Chernobyl, ejemplo de ternura

Ana Martínez
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El fotógrafo albacetense Raúl Moreno pasea por todo el país una exposición sobre los niños ucranianos para invitar a las familias españolas a que los acojan durante el verano

El pasado 26 de abril se cumplieron tres décadas de uno de los accidentes nucleares más graves de la historia: Chernobyl. Después de todo este tiempo, el gobierno ucraniano sigue mirando para otro lado, a pesar de que más de un millón de habitantes  -entre ellos miles de niños- siguen viviendo en zonas con radiactividad y e ingiriendo alimentos contaminados con cesio. Aún así, sus habitantes no pierden la sonrisa, ni la esperanza, ni la ternura... Sus rostros desprenden energía y fortaleza, positividad..., también dureza, resignación, pasividad...

Ya en 2011, con motivo del 25 aniversario del accidente, el fotógrafo albacetense Raúl Moreno se puso en contacto con asociaciones que trabajan con niños ucranianos y organizan su acogida en verano por parte de familias españolas, con el fin de que durante la época estival puedan comer alimentos sanos que limpien su organismo.

Dispuesto a viajar a Bielorrusa para contar con su cámara lo que pasaba en Chernobyl 25 años después, Raúl Moreno tuvo la oportunidad de visitar también zonas afectadas de Ucrania. La experiencia fue tan inquietante, impactante y enriquecedora, que este año ha vuelto a Chernobyl para fotografiar cómo vive su población y qué vida llevan los afectados por la radiación. Un viaje «muy intenso», en el que Raúl Moreno ha vivido como «una vida nueva», una vida que no le corresponde, una vida rodeada de miseria y pobreza, especialmente en Ucrania, un país en guerra, donde se respira el dolor que tiene la gente con cáncer o con enfermedades respiratorias, consecuencia de la contaminación radiactiva.

Recuerda este reportero gráfico a una maestra que conoció en Ucrania y le explicó que allí «tener un cáncer es como tener un resfriado, por lo común que es». Tanto es así que Raúl Moreno asegura que el cáncer infantil en Ucrania es un 300% más elevado que la media del entorno europeo. Esto ha hecho mella en la sociedad ucraniana, una población que vive al día, consciente de que respira en una zona contaminada de la que no puede salir por falta de recursos económicos:«Ellos no piensan en el pasado, pero tampoco en el futuro».

Sus posibilidades de abandonar sus casas son escasas. Una maestra apenas cobra 80 euros al mes. Su actividad complementaria para garantizarse el sustento consiste en cultivar alimentos en tierras contaminadas:«Es un bucle difícil de solucionar por ellos solos; lo ideal sería eliminar la capa superior de terreno que está contaminada para que puedan seguir cultivando, pero son miles y miles de kilómetros cuadrados y eso les cuesta una pasta».

Raúl no entiende el empeño del gobierno de Ucrania por declarar limpia una zona que sigue contaminada por la radiactividad, mientras que en Bielorrusa, una «dictadura encubierta», los científicos no pueden contar lo que sucede y la información «no llega a la población».

En algunas ocasiones, los enfermos reciben una paga de los gobiernos, sobre todo aquellos liquidadores de Chernobyl que se encargaron de las labores de descontaminación, contención y mitigación de las zonas radiactivas.

Con motivo de la llegada del verano y debido a que el número de familias acogedoras de niños de Chernobyl ha descendido en España, las asociaciones Fedasib, Asnia y Bikarte han colaborado con Raúl Moreno en la elaboración de la exposición Chernobyl: el enemigo invisible, que después de mostrarse en San Sebastián, gracias a la Sociedad Fotográfica de Guipúzcoa, la semana pasada se inauguró en la Universidad Miguel Hernández de Elche (Alicante).

Una colección centrada en los niños de Chernobyl que Raúl Moreno quiere exponer en su ciudad natal de cara a la próxima primavera, con ocasión de la publicación de un libro de fotografías sobre las consecuencias de este desastre nuclear.