegué a tener unos, ¡esos eran juegos de niños!». Rosario creció, ha sido madre de tres hijos y aunque alguna vez probó sus patines, nunca llegó a aprender. Hasta que hace unos meses se tropezó con un compañero que iba sobre ruedas y ni corta ni perezosa se aventuró.

En unas pocas clases, Rosario empezó a deslizarse sin problemas y hoy queda con sus compañeros para ir a La Pulgosa e incluso a Tinajeros. Asegura que desde que patina ha ganado mucha forma física, pero además ha conocido a nuevos amigos con los que quedan a patinar en grupo los viernes por la tarde y los domingos, «incluso quedamos a comer, no todo va a ser patinar», dice con humor esta mujer.

«La sensación de deslizarse es muy agradable y los patines te dan más autonomía que una bicicleta, subes y bajas bordillos y vas de una calle a otra con más agilidad», dice orgullosa esta activa mujer, que recomienda cultivar la mente y no descuidar el estado físico, «las dos cosas son importantes, si no vas coja». Ella trata de hacerlo. No sólo patina, le gusta bucear y esquiar, y no se olvida de leer y ni de su afición por la fotografía.

Comparte clases de patinaje con Carmen Tórtola, otra atrevida patinadora, que un verano soñó que le gustaría patinar junto a su familiar por el paseo marítimo de la ciudad en la que veranea.

«Nunca jamás había patinado, pero ¿por qué no iba a hacerlo?», cuenta esta enfermera, que patina desde hace menos de un año. «Es un deporte fantástico, se lo recomiendo a todo el mundo, es divertido y se hace mucho ejercicio, las piernas se moldean y cogen mucha fuerza», relata esta mujer que jamás olvida ponerse su casco, rodilleras, muñequeras, coderas y hasta una culera para protegerse ante eventuales caídas.

Carmen no sólo asiste a clases dos veces por semana, también disfruta de recorrer la ciudad, «la San Silvestre la corrí en patines, eso sí, entre nosotros hay mucha solidaridad y nos ayudamos, siempre encuentras una mano al lado que te ayuda a superar un obstáculo». Hoy Carmen disfruta habiéndose superado, «era un reto personal, cuando fui a comprarme los patines el chico de la tienda me aconsejó que me dedicase a otra cosa y hoy ya patino por la calle».