Oro rojo de Tobarra

G. González
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Cuando se prepara la cosecha de este año, que no se presenta con buenas perspectivas, hay que destacar que a finales del siglo XIX, además del de La Mancha, existía una 'clase' propia de la localidad

Las roseras se reunen en casas o cocheras y realizan uno de los trabajos principales. - Foto: G.G.

Mientras los agricultores y y sus familias preparan la campaña de recogida del azafrán de este año (sobre la que se ciernen grandes nubarrones), hay que destacar que el municipio daba nombre a una clase en el siglo XIX, que «era muy solicitada por ser rica en materia colorante».

Además de los periódicos nacionales de la época que, en sus secciones de precios agrarios, daban cuenta de los altibajos de la variedad, en un suelto publicado en el semanario Reforma Social, editado en Hellín, se daba cuenta de la cosecha de 1898 de esta clase, que comprendía el azafrán que se cosechaba en Albatana, Hellín, Ontur y Tobarra.

A diferencia de la campaña del pasado año, la de 1898 fue muy animada y arrojando grandes resultados, porque «el azafrán clase Tobarra, que aunque de inferior calidad que el de la Mancha, es muy solicitado por ser más rico en materia colorante (...) y se cotiza a 50 pesetas libra castellana, precio que puede considerarse como muy remunerador».

Desde aquella época, el oro rojo ha sido muy importante para la localidad, especialmente para la agricultura familiar, siendo Tobarra en las últimas décadas del siglo XX, uno de los municipios de mayor producción de azafrán de regadío hasta que, por distintas razones, se fue abandonando su cultivo de forma mayoritaria, quedando relegado en relación a otras poblaciones de la provincia y de Castilla-La Mancha, pues sólo unos cuantos agricultores continuaron con su producción.

a punto de perderse. La imagen de los roseros y roseras, que anteriormente era habitual en el municipio, en las semanas previas y posteriores al Día de Todos los Santos, antes de la crisis estaba abocada a desaparecer en Tobarra, se volvió a incrementar hace cuatro o cinco años y en la actualidad hay una veintena de explotaciones familiares.

Se perdió durante décadas porque muy poca gente quería trabajar en el campo (la recolección es muy dura) a los precios que se podían pagar y porque los jóvenes ganaban más en otros trabajos menos duros, especialmente en la construcción; y se ha recuperado, en parte, porque en estos momentos de grandes dificultades económicas, el azafrán sirve para mejorar la economía de las familias, en las que uno o varios miembros se encuentran en situación de desempleo,

Pero los últimos datos (los referidos a la cosecha de 2013), no son nada halagüeños, ya que un gran porcentaje de la producción del azafrán de la Denominación de Origen La Mancha (a la que pertenece ahora el de Tobarra), no se pudo vender, ante la competencia desleal del que se importa de otros países, de menor calidad, y se envasa como español.

Y ese es uno de los problemas con el que se encuentra el mejor oro rojo del mundo, que es el de la Mancha, que muchas empresas nacionales envasan y venden como azafrán español el que han importado de otros países (que es mucho más barato), sobre todo de Irán. Quizá sea el momento de recuperar el azafrán clase Tobarra.