Todas las miradas estaban puestas en la intervención del presidente estadounidense en la ONU, tras un año de tensiones con el organismo internacional, y sus palabras no dejaron indiferente a nadie. Donald Trump aprovechó ayer su segunda intervención en la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York, cuna histórica de la multilateralidad y el diálogo entre los diferentes Estados, para agudizar el giro nacionalista de su discurso, cada vez más alérgico a la globalización, y redoblar las amenazas contra Irán y China. 

Desde lo alto del atril, donde llegó más tarde de la hora prevista, el inquilino de la Casa Blanca también reclamó a los países miembros el aislamiento del régimen de Teherán, que calificó de «patrocinador del terrorismo», y avanzó nuevas sanciones por su carrera nuclear. A Pekín le advirtió de que no tolerará sus «distorsiones» del mercado y dejó claro que la tormenta arancelaria no amainará.

Trump llegó tarde a la sede de Naciones Unidas en la ciudad de los rascacielos. Cuando la ceremonia ya había arrancado, la comitiva del presidente aún no había partido de la Torre Trump de la Quinta Avenida, cuartel general del magnate cuando vivía en la ciudad. La demora llevó a adelantar el turno de palabra de Ecuador y dejar a Estados Unidos para después.