Una vida dedicada al 'Alba'

Juan Carrizo
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Manolo Bleda recibe hoy un reconocimiento a sus 36 temporadas en el Albacete Balompié

Manolo Bleda, junto al escudo del Albacete Balompié, en la entrada de la Ciudad Deportiva. - Foto: José Miguel Esparcia

Los clubes de fútbol están sujetos a los condicionantes deportivos y económicos que les hacen vivir en una continua montaña rusa que hace muy difícil que una persona pueda mantenerse mucho tiempo dentro de la entidad. Los continuos cambios de dirigentes, entrenador y jugadores hacen que sea difícil encontrar personas que perduren en el tiempo. Son los puestos de menor relevancia, de cara al exterior, donde alguna vez encontramos esas personas que acaban siendo entrañables y a los que se les considera un activo del club, parte de su escudo, parte de su historia. Es el caso de utilleros, delegados y, como el caso que nos ocupa, un ATS que durante 36 años ha formado parte del primer equipo del Albacete Balompié.

Manolo Bleda Valenciano (Albacete, 26-09-56) aterriza en el Albacete Balompié en 1978, recién terminados sus estudios de Enfermería en Valencia. Cientos de partidos, atravesando el campo de lado a lado en veloz carrera para atender un lesionado, miles de entrenamientos y ahora, 36 años después, las circunstancias lo han apartado del Alba, club con el que ha vivido dos ascensos a Primera y tres a Segunda División. «He tenido la suerte de vivir los mejores años de la entidad en lo deportivo, aunque espero que se puedan superar». Esos 36 años han sido «una vida» y el club y su gente parte de «una gran familia».

El propio Manolo Bleda nos relata las circunstancias que le llevaron al club de su ciudad. «Acababa de regresa de Valencia, después de estudiar Enfermería. El fisio que estaba en el equipo era Ambrosio Camps, que trabajaba en Renfe y conocía a mi padre. Él ya no podía seguir y yo estaba en una mutua de accidentes de trabajo y vi que lo que podía complementar, y así empecé, en 1978».

De médicos estaban Jarabo y el padre de Eduardo Rodríguez-Vellando, jefe de los servicios médicos y cuyo hijo, la tercera generación, ya trabaja también el club. «De presidente estaba Fernando Navarro y Soriano era el directivo encargado del material y el pobre hombre iba consiguiendo cosas como se podía porque no había dinero para comprar el material que se necesitaba. Comparado con lo que tenemos ahora era un desastre.  Las vendas se lavaban y al final parecían como cuerdas en vez de vendas, pero era lo que había».

Recuerda Bleda que en aquellos años el Albacete «era el equipo a batir en la Tercera División. Visitábamos los campos de la región de Murcia, donde nos recibían cariñosamente. Los viajes eran interminables porque para hacer 150 kilómetros tardabas tres o cuatro horas y entonces no había vídeos ni nada».

EVOLUCIÓN. El fútbol era muy diferente, según Bleda, los jugadores eran «de otra extirpe» y recuerda que «en Tercera, había jugadores que hoy no desmerecerían en ningún equipo de Segunda y hasta de Primera. Había gente con muchísima calidad, como Juan Carlos Díaz, Leo, Alfonso Flores, Paco Gómez… quizás en otras circunstancias y no siendo de Albacete podrían haber jugado mucho más arriba».

Cuestionado sobre si los futbolistas de aquella época eran más duros, Bleda dice que «era por las circunstancias. Ahora se lesiona un jugador y en unas horas se le hace una resonancia y se conoce el alcance de la lesión. Entonces no se hacía ni una triste ecografía, los diagnósticos se hacían con las manos y así trabajábamos, con lo que muchas veces los jugadores salían al campo en malas condiciones, situaciones que hoy en día son impensables. Menos mal que el fútbol ha cambiado para bien en ese sentido».

De los años 80, ya con el nacimiento de la Segunda B, el Albacete empezó a crecer en lo deportivo, con dos ascensos a Segunda. En aquella época nadie hablaba de los isquiotibiales, donde ahora surgen la mayoría de las molestias en los jugadores. Bleda se ríe y cuenta que «existir existían, pero la cultura sanitaria española es como todo y ha evolucionado. Antes estas cosas sonaban a chino y recuerdo que la primera vez que dije isquiotibiales, Escarbajal -delantero alicantino que militó en el Alba a principios de los 80- intentó pronunciarlo y decía ascotabiales porque no lo había oído en su día. Si hacemos un parte de los jugadores lesionados con términos estrictamente médicos no se entera nadie y hay que combinar palabras técnicas con otras que la gente pueda entender».

De las lesiones comenta que siempre «florecen» cuando el equipo no marcha bien en lo deportivo. «Cuando el equipo va bien nadie quiere estar lesionado. Las lesiones están ahí, pero son más soportables cuando estás ganando que cuando no, porque si me quito, con el equipo ganando, luego a ver como vuelvo a entrar». En el campo, Bleda sabe perfectamente cuando un jugador se ha hecho daño de verdad o está aprovechando para perder tiempo o simplemente coger un poco de oxígeno. «En mis primeros partidos, cuando no teníamos que esperar a tener el permiso del árbitro para salir, me pegaban muchos sustos. Yo salía diciendo, madre mía lo han matao, y al llegar me decía el jugador, tranquilo, no pasa nada. Al final aprendes y sabes  cuando pasa algo grave».

Dentro del vestuario también se ha encontrado de todo, hasta un jugador que «tenía un problema familiar y no quería viajar ese domingo y si el dice que le duele mucho, que no puede, nosotros no podemos ponerlo a jugar cojeando». Pero a nivel general «han sido bastante profesionales». Luego están los que gustaban de ser muy cuidados. «Tengo a mi Santi que le decía el rey de la camilla y era por mimetismo. Llegaba un compañero con dolor de garganta y Santi decía, pues a mí también me duele. Otro día llegaba uno con molestias en la rodilla para que le mirase y Santi aparecía y decía, mírame a mí también la rodilla. Empatizaba enseguida con la dolencia del compañero».

Respecto a los entrenadores, Bleda afirma que en el Albacete «ha habido de todo, con gente con la que todavía guardo amistad y hablo frecuentemente y otros con los que no hubo conexión. No por haber estado más o menos tiempo hay más o menos relación, es algo que va con la persona. Por ejemplo siempre hablo de Espárrago, que era un señor al que sacarle una palabra te las veías y las deseabas. Al llegar dijo muy claro como quería las cosas y si no te salías, no tenías ningún problema. Sólo pasaba al vestuario los domingos a dar la alineación. Tengo muy buen recuerdo de él y de los comentarios del profe Turrén, que decía que nunca lo había visto reír con tantas ganas como lo veía reír en el Albacete, porque lo conocía desde que era jugador y siempre se ha reído lo justo tirando a nada», y es que las bromas que siempre se han gastado en el Albacete han sido sonadas, casi siempre con el que fuera utillero Antonio del Rey o el exdelegado Martínez Bravo como artífices.

Cuestionado por los mejores jugadores que ha visto pasar por el Albacete, Manolo Bleda lo tiene muy claro. «El jugador que mejor resultado ha dado al club ha sido José Luis Zalazar. Luego ha habido gente con una clase fuera de serie como Chesa, con un pundonor como Catali, con una zurda impecable como Parada, pero el mejor creo que ha sido Zalazar». En este sentido apuntó que «muchos jugadores llegaron llorando y se fueron llorando, por como los ha tratado la gente en Albacete. De hecho muchos jugadores que han pasado por aquí se han quedado a vivir en esta tierra, que no debe ser tan mala».

En todos estos años hubo momentos muy duros en el seno del club, como el fallecimiento de Rommel Fernández. Pero sobre malos momentos pasados en un campo de fútbol, Bleda recuerda dos especialmente. «Uno con Esteban Fradera, al que dieron un golpe y llevaba un agujero en la rótula del tamaño de una moneda antigua de cinco pesetas, un taco clavado. Le dolía mucho pero no se daba cuenta. Le metí la grapadora y ni se enteró porque el dolor de la herida era más grande que el que le podía producir al poner las grapas. Él no se enteró hasta que terminó el partido. El segundo susto fue con Leo, jugando en Sagunto contra el Acero. En un salto se golpeó la cabeza, en la primera parte, y al terminar el partido sale de la ducha y me pregunta cómo hemos quedado. Empiezo a preguntarle cosas y desde el golpe no se acordaba absolutamente de nada, y había estado jugando como si nada. Me asustó el pensar que podía haber pasado algo grave».

PROBLEMAS ECONÓMICOS.   Después de tantos años, Bleda tiene muy claro que «el problema económico del Albacete es endémico. He estado 36 años aquí y no conozco temporada en la que no se hayan pasado penurias económicas y problemas. Dirás que los años de Primera, pero como intentabas llegar a donde llegaban otros equipos te gastabas todo el dinero en jugadores y cuando bajabas ya teníamos deuda acumulada y muchos follones. Yo conozco no se cuantos planes económicos para salvar al Albacete que siempre han durado lo que un cantar sevillano».

Tener que lidiar siempre con esas situaciones económicas complicadas tiene que afectar al vestuario. «Cuando se juega al fútbol esas cosas se olvidan, pero hay un antes y un después del partido, porque quien más quien menos tiene su familia, sus hipotecas, sus gastos y al final, durante la semana, eso va calando y en el día a día cuesta llevarlo».

Pero en lo deportivo la cosa ha sido siempre positiva. «Gracias a Dios he vivido las mejores temporadas del Albacete, hasta ahora, pues he vivido dos ascensos a Primera y tres a Segunda. Para todos fue como un sueño el primer ascenso a Primera, hasta días después no empecé a asimilarlo, cuando piensas que por el Belmonte van a pasar el Real Madrid, el Barcelona, el Valencia, el Athletic de Bilbao. Ir al Bernabéu, al Nou Camp, a la Catedral… yo, que venía de salir en el Limonar de Santomera. Vestuarios enormes, con hidromasaje, con un tío en la puerta por si necesitabas algo y salías al campo y decía, aquí cabe medio Albacete. La primera vez que llegamos al Bernabéu había 11 camillas de tratamiento y nosotros éramos dos, porque venía Víctor Aupí conmigo, que si no estaba solo»

«Era la noche y el día y vivir todo aquello fue realmente bonito, más allá de los resultados, y era una alegría inmensa por la afición, porque al final es la que siempre está en el mismo sitio. Los entrenadores y jugadores pasan, pero la afición, sea en la grada del Limonar o del Bernabéu, siempre ha estado ahí arropando al equipo, algo que no tiene precio. Haces muchos sacrificios, con viajes por carreteras de muerte, dejando a la familia los fines de semana, pero la experiencia vivida ha sido espectacular», argumentó.

Y su familia, la de verdad, ha sido siempre un soporte durante todos estos años. «Mi familia siempre ha sido muy comprensiva e incluso hubo varias veces que pensé dejarlo y eran los primeros que me animaban a seguir porque sabían que era lo que me gustaba».