Pólvora y poesía

J. López / Valverde del Júcar
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Los Moros y Cristianos de Valverde de Júcar celebraron Los Dichos, la batalla verbal y explosiva que escenifica la tradición y la victoria del Cristianismo y del Santo Niño. El tiempo soleado congregó a un mayor número de asistentes.

La imagen del Santo Niño, en poder del bando moro, se encamina desde la Plaza de la Verdura al segundo de los encuentros. - Foto: Reyes Martí­nez

Como manda la costumbre, Valverde de Júcar se engalanó esta semana para honrar a su patrón, el Santo Niño, y celebrar las primeras fiestas de moros y cristianos que se ofician en España cada año. En estos días, la localidad valverdeña respira la más honda tradición arraigada en cada generación, que participa del acervo con intensidad y mucha devoción. Así ocurrió este martes en la escenificación de los populares Dichos, un auto sacramental del siglo XVIII –1.500 versos octosílabos de rima asonante– que representa la lucha entre ambos bandos por la imagen.

Javier Belmar, general de Dichos de la Compañía de Moros, y Alejandro Guijarro, general de Dichos de la Compañía de Cristianos, fueron los elegidos este año para encarnar los papeles más importantes. Con suma destreza y rigor, narraron fielmente el rico texto de la contienda que, desde 1802, se recuerda año a año en la localidad.

La batalla verbal de los generales de Dichos se aderezada con cantidades ingentes de pólvora que cristianos y moros, ataviados con sus singulares y coloridos trajes, descargan al cielo con sus arcabuces y trabucos.

Un ruido atronador que hace temblar Valverde de Júcar y que obliga a propios y a extraños a llevar consigo tapones y esponjas para evitar que el estruendo de la pólvora no haga mella en los oídos.

Nadie se quiso perder el momento. Y es que el tiempo soleado, más caluroso e impropio de estas fechas que otra cosa, acompañó a la escenificación. De hecho, una gran cantidad de público se personó con puntualidad para presenciar la salida de la imagen del Santo Niño, portada en andas, de la Iglesia de Santa María Magdalena. Con devoción y cierto nerviosismo, los presentes acompañaron a las tropas mora y cristiana en el primero de los tres encuentros. Además del alcalde, Álvaro Cárcamo, la comitiva de autoridades estuvo representada por el presidente de la Diputación Provincial, Benjamín Prieto; el subdelegado del Gobierno enCuenca, Juan Rodríguez; El director provincial de Economía, Empresas y Empleo, Óscar Martínez; el cronista oficial de Cuenca, Miguel Romero; así como alcaldes de localidades de la comarca.

la contienda. El Santo Niño, acompañado del sonido del tambor y la dulzaina, esperó en la Plaza de la Verdura a que los generales de Dichos comenzarán la batalla verbal. «¡Gracias a Alá, mahometanos que por fin llegó el momento de manchar el pavimento con sangre de los cristianos!», animaba el general moro, a caballo, a sus tropas.

«¡A las armas y a vencer y a matar al invasor, y a destruir el poder de Mahoma el impostor!», le contestaba el cristiano. Tras la descarga de pólvora, el bando moro se apropió de la imagen, cambiando el birrete por el turbante.

En la segunda escena, en la calle de San Marcos, el general cristiano lamentó la pérdida de la imagen, pero no se dio por vencido e incitó a sus huestes a luchar por recuperar al santo patrón. «¡Muera el África, cristianos! ¡Viva España vencedora!». El Santo Niño pasaba a manos de los cristianos, que lo portaban hasta el último encuentro.

En la Plaza Mayor, el general de Dichos de la compañía mora acabó por rendirse ante los cristianos. Se apeó del corcel negro y pidió, de rodillas, clemencia y perdón.

«¡Dios es bueno y desde arriba mandará su bendición, digamos de corazón: ¡Viva el Santo Niño», recitaron ambos generales frente a la santa imagen. «¡Viva!», respondieron los presentes al unísono.

Tras el abrazo sentido de los generales y de los miembros de ambas compañías, y las descargas a discreción de los arcabuces, los presentes entraron al templo para asistir a la Santa Misa. Para concluir, la rueda de salvas, la arenga del general cristiano, el correr de banderas y la descarga general en honor al Santo Niño llenó la Plaza Mayor de una gran nube de pólvora.