El Cristo abandonó el Sahúco a hombros y entre vítores

E.F.
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La Romería de Traída comenzó a ritmo rápido, bajo un cielo gris y una tarde fresca que dieron ritmo y vigor a los 'andarines' que, un Lunes de Pentecostés más, portaron la efigie a la carrera hasta la parroquia de La Esperanza

El Santísimo Cristo del Sahúco inició ayer su recorrido anual por los 15 kilómetros que separan la aldea donde se encuentra su Santuario del municipio de Peñas de San Pedro.

Como cada Lunes de Pentecostés, que es la fecha de la Romería de ida, la jornada comenzó con una Misa en la aldea del Sahúco y, tras la celebración, la efigie del Cristo salió en procesión hacia el paraje de la Cruz Chica, seguida de la Virgen.

Como es habitual, mientras se celebraba la liturgia, los ‘andarines’, esto es, los corredores, se concentraban en la ya mentada Cruz Chica para realizar su propio ritual.  Calentamiento, estiramientos -no en vano, son 15 kilómetros de carrera por relevos, portando un peso considerable- y ponerse el fajín, rojo o azul, sobre el cual, a su vez, se ciñe un grueso cinto de cuero para proteger la espalda del esfuerzo que se avecina.

Poco antes de la llegada del Cristo, un grupo de devotos trajo el cajón de madera que, con forme de cruz, sirve para custodiar en su interior la sagrada efigie, mientras la portan los ‘andarines’ . Al mismo tiempo, el ‘santero’ comenzaba el sorteo de las ‘parejas’ que, aunque sean ‘parejas’, son equipos de cuatro corredores.

Y, por fin, poco después de las seis de la tarde, llegó el Cristo que, con sumo cuidado, fue depositado en el arcón. Así, al grito tradicional de «¡Viva el Santísimo Cristo del Sahúco! ¡Viva su Santísima Madre! ¡Viva el acompañamiento!» comenzó la sagrada carrera, que este año discurrió rápida, con algo menos de lo habitual y bajo un día y gris y fresco que, al menos  alentaba a los ‘andarines’ a seguir un ritmo rápido.

La llegada a la primera parada, la de la  Cruz del Pardalejo, se hizo   en algo más de tres cuartos de hora, como es habitual, la Guardia Civil, varios jinetes y, este año, un grupo de ciclistas precedieron a los ‘andarines’ que, poco antes de llegar, hicieron una breve parada para terminar de realizar uno de los relevos.

Este año, se vieron pocas -o ninguna- alegrías con la indumentaria de los corredores. Las únicas variaciones, este año, eran de tipo práctico, esto es, zapatillas de carrera profesionales o semiprofesionales, de una gama de colores que contrastaba con la pureza del blanco del traje de ‘andarín’ y, escondidos bajo las mangas, se veían smartphones con aplicaciones para medir la distancia, el ritmo o el número de zancadas.

Por lo demás, y tras las dos paradas de rigor, el Cristo llegó ayer a Peñas, donde permanecerá hasta finales del próximo mes de agosto, como es habitual.