Correos dedica tres sellos a las edificaciones rurales

Ángel Carmelo Rodríguez
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La emisión fue en octubre, su valor postal es de 0,90 euros y reproducen imágenes de la masía, el silo y la casona cántabra

El pasado día 21 de octubre del 2015, por segundo año, dentro de la serie denominada ‘Arquitectura rural’ se emitieron tres sellos de correo dedicados a otra serie de edificaciones rurales de diferentes zonas españolas, que destacan por su tipismo y originalidad. Los sellos reproducen imágenes de la masía catalana, la casona montañesa y el silo.

La masía catalana está muy ligada a la agricultura y a la ganadería, cerealmente aislada y orientada al sur. Las ‘masías’ construidas entre los siglos XVI y XVIII destacan sobre todo pos su buena factura y a menudo tienen resonancias del arte románico, con puertas de entrada de dovela y con ventanas polilobuladas, como la Masía que muestra el sello. Lo más frecuente es que cuenten con dos pisos, el primero dedicado a las labores del campo y el segundo piso   a vivienda. En la zona litoral suelen tener fachadas más abiertas con porches y galería y en ocasiones torres defensivas.

La  casona montañesa es una síntesis original entre la casa tradicional y la casa palaciega, que incorpora rasgos arquitectónicos y elementos decorativos de las diferentes comarcas cántabras, además de los escudos de armas familiares. Hunde sus raíces en los siglo XVII y XVIII, época en la que los grandes linajes cántabros se desprendieron de todas sus actividades militares y se integraron en las nuevas labores productivas. En las fincas agrícolas o integradas en los pueblos, las casonas suelen tener hastiales, que se prolongan en los extremos de la fachada sur o principal, donde se observan la planta caja  con un soportal de arquerías  y la primera con la solana o balcón corrido.

El silo como almacén de grano y de otros alimentos se viene utilizando ya desde las civilizaciones más antiguas.  En Estados Unidos, durante el siglo XIX, la producción masiva de grano, la fuerza del vapor y los nuevos materiales desembocaron en la construcción de grandes silos, que posteriormente se extendieron por toda Europa. El material que con una mayor frecuencia se emplea en estas construcciones, a mitad de camino entre la ingeniería y la arquitectura, es el hormigón. En España, las ahora llamadas ‘catedrales olvidadas’, comenzaron a construirse en la década de los años  1920 y los años 1930, aunque su más importante y mayor auge se produjo entre los años cuarenta y ochenta.