Madelman, el actor inmortal

A.M.
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Juan Pablo López y Francisco José Yeste cuentan con más de 1.300 muñecos para reproducir escenas de películas bélicas y del oeste

"Los Madelman lo pueden todo". Con este nombre en una red social, el lector ya se puede hacer una idea de lo que significan estos antiguos juguetes infantiles para Juan Pablo López Bautista y Francisco José Yeste Requena. Es tal su afición por este hombre de plástico, con cuerpo de gimnasio y rostro perfecto, que no solo se han preocupado por conservar los 80 modelos que sacó a la venta la empresa de Manuel Delgado y posteriormente Exin, sino que durante décadas se han dedicado a reproducirlo en serie hasta tal punto de disponer de los suficientes vaqueros e indios como para montar una escena cinematográfica completa de un western.

El cuarto de Juan Pablo López está lleno de brazos, piernas, pequeños sombreros hechos con bayetas, pistolas, rifles, caballos... Aparentemente, están él y su taller de reproducción de Madelman. Eso sí, hasta que empieza a abrir armarios y  a sacar grandes casas de madera en cuyo interior guarda algo así como 200 muñecos disfrazados de soldados de la Segunda Guerra Mundial, indios, vaqueros, prostitutas... Toda la culpa la tiene un submarinista que Juan Pablo recibió como regalo de su hermano en 1969. Un año antes, la casa Manuel Delgado Manufacturas (de ahí su nombre) inventó un muñeco de acción articulada, indudablemente destinado en exclusiva a los niños, que al principio no cuajó mucho entre la infancia española de la época porque tenían la particularidad de poder vestirlos y desvestirlos, acción que entonces se atribuía a las niñas. Posteriormente, el muñeco fue vendido a la marca Exin, que los fabricó hasta el año 1983.

Entre tanto y gracias al poder adquisitivo de sus padres, Juan Pablo no paraba de recibir nuevos modelos de Madelman. «Los llevaba en una bolsa a la piscina». Hasta recuerda que acudía con frecuencia a los almacenes Fontecha y Cano y a la juguetería Peralta, donde empezaron a venderlos en Albacete. En esos años 70, los Madelman no eran accesibles a todos los bolsillos. «Se consideraba un juguete caro». De hecho, una caja con una sola figurita articulada podía costar unas 250 pesetas, mientras un súper equipo alcanzaba las 500, lo que lo convertía en un recurrente regalo de Comunión.

Próximo a cumplir el medio siglo, un Madelman del 2015 puede adquirirse por unos 50 euros y uno de sus caballos por 70 euros, si bien una carreta original de entonces puede superar los 1.000 euros.

Con 13 años, Juan Pablo ya contaba con casi 200 muñecos, gracias a que en sus mejores años «se vendió por miles». El problema, según este aficionado albacetense, es que la empresa que lo fabricaba no supo exportarlo, a pesar de que su patentado sistema de articulación basado en pequeñas bolas es único y, además, su tamaño estaba diseñado para las manos de un niño.

EL RESCATE. Y como casi en toda vida, la adolescencia acabó con el juego infantil y arrinconó en unos botes de Colón a estos muñecos, con sus correspondientes accesorios, con los que tanto jugó y jugó Juan Pablo en su niñez. Allí, su madre guardó desde un expedicionario al Polo Norte a un típico agente de la Policía Montada de Canadá, que convivieron con hombres ranas, piratas, buzos, astronautas, militares...

Personajes que no se fueron del todo de su cabeza ni de su corazón. Superada ya la etapa adolescentes y viviendo en Pamplona, quiso recuperar su colección. La sorpresa fue cuando se encontró un grupo de muñecos ajados, rotos y mutilados. Las tiendas de antigüedades, los mercadillos e internet fueron su tabla de salvación, incluso la generosidad de sus amigos que le regalaron los suyos propios. Hoy conserva joyas de arte, muñecos individuales en sus cajas y súper equipos que encierran una estación polar, un equipo completo de hombre rana o un kit pirata con balsas de troncos de madera incluida.

Asegura que los Madelman no son más que una afición, con la que se divierte y se lo pasa bien, pero tampoco le obsesionan. El caso es que su colección se le quedaba pequeña y como solución optó por ser su propio fabricante de Madelman. Sólo así podía ampliar el número de ejemplares y sólo así podía aumentar el número de modelos que fabricó la marca, así como todos sus complementos y algunos más que han salido de la creatividad de Juan Pablo y de su amigo Francisco José.

La masilla de poxi, los buriles, la aguja y el hilo han sido compañeros de viaje. Con un master, un molde en resina y la fragua, tienen modelos diferentes de ruedas de carros, ventanas, casas del oeste, sombreros, cabezas, armas de todo tipo..., trabajo artesanal al cien por cien gracias al cual la colección de ambos amigos ya supera los 1.300 muñecos, muchos de ellos originales, otros restaurados pero el cien por cien de ellos con cuerpos Madelman.

Juguetes que se pueden quedar completamente desnudos, porque todo es de quita y pon; hasta las hebillas de los cinturones corren, el color del sombrero cambia y las pistolas salen de sus fundas.

Juan Pablo no entiende su colección de estos juguetes sin la de Francisco José, fundamentalmente porque «somos amigos, y eso es lo más grande que hay en la vida». Amistad que se fragua al regreso del primero a Albacete y a su paso por la papelería San Javier, donde Juan Pablo acudió en busca de Madelman, lo que motivó que el dueño de la papelería los pusiera en contacto.

Tras dos décadas de amistad, ahora ya no buscan muñecos, sí accesorios originales de Madelman u otros que les encajen a escala o puedan ser modificados.

El problema es que, tras reunir prácticamente los modelos que fabricó Exin, los dos amigos se quedaron con ganas de más y por ello se pusieron a trabajar las telas, las resinas, los cueros...

Su última aparición pública tuvo lugar en abril de 2014 en la Fábrica de Harinas, donde Juan Pablo y Francisco José montaron 300 metros cuadrados de exposición con 400 muñecos, inspirada en una película del oeste americano, cada uno con su cabeza y rostro personal, con su caballo particular, sus ropas y sus accesorios típicos del western. Y para hacerlo más real si cabe, construyeron prostitutas similares a las que Madelman fabricó y disfrazó de corsarias, enfermeras, colonas o aventureras, si bien las féminas no cayeron rendidas a esta propuesta, por lo que Madelman se convirtió en cosa de hombres.

«Esto no es un negocio», aclara Juan Pablo mientras abre una gran caja donde guarda 200 muñecos de la 101 División Aerotransportada, la misma que se tiró en paracaídas el día antes del desembarco en Normandía. Dormitan junto a ellos otros tantos muñecos que recrean a los escuadrones de la SSde Hitler y a los soldados de Infantería.

Nunca vendería su colección, para él «no tiene precio» y, además, «tiraría por la ventana toda mi vida». Ahora, centrado en preparar un combate con soldados de ejércitos actuales, Juan Pablo asegura que los Madelman no le obsesionan ni son una obligación e, incluso, pasa tiempo sin verlos. No obstante, admite que en algunos momentos «me han salvado la vida».