La niña que no quiso ser Rita Hayworth

Guillermo Balmori
-

En el centenario del nacimiento de la actriz se edita un lujoso volumen que analiza la vida y la obra de esta diva que aborrecía Hollywood

Rita siempre decía que nunca había pensado en sí misma como un símbolo sexual y que se sentía más una comediante que bailaba. Todos los que la conocieron decían lo mismo. En persona nada tenía que ver con la imagen de sex symbol que proyectaba en el cine.

Según contaba Orson Welles, su segundo marido, se trataba de «una total caracterización, como le sucedía a Lon Chaney haciendo de hombre lobo», aseveraba el director. «Su erotismo era de otra clase, porque su cualidad básica era la dulzura. Además, poseía una esencia riquísima, muy interesante y a la vez el polo opuesto de lo que suelen ser las estrellas de cine», decía Welles, que anotaba que nunca se maquillaba, salvo para ir a trabajar. 

Welles siempre afirmó que Rita Hayworth sentía asco por Hollywood porque le había obligado a ocupar una posición que no le gustaba. Ser una estrella de cine nunca le produjo placer alguno. 

No deja de ser significativo que las películas favoritas de Rita y, según sus propias palabras, las únicas que no le causaban risa, eran los dos musicales que hizo con Fred Astaire, donde era una chica dulce y cándida. Es cierto que en estos trabajos se ve a una Rita natural y relajada. Con toda probabilidad es donde fue más ella. Lo que está claro es que la verdadera Rita no era como Gilda, Carmen, Doña Sol o Salomé. Todo eso eran invenciones de Hollywood. «Los hombres se acuestan con Gilda pero se levantan conmigo», solía resumir así la tragedia de su vida. 

Pero… ¿por qué si era lo más alejado a una femme fatale en su vida privada, proyectaba aquella imagen en el cine con tanta nitidez? Digamos que estaba acostumbrada a ello desde niña. Su padre, el español Eduardo Cansino, le robó la infancia. Esperaba con ansias que su pequeña creciese para que pudiese bailar con él y de ese modo resucitar a The Dancing Cansinos, la exitosa pareja de baile que había formado con su hermana Elisa a principios de siglo y que abarrotaba los mejores teatros. 

El progenitor proyectó en Rita una imagen de mujer con tan solo 13 años, a través de una niña maquillada que parecía de más edad. Margarita aprendió a ser sensual desde pequeña y su padre no solo lo permitió sino que lo fomentó falsificando su partida de nacimiento y sobornando a las autoridades para que la dejasen actuar en casinos ilegales. 

erotismo. A la Rita adolescente se le exigió que expresase sensualidad en aquellos espectáculos de baile con su padre y poco a poco fue  aprendiendo a aparentarla, a pesar de que en realidad era solo una cría tímida y asustada. 

El coreógrafo Hermes Pan, que la conoció en el set de Sangre y arena, corroboraría esta dualidad: «¡Resultaba difícil creer que fuesen la misma persona!» Lo mismo le ocurrió a James Cagney en el rodaje de La pelirroja: «Podía ser la chica más sexy del mundo, pero cuando la cámara dejaba de rodar, se sentaba en una silla sin mediar palabra».

El éxito de Rita Hayworth y lo que le hacía tan especial, como a Marilyn Monroe, era precisamente esa mezcla extraña entre sensualidad y dulzura. Ella,más todavía que Marilyn, transmitía dulzura, ternura y, en definitiva, bondad. Era Gilda, sí, pero todos sabíamos que era una buena chica. 

Ahora, aprovechando el centenario del nacimiento de Hayworth, sale a la venta El universo de Rita Hayworth, un voluminoso tomo que ahonda en la vida y obra de esta gran estrella de Hollywood.