Sí, pero... (3-2)

Cristóbal Guzmán
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El Albacete consiguió una victoria de gran valor, pese a sus deficiencias defensivas

El Albacete Balompié va sacando la cabeza del hoyo. Ha abierto la segunda vuelta del campeonato con dos victorias esperanzadoras, pero el gran respiro que se ha dado no deja de mover a la reflexión del porqué precisa al menos tres goles para ganar.

El partido de ayer volvió a dejar notas de incertidumbre. El Albacete fue muy superior a su adversario durante la mayor parte del partido, hasta el punto de que debió de dejar el encuentro resuelto incluso antes del descanso. En los primeros minutos los blancos llegaban con facilidad al área visitante. Primero fue Portu (excelente su despliegue en la primera mitad) el que se plantó ante Dani para estrellal el balón en el exterior de la red, y poco después una mano de Albizua dentro del área supuso un penalti inapelable, si bien la ejecución de Chumbi no lo fue tanto cuando el travesaño escupió su remate.

Las desgracias nunca llegan solas, y después de que Keko rondara el gol con un remate atajado por el guardameta en dos tiempos, el Tenerife se encontró con un gol nada acorde con su paupérrimo fútbol, cuando Antoñito no supo cortar un avance de Albizua aparentemente con pocas opciones. El lateral recogió la pelota de la línea de banda, supero por velocidad a Pulido y la puso en el segundo palo, donde el joven Rivero marcó a placer. Volver a empezar.

El Tenerife, probablemente el peor equipo que ha pasado por el Carlos Belmonte hasta ahora, seguía a lo suyo, acumulando hombres de forma desordenada, quitándose el balón de encima a las primeras de cambio y convirtiendo en oro la habitual debilidad del lateral derecho del Albacete.

Aun así, los blancos no se desanimaron y Portu, tres minutos después, atrajo a los defensas y sirvió un pase a interesante a Keko que, llegando en carrera, sólo pudo rematar desviado.

Llegaron las primeras indeciciones a la hora de sacar la pelota jugada, los murmullos cuando entraba en acción Dorronsoro y cierta precipitación en los zagueros, y por eso nunca le vino también al Albacete empatar el partido en el ecuador. La providencia quiso que fuera Chumbi el que enmendara su error desde el punto de penalti cuando, atento en el segundo palo, recogió una prolongación de Pulido para rematar a puerta vacía en un saque de esquina bien botado por Antoñito.

Hasta entonces, el Tenerife había mostrado señales inequívocas de debilidad, pero alcanzar las tablas y la firma de una tregua fue todo uno. El Albacete ya no llegaba con tanta claridad y el Tenerife, descosido y sin recursos, se tomó un pequeño respiro.

Ya en las postrimerías de esta primera mitad, los de Luis César volvieron a dar señales de vida en una pared precisa entre Chumbi y Antoñito, cuyo servicio templado no pudo cabecear con precisión Samu en el segundo palo.

La segunda mitad se inauguró con el 2-1, a la salida de un saque de esquina bien resuelto por Chumbi, esta vez de cabeza.

El Tenerife, ya sin la coartada del marcador, adelantó sus líneas e intentó aplicarse en la brega sin nada que perder, pero el Albacete se encontraba cómodo nadando a favor de corriente, enlazando bien entre líneas y creando problemas, aunque, pardójicamente, volvió a ser a balón parado como puso remedio a sus cuitas, esta vez en otro testarazo de Pulido que convirtió su segundo gol en una semana.

El encuentro parecía cerrado, y más con el equipo de Álvaro Cervera casi desquiciado, corriendo detrás de la pelota y sin apenas opciones como fueran las ingenuas faltas de los locales en las inmediaciones del área.

Keko tuvo el 4-1 en sus botas en un saque largo de Dorronsoro que le dejó ante Dani, pero no supo resolver, y como no podía faltar la habitual dosis de sufrimiento, otro error de marcaje dio lugar al 3-2. Cristo González, solo, burló a Dorronsoro por alto.

Luis César renovó su artillería para reactivar a su equipo, pero un par de errores de Miguel Núñez en la entrega y la incertidumbre de un eventual empate imprimieron emoción a un partido que no llevaba tales derroteros. Y aún pudo ser peor si el árbitro no hubiese anulado un gol aparentemente legal de Carlos Ruiz en las postrimerías del partido.

El Albacete pidió la hora y acabó ganando con justicia, pero no todos los días son fiesta.