El síndrome del animal doméstico

Jorge Laborda
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Salvo que seamos granjeros, o tal vez veterinarios, probablemente desconocemos la existencia del síndrome del animal doméstico. Recordemos que un síndrome es un conjunto de síntomas. En el caso humano, la Medicina ha identificado varios síndromes, algunos de los cuales son, por desgracia, relativamente comunes, como el síndrome de Down, o mongolismo.

El síndrome del animal doméstico fue descubierto nada menos que por el mismísimo Charles Darwin, quien sabía que su teoría de la evolución de las especies necesitaba de otra que explicara la transmisión genética. Para intentar desarrollar esta teoría, Darwin investigó la variación que se producía durante la cría de animales de granja, y se dio cuenta de que, independientemente de la especie a la que pertenecieran, cerdos, vacas, caballos, cabras…, todos manifestaban una serie de características comunes, de síntomas, que no se observaban en los miembros salvajes de su misma especie o en especies relacionadas. Hoy, se sabe sin ninguna duda que estos síntomas incluyen: docilidad, cambios de color en piel o pelo, dientes de menor tamaño, orejas caídas o colas retorcidas, ciclos reproductivos más frecuentes, alteraciones en las hormonas adrenales (estrés) y en los niveles de algunos neurotransmisores, prolongación de la conducta juvenil y, por último, reducción de la talla del cerebro y de algunas regiones particulares del mismo.

La reproducibilidad de este síndrome en prácticamente todas las especies domesticadas supuso un rompecabezas científico que lleva más de 150 años sin ser resuelto. Por supuesto, no han faltado hipótesis para intentar explicarlo. No obstante, la mayoría de las explicaciones se han limitado a una característica concreta y no al conjunto de síntomas. Por ejemplo, la selección realizada por el ser humano permite explicar por qué las vacas domésticas producen más leche o los cerdos producen más carne, pero no permite explicar otras características de la domesticación.

El propio Darwin ya aventuró dos hipótesis para explicar su descubrimiento. La primera era que las mejores condiciones de vida de los animales domésticos, buena alimentación y protección de los depredadores, inducía de algún modo la aparición de los rasgos como adaptación a un nuevo ambiente. Darwin no pudo explicar por qué esta adaptación originaría orejas flácidas o manchas en la piel. No obstante, como todas las buenas hipótesis científicas, esta permitía predecir ciertas cosas, como que los rasgos domésticos se perderían si los animales recuperaban el estado salvaje. No es esto, sin embargo, lo que se observa. Investigaciones recientes han permitido determinar que animales domésticos asilvestrados han mantenido un menor cerebro por hasta cuarenta generaciones. Los cambios de la domesticación no parecen ser fácilmente reversibles.

La segunda explicación de Darwin decía que los rasgos domésticos aparecían por cruces entre distintas razas o especies relacionadas. Aunque los cruces entre razas pueden originar nuevas características, esto no explica por qué estas tendrían que ser similares entre especies tan diversas como los perros, las cabras o los cerdos. A pesar de esto, se han realizado estudios cruzando entre sí diversas razas de animales salvajes, sin que se produzca el síndrome del que hablamos. Así pues, ambas hipótesis de Darwin son falsas.

NUEVA HIPÓTESIS. Los científicos interesados en este fenómeno han realizado estudios experimentales para comprobar que la domesticación de nuevos animales genera este síndrome también en ellos. En 1959, Dimitry Belyaev, en la antigua URSS, inició un programa de domesticación del zorro. Belyaev seleccionó a los ejemplares más dóciles, menos agresivos, y los fue cruzando entre sí. Tras más de 50 años, este programa, dirigido hoy por Lyudmilla Trut, ha generado una variedad de zorros domésticos que se comportan de manera similar a los perros, y ha demostrado que los rasgos de la domesticación pueden aparecer en tan solo unas pocas generaciones.

No obstante, seguimos sin tener una explicación para este fenómeno. Por fortuna, una nueva e interesante hipótesis, publicada en la revista Genetics por tres científicos, puede permitir realizar nuevos estudios que finalmente den con la solución. Considerando que el proceso de domesticación selecciona a los animales más dóciles, menos miedosos y agresivos con el ser humano, los investigadores exploran cuál podría ser la causa de este cambio de comportamiento. Sus investigaciones de la literatura científica les permiten proponer que los cambios son probablemente debidos a defectos durante el desarrollo de los embriones.

En particular, estos defectos se concentrarían en la llamada cresta neural, una estructura de los embriones de los mamíferos que, además de dar origen a una parte del sistema nervioso, participa en el desarrollo de la piel (manchas), cartílago y huesos (dientes, orejas, cola), o respuesta al estrés (agresividad y miedo). Por consiguiente, el síndrome de la domesticación podría ser el resultado de la selección de animales con defectos genéticos en la cresta neural, lo que conduciría a conseguir animales más amigables con el ser humano, pero con fallos que afectarían también a otras estructuras corporales, dando origen al síndrome del animal doméstico. Esto también explicaría por qué el síndrome persiste en animales asilvestrados.

Los investigadores indican que su hipótesis permite también hacer algunas predicciones, como por ejemplo que el desarrollo de la cresta neural debe estar alterado en todas las especies domesticadas y que numerosos genes relacionados con él estarán afectados. Será necesario, pues, esperar a la realización de nuevos estudios para confirmar definitivamente o refutar esta interesante hipótesis.

Referencia: The Domestication Syndrome in Mammals: A Unified Explanation Based on Neural Crest Cell Behavior and Genetics. Adam S. Wilkins, Richard W. Wrangham and W. Tecumseh Fitch. Genetics (2014), Vol. 197, 795–808.