Oncología espera que con la ampliación del Hospital aumente la edad pediátrica

ANA MARTÍNEZ
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Infraestructuras y recursos humanos especializados son las principales carencias de una Unidad que atiende una media anual de 15 nuevos diagnósticos de cáncer infantil

Se conoce como OncoHematología a la parte de la Hematología que está relacionada con aquellos procesos cancerígenos que se originan en los órganos encargados de formar la sangre y en los ganglios linfáticos. Y Pediatría es la especialidad médica encargada de estudiar el crecimiento y desarrollo de los niños de cero a 14 años, así como del tratamiento de sus enfermedades.

Cáncer y niños. Niños y cáncer. Son los pacientes y la enfermedad que llega hasta la Unidad de OncoHematología Pediátrica del Complejo Hospitalario Universitario de Albacete (CHUA), ubicada en la sexta planta del Hospital General de Albacete.  Allí atienden a niños diagnosticados con cualquier tipo de cáncer desde la edad neonatal hasta los 14 años, momento en el que cualquier paciente, tenga la patología que tenga, pasa a los servicios de adultos.

Desde hace muchos años, la Asociación de Familiares de Niños con Cáncer viene reclamando que esta edad pediátrica se incremente hasta los 18 años. Entienden que no es muy apropiado ni de buen gusto que un chaval con 15 o 16 años pase el proceso de tratamiento y curación en habitaciones compartidas por personas mucho más mayores. El doctor Miguel Lillo, junto a la doctora Marisa Bueno, está al cargo de la Unidad de OncoHematología Pediátrica del CHUA. Conoce bien sus virtudes y sus defectos, entre estos últimos, la imposibilidad de ampliar esa edad pediátrica hasta los 18 años por cuestiones de espacio y por falta de personal de Enfermería especializado que atienda a los adolescentes. Se muestra completamente de acuerdo con que la edad pediátrica llegue hasta los 18 años, no sólo en Oncología, sino en todas las patologías que trata la sanidad pública. Cierto es que se trata de un antiguo debate en el que nunca se ha llegado a la unificación de criterios, lo que ha producido que la edad pediátrica dependa de la voluntad de cada comunidad autónoma y en determinadas zonas llegue hasta los 14, los 16, los 18 e, incluso, los 21 años. «En Castilla-La Mancha, la edad pediátrica llega hasta los 14 años, cuando cumplen los 15 los pasan a adultos, pero los chicos con esas edades que son tratados con los protocolos pediátricos responden mejor que con los protocolos de adultos».

«Me gustaría mucho que se solucionara este aspecto, pero la ausencia de unas infraestructuras adecuadas y  de personal especializado imposibilitan esta ampliación de la edad pediátrica», explica el doctor.

Por eso, en la Unidad de OncoHematología Pediátrica de Albacete confían en que la construcción del anunciado Hospital Materno-Infantil, sobre las actuales instalaciones del CAS, den por fin solución a esta añeja reivindicación, que debe de partir de las asociaciones afectadas y de la voluntad política y de los gestores sanitarios. «En la actualidad, las habitaciones son compartidas y no es lo mismo que estén ingresados niños de siete y ocho años, que juegan y tienen un tipo de actividad concreta, que un niño de ocho años comparta habitación con otro de 18».

La incidencia habitual del cáncer infantil es la misma en casi todos los hospitales de España y en casi todos los países, viene a ser alrededor de 15 nuevos casos diagnosticados por cada 100.000 habitantes menores de 14 años. El área de atención de esta Unidad cuenta con unos 60.000 niños, lo que origina que cada año reciba entre 10 y 15 nuevos casos al año. En los menores, el cáncer más frecuente es la leucemia y, dentro de ella, la linfoblástica aguda, mientras que en tumores sólidos, el diagnóstico más habitual son los que atacan al sistema nervioso central, los conocidos como neuroblastoma y tumor de Wilms, que daña las células de los riñones. Tras ellos, aparece el linfoma, que mayoritariamente se diagnostica en adolescentes.

Aunque no tiene un perfil concreto y delimitado, es cierto que la incidencia del cáncer infantil es algo mayor en los niños y que después de los tres-cuatro años, hay un pico ascendente hasta los ocho, edad en la que vuelve a bajar para luego subir levemente en los 10-12 años.

El origen y las causas que provoca el cáncer en los niños es todo un misterio. El doctor Lillo considera que hay mucho de genética y poco de agentes externos, porque hasta las células cancerígenas se pueden formar en el embrión. A ello se une que los agentes externos «son prácticamente inexistentes en los niños, no han tenido tiempo para favorecer la aparición de las células cancerígenas».

La detección precoz en cualquier enfermedad puede salvar muchas vidas. No difiere mucho del cáncer infantil. Por eso, para el doctor Lillo es importantísimo que los niños acudan de forma reglada a sus revisiones en Atención Primaria, dado que «es el primer escalón del reconocimiento». De hecho, como las visitas al pediatra son más frecuentes cuanto menos edad tienen, es lógico deducir que aun con características especiales o raras, los tumores oncológicos se detectan antes en niños que en adolescentes. «Pediatría en Atención Primaria es fundamental, porque pueden identificar el cáncer en sus estadíos más tempranos y de esta forma suministrar tratamientos o cirugías no tan agresivos», reitera el responsable de la Unidad de OncoHematología Pediátrica de Albacete.

<b>Primaria y Urgencias.</b> Es gracias a la labor que ejercen los pediatras de Atención Primaria cómo la mayor parte de los nuevos diagnósticos llegan derivados al Hospital General de Albacete, junto al Servicio de Urgencias, donde niños y adolescentes pueden acudir con otras patologías más banales con las que en muchas ocasiones dan la cara tumores escondidos. También hay otras especialidades como Traumatología y Neurocirugía que detectan algunas anomalías en sus pacientes y los envían al doctor Lillo y su equipo.

Es ante cualquier sospecha de padecer cáncer cuando neonatos, niños y preadolescentes ingresan en la sexta planta del Hospital General de Albacete para someterse a una serie de pruebas diagnósticas, no sólo de confirmación, sino también de extensión de la enfermedad. De corroborarse el presagio, la Unidad de OncoHematología Pediátrica está lo suficientemente preparada como para afrontar el tratamiento integral de la enfermedad. Una característica que tiene sus excepciones: bien por el tipo de tumor, bien por la gravedad del cuadro clínico, los médicos especialistas de OncoHematología pueden decidir su traslado para su posterior tratamiento en hospitales de referencia de Madrid o Valencia. A ello se une la posibilidad que ofrece el Sescam de recibir una segunda opinión, lo que origina que muchos padres pidan traslados a otros hospitales, solicitudes que también se producen por motivos geográficos o de arraigo familiar.

Fue en el año 2004, tal y como recuerda el doctor Lillo, cuando el Hospital General de Albacete asumió los tratamientos integrales del cáncer infantil. En un solo año apenas se trasladan dos o tres pacientes porque por lo general presentan tumores que ni aquí ni en otros muchos hospitales se pueden extirpar o curar, circunstancias que se dan en aquellos niños o adolescentes que sufren un hepatoblastoma y requieren un trasplante de riñón, en aquellos otros que necesitan una amputación concreta y en los pacientes que sufren leucemia y tienen recaídas. «Todos los hospitales del país tenemos un buen contacto; las derivaciones y traslados se producen por cuestiones de infraestructura; asumir todos los tratamientos es muy difícil». En las últimas décadas, la OncoHematología ha avanzado de forma tan espectacular, que ya registra unos porcentajes de curación desconocidos para otro tipo de tumores en edades adultas. Tanto es así que el doctor Lillo cifra en un 80% el índice de supervivencia global del cáncer infantil en España, en un periodo de cinco, un porcentaje que se eleva un poco más en el Complejo Hospitalario Universitario de Albacete. La mala noticia -que en este tema siempre aparece- es que a pesar de que hay tumores que prácticamente tienen una supervivencia del cien por cien, también los hay con porcentajes mucho más bajos y, por tanto, letales.

Para conseguir, en la medida de lo posible, que la mortalidad del cáncer infantil siga disminuyendo, el doctor Lillo vuelve a insistir en la importancia de acudir a las revisiones de Atención Primaria: «Hay que tener en cuenta -subraya- que uno de cada 700 adultos puede ser superviviente de un cáncer infantil», una consideración que se logra cuando controles y vigilancia han sido superados.

Aquí también interviene la investigación. La carga asistencial de la Unidad albacetense no deja tiempo para ello, pero los especialistas participan en ensayos clínicos a nivel nacional e internacional y en trabajos multicentros. También tienen la posibilidad de contactar con todo momento con centros hospitalarios del resto de España para adquirir nuevos tratamientos o poner en marcha nuevos protocolos: «No estamos solos», confluye el doctor Lillo.