El próximo lunes, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, recibirá en La Moncloa al de Cataluña, Joaquim Torra, que tiene una única exigencia: «culminar» el proceso separatista. La declaración del pasado martes de la vicepresidenta, Carmen Calvo, en la que se invitaba al gerundense a dialogar «sin cortapisas», incluso de la consulta, hizo que el frente secesionista viera el cielo de la independencia abierto. De hecho, ERC y PDeCAT dieron su apoyo en el Congreso al líder socialista en la difícil tarea de designar el Consejo de RTVE a cambio de eso que prometía la andaluza:hablar sin cortapisas.  

Así, en la primera partida de cartas que van a jugar el jefe del Ejecutivo y el del Govern, Sánchez parte con desventaja, ya que, muy posiblemente, sea el plebiscito el monotema de una cita entre un mandatario novato y un político sin experiencia que tiene claro que Carles Puigdemont es el auténtico president, y que debería ser él el que se viera con el madrileño. De momento, Torra ha logrado lo que su mentor no pudo:hablar con el presidente del Gobierno de España sobre la autodeterminación. Yes que Rajoy nunca quiso dialogar con alguien que exigía que se pusiera sobre la mesa un referéndum separatista.  

Sobre ese término, la autodeterminación, se expresó esta semana de una forma muy tibia -se limitó a recordar que esa figura no existe en la Constitución- la ministra de Política Territorial, Meritxell Batet, que fue la misma que en 2013 rompió la disciplina de partido para apoyar en el Congreso de los Diputados el derecho a decidir. En menos de un lustro ha pasado de tener que pagar una multa de 600 euros a ser la principal interlocutora del Gobierno con la Generalitat.