El granizo arrasó comarcas enteras de Albacete

E.F.
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Agentes ambientales de la Junta retiraron cientos de aves muertas en la Laguna de Pétrola mientras los viticultores de La Manchuela, Monte Ibérico y Corredor de Almansa hacían recuento de daños a muy pocos días de la vendimia

El día de ayer fue de recuento de daños en muchas localidades de las comarcas de La Manchuela, Monte Ibérico y Corredor de Almansa, después de la espectacular tormenta de granizo que cayó  ayer sobre las cinco de la tarde.

Tanto la junta de Comunidades como las principales organizaciones agrarias, Asaja y UPA, decían esperar ayer un grave impacto económico en el campo, sobre todo en el sector vitivinícola, que estaba a punto de empezar, o ya había empezado, la vendimia en muchos municipios afectados.

No obstante, las imágenes que mejor ilustraban la violencia de la tormenta no estaban en los tajos agrícolas, sino en la Laguna de Pétrola, donde ornitólogos y agentes ambientales de la Junta contaban, al mediodía de ayer, más de 300 jóvenes flamencos muertos y cerca de 60 heridos, trasladados de urgencia al Centro de Recuperación de Aves de la Junta en Albacete, en la carretera de Ayora.

En la parte de desgracia que le toca a la agricultura, los técnicos de la Consejería de Agricultura hacían una primera estimación de daños del 80% en olivar y del 100% en 13 municipios de la provincia que son, de acuerdo a sus datos, aún provisionales, Casas Ibáñez, Alborea, Villatoya, Casas de Ves, Alcalá del Júcar, La Recueja, Abengibre, Higueruela, Corral Rubio, Almansa, Bonete, Pétrola y Alpera.

Los técnicos de Asaja, por su parte, afinaban algo más por municipio, y sostenían que hay tres municipios donde los daños han sido del 100% en viña, almendro y olivar: Pétrola, Alborea y Bonete.

viento huracanado. «Algo que nos ha llamado mucho la atención es que, de acuerdo a las noticias que nos hacen llegar nuestros asociados, no solo ha habido daños por lluvia, por granizo, por arrastres del agua, sino también por un fuerte viento huracanado», señalaba ayer el presidente de Asaja, José Pérez Cuenca.

Como natural de Abengibre, Pérez Cuenca se encuentra entre los afectados, ya que en su municipio ha habido un grado de afección que ronda el 50%. «La gente está desesperada -describía- ya habían máquinas en el campo, parecía que este año nos íbamos a reponer de las tormentas del año pasado y ahora, con la gente en el tajo, llega esto».

Esta situación también preocupaba al secretario provincial de UPA, Ramón Sáez, quien mostraba su preocupación por los efectos que pueda tener la menor demora en la maquinaria burocrática sobre unos cultivos cuya atención no permite demora.

«Lo recomendable es retirar cuanto antes los racimos dañados, porque como se pudra el grano y empiece a fermentar, el efecto de la tormenta puede ser aún peor y lo malo es que el tiempo no nos favorece; si saliese el sol y se secase todo, podríamos aguantar unos días hasta que llegue el técnico del seguro, pero el tiempo que hay es húmedo, es lo peor».

Sáez, quien también tiene sus parcelas en la comarca de La Manchuela, explicaba ayer que la tormenta se les vino encima desde Bonete y que empezó a caer piedra con toda la fuerza casi cuando caía la noche.

la laguna. Más hacia el oeste, en la Laguna de Pétrola, un grupo de ornitólogos, veterinarios y técnicos de la Junta hacía recuento de daños. Al mediodía, ya iban por 330 animales muertos y 60 heridos. Y subiendo.

«En su mayor parte, los animales muertos son polluelos, que no pueden volar, y sobre todo animales jóvenes, que vuelan, pero no lo hacen aún lo bastante bien como para escaparse», explicaban.

La única «suerte», por decirlo de alguna forma, es que hace una semana los flamencos jóvenes eran 420, lo que significa que unos 90 podrían haberse salvado, al haber dejado atrás la Laguna antes de que llegase la tormenta.

«De haber pasado 15 días más tarde, la tormenta hubiese provocado muy pocas muertes, porque la mayor parte de los animales ya no estaría», se lamentaban.

Mientras tanto, lo único que podían hacer ayer era recoger cadáveres y trasladar, con la mayor rapidez posible, jóvenes aves con  alas rotas, picos quebrados y cuerpos magullados.