Letur inaugura las rutas senderistas

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Más de 80 personas recorrieron unos 18 kilómetros del entorno de la localidad en el primer itinerario de los siete que oferta la Diputación Provincial de forma gratuita hasta final de año

Una foto de grupo justo antes del inicio de la ruta. - Foto: La Mancha Press

El pasado fin de semana se realizó la primera de las siete la rutas de senderismo que la Diputación Provincial de Albacete ha programado para este último trimestre del año. Fue en Letur, «con el agua y la piedra como símbolos indiscutibles de esta sierra».

Tras el saludo de la alcaldesa de Letur, María del Carmen Álvarez López, y de los guías de la Asociación Senderista El Regalí, que colabora en la organización, se hizo la foto de rigor de los más de 80 participantes, entre lugareños y el autobús que la Diputación facilita desde Albacete de forma gratuita. Comenzó entonces la ruta, con la participación también del diputado provincial de Deportes, Ángel Salmerón.

Según el relato de los participantes, el itinerario comenzó en el puente de la Cruz Blanca, salvando el cauce del arroyo Letur que se forma con las aguas que nacen a unos 500 metros, en Las Fuentes.

Descendiendo por el camino de la Arteluza, bajada abrupta, donde pudieron contemplar «infinidad de hormas de piedra de tradición musulmana, donde con ingenio y esfuerzo, los antiguos letureños consiguieron ganar espacio a la montaña para cultivar. Árboles centenarios, chorreones de agua, como el de Jilo, que sirven para trasvasar el agua desde la huerta del Cantero hasta la del Ruico».

A continuación, la huerta de la Artezuela, «horadada por varios cauces de agua, formando cuevas y grutas, que ven la luz en el nacimiento de la Fuensanta. Llega después el arroyo de Letur, que tras haber regado las huertas de arriba, transcurre silencioso y callado hasta el río Segura. Un valle lleno de vegetación, donde quizá con menos gente se podría encontrar tortugas, nutrias, zorros o jabalíes».

Con el arroyo siempre a la derecha, se pasó después por el molino de Almiro, típica construcción de tapial, que antes fue molino para la fabricación de papel y luego  de grano, con el agua como fuerza motriz. Tras él, diversos núcleos poblacionales: verdaderas factorías agrícolas y ganaderas que aprovechaban sus aguas, como el Peralejo, El Niño Sánchez o Los Padrillos, que contaban con unas 20 familias.

Al ascender la última cuesta, «descubrimos al Segura, el gran río que vertebra la sierra y que sirve de límite entre Elche de la Sierra y Letur. Atravesamos ahora la aldea del Almazarán, hoy deshabitada pero que llegó a albergar a más de 200 personas». Después de un «merecido bocadillo para reponer fuerzas», la Sierra del Regalí, «el Segura a nuestra izquierda, atravesando la garganta que el agua ha ido esculpiendo, encima el poblado íbero de la Muela, de difícil acceso. Más adelante el cortijo de los Bancalicos, hoy habitado y recuperado por unas familias que muy gustosamente nos invitaron a un zumo de granada».

«Ante nosotros, la senda del Caracol. La parte más dura de la marcha y la que más duda creó, ante la dificultad de la marcha, que se anunciaba media y más bien era alta. Pasamos de menos de 500 metros a cerca de 800. Este antiguo camino era la ruta natural hacia el norte, permitiendo el transito de personas y animales. Las vistas  merecían la pena», añaden.

En el descenso, «aparece ante nosotros Letur, asentada sobre un peñón de piedra caliza. Pasamos junto a un enorme pino, el del Ato, que servía para que los antiguos agricultores colgaran sus viandas. Descendemos hasta la rambla de la Solana, subimos la cuesta de las Salegas y caminamos por la huerta de los Olivares, de origen musulmán y con olivos de más de 500 años».

Tras el paraje del Baño, por la cuesta de los Molinos, cuyo nombre proviene de los tres que existen en ella, se llegó a Letur. Su casco urbano está declarado Conjunto Histórico Artístico, siendo el mejor ejemplo de arquitectura mudéjar de la provincia, con lugares tan emblemáticos como el Ayuntamiento del siglo XVI, la ermita de la Concepción del Alto, el Arco de las Moreras o la calle Barranco. Ya solo quedaban los gazpachos y las gachas que, entre otros manjares, sirvió el bar El Castillo a los participantes.