Justicia para los hijos de la Talidomida

MAITE MARTÍNEZ BLANCO
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Camino del medio siglo de vida, aquellos niños que nacieron con malformaciones por la ingesta de un fármaco cuando su madre estaba embarazada luchan ahora porque se les reconozca una indemnización

Cartel del documental estrenado esta semana sobre la talidomida. - Foto: 50adv.com

Sus madres embarazadas acudieron al médico buscando un remedio contras las náuseas. Lo que encontraron fue una píldora maldita: la talidomida, un principio activo que unos dicen causó malformaciones a 10.000 niños, otros hablan de 20.000 bebés dañados, lo cierto es que no es fácil conocer una cifra exacta.

 Su batalla ahora en España es que les reconozcan como talidomídicos, que admitan que este sedante que se administró a sus madres en plena gestación para calmar su malestar es el origen de todos sus males. Y que les indemnicen por ello. Igual que se ha hecho en otros países europeos.

A finales de los años 50, la farmacéutica alemana Grünenthal patentó y comercializó en todo el mundo la talidomida. A partir de 1957 se vendió de forma masiva, bajo distintas marcas, como sedante para paliar náuseas y mareos de las gestantes. Se aseguraba, además, que su ingesta era segura, que no había riesgos.

retirado. Poco tardó en descubrirse que no era así, pero el daño ya estaba hecho. Solo meses después de ser administrado, se hicieron frecuentes los nacimientos de niños con graves malformaciones. Tardó cuatro años en ser retirado, en 1961 sus dañinos efectos eran tan evidentes que dejó de venderse. En España la orden de prohibición se dio en mayo de 1962, peros los afectados aseguran que la talidomida, que tres laboratorios vendían en nuestro país con siete nombres distintos, se estuvo administrando hasta 1965, cuando ya se conocían sus perversos efectos.

«Mi madre no recordaba la marca, pero sí conservaba en la memoria el momento en el que fue al médico porque le daban náuseas y le dieron algo que seguramente habían dejado los visitadores médicos», relata Alejandro Díaz, que nació hace 50 años con una malformación que los médicos atribuyeron entonces a una «mala posición del feto». Hoy, Alejandro, un mecánico de coches y conductor de grúa jubilado a la fuerza, está convencido de que su malformación (le falta el antebrazo derecho) fue ocasionado por esa píldora mutiladora que alguien recetó a su madre.

La primera vez que esta palabra resonó en sus oídos fue en 2006. Una enfermera con la que se encontró casualmente en vacaciones le preguntó si era talidomídico. No hizo mucho caso. Al año siguiente la historia se repitió. «Estaba de crucero y un médico que iba en el barco me preguntó que si lo mío había sido por la talidomida». Otra vez esa detestable palabra. Alejandro buscó información para saber de qué se trataba y así se tropezó con Asociación de Víctimas de la Talidomida de España (Avite) creada en 2003 y que ha conseguido sentar en el banquillo a Grünenthal.

No se cuestiona que la talidomida trajo al mundo a miles de niños sin extremidades o con brazos y piernas mal formadas. Muchos murieron a los pocos días de nacer. Otros sobrevivieron y ahora que traspasan el medio siglo de vida arrastran secuelas que se sospecha van más allá de estas malformaciones evidentes.

daños continuos. Se cree que la talidomida es la causa de unos «daños tardíos» por la «colocación errónea de los vasos, nervios y músculos». En base a estas secuelas posteriores, un juzgado de Madrid entendió que aún se estaba a tiempo de condenar a Grünenthal a indemnizar a las víctimas a razón de 20.000 euros por punto de minusvalía reconocida. La sentencia otorgó este derecho a los únicos 24 afectados por talidomida que en  España están reconocidos como tal por el Ministerio de Sanidad, en base a un decreto del año 2010, pero dejó la puerta abierta a que otros talidomídicos que pudieran demostrar serlo reclamasen dicha indemnización. La Asociación ha tramitado sus peticiones a otras 300 personas, cuatro de ellas de Albacete.

Esta victoria judicial de David contra Goliat, de las víctimas contra la farmacéutica alemana duró poco. Hace unos días, la Audiencia Provincial de Madrid resolvió a favor de Grünenthal, con el argumento de que el caso había prescrito, pues esos daños de aparición tardía de la talidomida están aún por investigar científicamente.

Sin duda, esta decisión de los magistrados ha caído como un jarro de agua fría en los afectados, pero no tirarán la toalla. Mientras preparan el recurso al Tribunal Supremo, tratarán de llamar a la puerta de Europa. Mañana una delegación de víctimas españolas se reunirá en el Parlamento Europeo con eurodiputados y les contarán lo injusto que es que en España apenas se haya reconocido como talidomídicos a 24 personas, cuando «en Alemania hay 2.900 víctimas indemnizadas, 500 en Gran Bretaña o 300 en Italia», enumera Rafael Basterrechea, vicepresidente de Avite a La Tribuna de Albacete.

Alemania ajustó cuentas con las víctimas de Grünenthal hace décadas, en 1968 se inició el llamado proceso Contergan y dos años después los afectados alemanes negociaron una indemnización que paga, principalmente, la farmacéutica que de esa forma logró que en 1970 se diera carpetazo a este asunto en los tribunales alemanes. Aún así, se dejó claro la relación que existía entre la talidomida, las malformaciones y la imprudente actuación de la empresa.