Zorita remata su desmontaje radiológico y descontaminación

belén monge ranz
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La previsión de Enresa pasa por concluir el desmantelamiento en el 2020, con un coste total de 160 millones de euros. La demolición convencional de edificios como la cúpula empezará a mediados de 2019

belén monge ranz / guadalajara

Buscaban un emplazamiento cerca a Madrid y a un río, y eligieron la Alcarria, concretamente el término de Almonacid de Zorita. Allí se levantó la primera central nuclear de España hace casi medio siglo. Su primer nombre fue Zorita, pero a los almonacileños no les hacía mucha gracia que llamara como el pueblo vecino y fue rebautizada como nuclear José Cabrera, en honor al ingeniero que la construyó. Inaugurada el 12 de diciembre de 1968 por el entonces Jefe del Estado Francisco Franco, en apenas dos meses cumpliría 50 años si no se hubiera decidido su cierre definitivo en abril de 2006. 

Precisamente, la aparición de más de un centenar de grietas en la tapa de la vasija del reactor fue el detonante que aprovecharon en ese momento los grupos ecologistas para hacer fuerza y volver a la carga contra la energía nuclear. Finalmente, Zorita se clausuraría en el 2006, con el acuerdo de todos los partidos políticos y con 38 años de actividad. Y cuatro años después, en el 2010, la Empresa Nacional de Residuos Radiactivos (Enresa) se haría cargo de esta planta con 160 megavatios (MW) de potencia instalada para iniciar un desmantelamiento, del que ya se ha ejecutado más del 85 por ciento.   

A día de hoy, la imagen externa de Zorita aún conserva gran parte de su fisonomía pese a la retirada ya de su gran chimenea. En una visita a sus entrañas se pueden observar algunas de las numerosas marcas que hay en suelo, paredes y algunos elementos en los que se ha actuado o toca actuar. El director del Desmantelamiento, Manuel Ondaro, lo explica muy gráficamente al reconocer que el corazón de la planta y demás órganos vitales están retirados y que «sólo queda por quitar la piel y los huesos». 

Un proyecto complejo cuantificado por Enresaen 160 millones de euros y del que todo parece indicar que se prolongará hasta el 2020, algo más de lo previsto. Se busca dejar la instalación a un nivel de contaminación 0.0, y recobrar el paisaje previo a la construcción de esta mole de cemento y otros muchos materiales. Precisamente, otro de los elementos más identificativos de la fisonomía de Zorita es la cúpula de color naranja rojizo y unos  30 metros de diámetro que aún se puede ver a una distancia de kilómetros. Esta tarea está prevista para mediados del próximo año. El proceso administrativo para que las empresas interesadas se postulen ya está abierto según señala a La Tribuna Ondaro.

Pero frente al desmantelamiento diferido realizado en Valdellós I (Tarragona), aquí se optó por hacerlo completo e inmediato. Los trabajos de mayor riesgo radiológico acabaron con la retirada de la vasija del reactor, la parte más radiactiva y lo que queda por retirara nivel radiactivo apenas llega al 1 por ciento. «Se está terminando el desmontaje radiológico y paralelamente se está en la fase descontaminación de paredes en el edificio de contención», que es donde estaba el reactor, afirma el responsable de esta ardua y compleja operación en una visita al edificio en la que nos avanza que la previsión de Enresa, tal y como marchan los trabajos, es que para mediados de 2019 pueda proceder a la demolición convencional de los edificios, tareas que se prolongarán unos dieciocho meses y en las que ya no hay riesgo radiológico asociado. 

Se va paso a paso, pero atendiendo a datos, la previsión final es de generar unas 104.000 toneladas de materiales. De ellos, el 90 por ciento serán residuos convencionales y entre el cinco  y el diez por ciento serán radiactivos de alta, media y baja actividad. La mayor parte serán de media y baja e irán al centro de almacenamiento de El Cabril (Córdoba), donde ya han ido algunos, y los de alta actividad, los más peligrosos, se quedan en el Almacén Temporal Individualizado (ATI) del primer silo nuclear en desmantelarse, en espera del cementerio nuclear centralizado.  

En todo caso, desde el inicio de las tareas de demolición y clausura  ya se han generado 13.700 toneladas de materiales de las que unas 5.600 son residuos radiactivos, y otras  2.000 de material desclasificable. Hasta ahora ya ha habido    325 expediciones a El Cabril con residuos y quedan todavía algunos en los almacenes, pendientes de derivar próximamente.

En función de la tarea varía la indumentaria. Trabajadores y visitas que entran en la planta han de llevar un dosímetro pero el equipamiento varía en función del nivel de contacto con material radiactivo (doble mono de proteción y mascara completa) o sólo el convencional. En todo caso, el director del desmantelamiento desmitifica los trabajos y asegura que «no se exigen extraterrestres para hacerlos sino gente normal» y aunque  reconoce que existe un riesgo radiológico que tienen que «tener controlado», confirma la «ausencia total» de incidentes».