El arte es algo que no puede ser encerrado en una única definición. Aunque muchos han intentado dar una, han fracasado en el intento. No obstante, todos esos significados terminan hallando el momento de asomar la cabeza.
Para el Premio Nobel de Literatura, George Bernard Shaw, los espejos se emplean para verse la cara, mientras que el arte para verse el alma. Eso es exactamente lo que muestran los dibujos, grabados y pinturas que condujeron a Pablo Picasso hasta su gran obra maestra, El Guernica. Estas piezas podrán verse a partir del 20 de septiembre en el Palazzo Strozzi de Florencia (Italia), dentro de una muestra titulada Picasso y la modernidad española.
Según indica la Fundación Palazzo Strozzi en su página web, la exposición podrá verse hasta el 25 de enero de 2015 y está comisariada por Eugenio Carmona, con la coordinación del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid. Los visitantes podrán disfrutar de ella de lunes a viernes, de 9,00 a 13,00 horas y de 14,00 a 18,00. La retrospectiva incluye una cuidada selección de obras de uno de los pintores más importantes del siglo XX, que permite reflexionar sobre su influencia y comparar su producción con la de otros artistas españoles como Joan Miró, Salvador Dalí, Juan Gris, Marie Blanchard, Julio González.
De esta manera, la exposición aborda la relación entre la realidad y el surrealismo, el compromiso del artista en la histórica tragedia, la aparición del monstruo de rostro humano, así como la metáfora del deseo erótico como fuente principal de la creación y visión del mundo.
Alrededor de 90 obras, entre las que figuran pinturas, esculturas, dibujos y grabados y cine, integran esta colección, producción de Picasso y otros artistas, entre las que destacan el Retrato de Dora Maar, la Cabeza de Caballo y El pintor y la modelo, de Picasso; y Siurana, el camino, de Miró.
EXPRESIONISMO FURIOSO. La importancia de El Guernica reside en que la voluntad popular lo hizo suyo de inmediato y le confirió un carácter universal. Personalmente, para Picasso, era una muestra de su implicación política y de su creencia en el compromiso de la pintura con el devenir histórico. Técnicamente, se puede considerar un magistral manifiesto artístico de distintas vanguardias (surrealismo, cubismo y expresionismo) trazado con la máxima depuración: pocos elementos, escasos colores y tonos y una fortísima carga expresiva.
Además de la ausencia de color, el artista empleó otros recursos expresivos: la deformación dramática de los cuerpos; la plasmación de rostros desdoblados, estirados y desmesuradamente crecidos, y la repartición desigual de la luz, que, sin ningún realismo, ilumina aquello que desea destacar.
El expresionismo latente en sus lienzos de estos años se acentúa aún más al estallar la Segunda Guerra Mundial y, hasta 1945, su obra será el receptáculo del drama bélico, llegando a adquirir tintes verdaderamente sombríos. Es éste el período que algunos estudiosos han calificado como expresionismo furioso. El dramatismo y la desesperación latente en la mayoría de estos cuadros contrasta con la dulzura que emanan algunos retratos de sus hijos y de su nueva compañera, Dora Maar; con quien convive desde 1936. También durante estos años se interesa fuertemente por los temas mitológicos, en especial por el del minotauro, y escribe una pieza corta, Le désir attrapé par la queue.