La catástrofe también cumple 20 años en Molinicos

E.F.
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El gran incendio que arrasó los bosques del vecino municipio de Yeste también calcinó 2.000 hectáreas de los montes moliniqueños

Fotografía de archivo del incendio del año 1994. - Foto: J.M.

El 19 de agosto de 1994, tras 12 días de agonía y más de 14.000 hectáreas quemadas, se declaró oficialmente extinguido el que, popularmente, se conoce como el incendio de Yeste. Sólo que no solo fue ‘el’ incendio de Yeste, también fue el de Molinicos.

El siniestro, que comenzó en las inmediaciones del Balneario de Tus, pasó de la zona noroeste de Yeste al Sudeste de Molinicos.  Las llamas se aproximaron peligrosamente al propio núcleo de Molinicos, así como a las pedanías de Torre-Pedro, las Hoyas  y Los Collados, entre otros núcleos..

«Aproximadamente, el fuego se llevó por delante unas 2.000 hectáreas de nuestro término, un 10% del total y, durante el tiempo que duró el incendio, y hubo que habilitar locales y abrir casas particulares para atender a familias enteras que tuvieron que salir de sus hogares casi con lo puesto», recuerda el alcalde del pueblo, José González Osuna.

Hoy en día, muchos de los montes quemados se han recuperado, pero, al igual que pasó en Yeste, el siniestro dejó una huella  que sigue bien viva.

«Buena parte de lo que ardió eran pinos viejos que, sobre todo, en las zonas más húmedas, se recobraron de forma natural -recuerda- aunque, en zonas de solana, donde hay menos humedad, aún hay rincones que, 20 años después, no se han recuperado por completo».

Pero el fuego hundió la industria de la madera, así como  muchas pequeñas economías familiares que aprovechaban el monte de forma tradicional como un recurso más para subsistir.

«Y esa huella aún sigue bien presente -explicaba el alcalde- pues el incendio y sus consecuencias contribuyeron, como un factor más, a que el pueblo fuese perdiendo población, un proceso que, todavía prosigue». La cifras hablan por si solas: en 1993, el año anterior a la catástrofe, Molinicos tenía 1.652 vecinos; en 2003, eran 1.204 y, en 2013, ya eran solo 960.

Así que, dos décadas después, el recuerdo sigue dolorosamente vivo. Y sus consecuencias.