«El traslado de la Residencia al nuevo Hospital requirió muchos meses de trabajo»

CARLOS ZULOAGA
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Testigo excepcional de la transformación sanitaria de Albacete y su provincia. Como máximo responsable le tocó vivir el traslado de la antigua Residencia al nuevo Hospital General. Fueron meses de mucho trabajo pero mereció la pena. Critica que muchos no sepan valorar lo que se ha conseguido en los últimos cuarenta años. Jubilado, disfruta el día sobre todo en su casa.

¿Por qué viene a Albacete?

Hay una pequeña historia. En 1973, el INP, el Instituto Nacional de Previsión que dirigía entonces los destinos de la sanidad de España, decidió hacer algo fundamental para la sanidad de España, que fue jerarquizar los hospitales del país, que entonces no se llamaban hospitales sino Residencias Sanitarias. Y esta jerarquización hay que entenderla como dotarla de una plantilla de médicos y enfermeras, porque hasta entonces las residencias no tenían médicos propios, eran sanatorios quirúrgicos donde los pacientes sólo iban cuando tenían un proceso quirúrgico o para dar a luz. El que tenía un infarto, era diabético o tenía un ictus tenía que buscarse la vida de alguna manera. Y entonces salieron multitud de plazas y mi intención, cuando estaba en los Estados Unidos era venirme a trabajar a La Coruña.

¿Pero acaba en Albacete?

Si, porque había solicitado varias plazas, entre ellas la de Albacete y como me llamaron decidí venirme. Y soy sincero, a la espera de marcharme a La Coruña casi de inmediato y no fue así, tanto que llevamos en Albacete 42 años. Y aquí nos sentimos muy bien.

¿Dónde empieza a trabajar?

En la antigua Residencia. Entonces la neurología  en residencias como las de Albacete estaba integrada en el servicio de medicina interna y decidieron sacar una plaza para una jefatura de sección de neurología, la pedí y la obtuve.

¿Cómo se encontraba entonces la sanidad en Albacete?

No era diferente a la de otras ciudades de su tamaño. Mirando hacia atrás tenía una muy escasa dotación de personal, no había medios diagnósticos prácticamente, todo era muy escaso. No había ni medios humanos ni materiales. De hecho en esa época y en años posteriores la Residencia tenía que derivar multitud de pacientes a otros hospitales, había que buscarse la vida para ver qué hospitales te admitían al paciente después de contarles que es lo que les ocurría. Era un trabajo muy ingrato porque esa labor la tenía que hacer el médico personalmente, no había ni atención al paciente ni asistencia social. Y al final, muchas veces la solución era derivarlos a Madrid, te lo pedían los pacientes.

¿Pero poco a poco se fue solucionando el problema?

Hubo una decisión ya en tiempos de UCD que fue la puesta en marcha del programa Mir, Médicos Internos y Residentes, porque hasta entonces cada médico se buscaba la vida como podía. Con esta llegada el cambio en cuanto a la formación fue brutal. Fue una decisión fundamental, se tardaron muchos años, fue un trabajo muy duro para poco a poco poner en funcionamiento lo que era un hospital y no una residencia. Además la llegada de los residentes fue también un dato favorable, aunque duro.

¿Y llega el Hospital General?

Pero pasaron once años. Lo que ocurrió es que la Residencia se quedó muy pequeña y las exigencias de la población y el avance de la medicina hacían necesaria una revitalización que no llegaba. El problema es que todo dependía de Madrid y entonces las ampliaciones de plantillas era algo impensable. Entonces la Diputación era propietaria del edificio, que lo había construido para sustituir al viejo de San Julián, pero presupuestariamente no podía hacer frente a esos enormes costes del nuevo hospital. Y al final se hizo cargo el Insalud para que se realizara el traslado de la Residencia sanitaria. Eso ocurrió en 1985.

¿Qué recuerda del traslado?

Hubo una gran colaboración por parte de todos. Había una expectativa de cambio para mejor, mucha ilusión. El traslado no fue excesivamente complejo, lo que si fue más duro fue la preparación del mismo, que llevó muchos meses de reuniones de trabajo, una vez a la semana, en el nuevo edificio del Hospital General, un edificio deshabitado, con un frío tremendo en invierno. Se formó un grupo de trabajo y poco a poco íbamos viendo lo que se tenía que hacer, las previsiones y necesidades, tanto de material como de personal. Eso se hizo cuidadosamente y el día del traslado las cosas no fueron difíciles porque estaban muy preparadas. El traslado fue muy rápido, creo que fueron un total de un centenar de enfermos y recuerdo que nos pusimos de acuerdo con el Ayuntamiento para que accedieran un carril para ese traslado. A la una del mediodía estaba todo hecho, se asistió a un parto durante ese traslado y por la tarde ya se realizaron las primeras operaciones quirúrgicas. Fue el resultado de un trabajo muy bien hecho durante varios meses.

¿Y entonces usted fue el primer director del Hospital General de Albacete?

Yo estaba de director de la Residencia sanitaria, desde mediados del 82, y como se trataba de un traslado físico pues yo seguí siendo director del Hospital, y estuve en ese cargo hasta finales de 1985. En esa época el Insalud decidió sacar la figura del gerente de hospitales, me animaron a que me presentara pero yo no me veía capacitado para serlo y decidí no hacerlo. Pero como director si contamos el tiempo de la Residencia estuve desde mayo de 1982 hasta diciembre de 1985.

¿Qué recuerdas de esos primeros meses del Hospital?

Tengo buenos recuerdos, no hubo ningún conflicto de importancia y no quiero olvidar que en esas fechas empezaron a sentarse las bases para la contratación de nuevos médicos. El Hospital fue el faro que atrajo a muchos profesionales a partir de ese momento a Albacete, vinieron un número elevado de médicos.

¿Cómo ha visto la evolución del Hospital?

El Hospital ha tenido su vida, con altibajos, momentos mejores, momentos peores. En el momento actual necesitaría de otro espacio y el problema de este hospital y de otros hospitales es que se trata de empresas muy complejas, con un número de personas elevadísimo, con presupuestos muy altos y creo, en mi opinión, que se trata de empresas que deberían ser dirigidas con ideas de una empresa privada. El problema del Hospital es el problema que tiene la sanidad en el país..., un envejecimiento enorme de la población..., es muy costoso dotarlos de medios y luego hay otro problema, que existe una demanda por parte de la ciudadanía que no se corresponde realmente con las necesidades que existen. Hay un dato que puede servir de referencia, cuando yo me marché de director del Hospital, en noviembre del 85, yo mandé una carta a los centros de salud haciéndoles ver que el número de visitas a urgencias había aumentado considerablemente, entonces eran 90 al día, parecía un número excesivo, y ahora en el Hospital se atienden al día unos 400. La oferta y la demanda están absolutamente descompensadas.

¿Necesita de otro hospital?

No lo se. El ampliar del actual Hospital sería una obra muy importante que daría lugar a molestias tremendas a los pacientes y al personal les complicaría mucho las cosas. Lo que si está claro es que el Hospital General necesita un mayor espacio, no se como, pero es necesario.

¿La presencia de los hospitales comarcales como los de Hellín, Villarrobledo o Almansa, sirvieron para que el de Albacete no estuviera tan masificado?

Desde luego sirvieron para aumentar el presupuesto y claro, muchas de esas personas se quedaban en esos hospitales y no venían   al de Albacete. Pero objetivamente, haciendo números, para lo que no estoy capacitado, no se si están justificados. Yo creo que su construcción fue una decisión política, quizá el de Hellín ha tenido una justificación desde un principio, los otros no tanto.

¿Ayudaron las transferencias sanitarias a la comunidad?

Acercaron un poco la sanidad a la población y se tomaron decisiones más concretas con respecto a hospitales. Pero yo creo que ha habido un gran derroche de medios porque aquí todo el mundo quería tener de todo y se hizo así. Las transferencias fueron buenas, pero muy costosas.

¿Cuándo termina su relación con el Hospital?

Del Hospital me jubilé en 2012 y totalmente en diciembre de 2014. Cuando cumplí 50 años como médico creí prudente jubilarme para no perjudicar a nadie. Me entró la preocupación, que no me había ocurrido nunca, de que si en un momento determinado podría cometer un error, y hay que pensarlo porque el tiempo pasa. Ahora me dedico a pasear, a leer, a escuchar música, y me gusta estar en casa, soy muy hogareño.

¿Se ha arrepentido alguna vez de su llegada a Albacete?

En absoluto. Aquí me ha tratado muy bien la gente, me he sentido muy a gusto y mi familia también. Yo he podido vivir una transformación tremenda en la sanidad de Albacete, que es la misma que ha vivido el país. He sido un afortunado, con todas las dificultades que hayan podido existir y que hay  en estos momentos, de haber tenido una estructura que nos ha permitido prosperar, así de claro. No ha habido grandes alteraciones y cataclismos, las cosas se podían haber hecho de otra manera, qué duda cabe, pero lo que se ha hecho es para sentirse orgulloso. Pero es que los españoles siempre hacemos lo mismo, bien porque viajamos poco o bien porque nos queremos autoflagelar, pero siempre ponemos a los demás como ejemplo sin darnos cuenta lo que hemos hecho entre todos durante cuarenta años. Lo que había en aquellos años era simplemente una ruleta rusa, si tenías un problemas quirúrgico  más o menos fácil las cosas salían bien; si era complejo ya no había tantas posibilidades y si era de importancia..., pues si había medios te ibas a Madrid o el tema se acababa.