Pon un Playmobil en tu vida

ANA MARTÍNEZ
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Un nuevo libro recuerda los 40 años del popular juguete alemán, del que muchos albacetenses son forofos.

Forman toda clase de mundos, a veces cercanos a la realidad, a veces ficticios. Son de plástico, miden 7,5 centímetros, no tienen codos, cuentan con dos puntos por ojos y nunca se enfadan. Por ellos no pasa el tiempo, a pesar de que nacieron hace 42 años. Ni canas ni arrugas. Nada hace visible su edad, a excepción de las cajas donde viven esperando a que unas pequeñas manos -o no tan pequeñas- los devuelva a la vida del juego y del juguete.

Con motivo de sus cuatro décadas acaba de salir al mercado el libro Playmobil. 40 años de razones para amarlos, de Dorethée Charles, que se ha publicado en España casi dos años después del 40 cumpleaños de estas figuras.

Playmobil es un clásico en cualquier habitación infantil. El juguete inventado por Hans Beck no ha sido sexista, lo tienen tanto niños como niñas, y sus posibilidades para alimentar la imaginación y la creatividad no tienen límites. Desde los clásicos castillos hasta magníficos dragones, los tradicionales barcos piratas, el lejano oeste o los servicios de emergencia, pasando por las casas con jardín, los cohetes espaciales, la guardería o celebraciones sociales como bodas y comuniones.

El mundo playmobil es inabarcable. Buena billetera hay que tener para poder comprar todo lo que sale al mercado vinculado a este muñeco de plástico, cuya tradición ya se ha convertido en motivo de colección para muchas personas.

Los clicks han alcanzado tanto auge que tienen hasta su propia asociación de coleccionistas, Aesclick. Álvaro Gómez es el vocal de la provincia de Albacete. Junto con su mujer Raquel Ballesteros, calcula que pueden tener unos 2.000 personajes, no sólo originales y creados por la fábrica Playmobil, sino customizados por ella a base de buril, masillas, resinas y pinturas.

Como la inmensa mayoría de niños españoles, Álvaro recibió su primer playmobil a temprana edad. Y como le ocurrió a esa inmensa mayoría de infantes, cuando alcanzó la pubertad y adolescencia sus inquietudes ya eran otras y abandonó las manoseadas figuras en los trasteros, en roídas cajas del detergente Colon, mezcladas con otros cachivaches y multitud de piezas sueltas, rotas y desgastadas. No obstante, Álvaro Gómez nunca dejó de fijarse en las novedades que iban plagando las estanterías de las jugueterías: «Siempre me paraba para ver qué sacaba nuevo playmobil y cómo iban evolucionando los juguetes».

Hasta que un día le comentó a su novia, hoy su mujer, que le gustaba un nuevo dragón que había sacado la firma al mercado. «Me lo regaló para Navidad, un poco en broma, y ahí empezó nuestra locura».

El vocal de Aesclick en la provincia de Albacete pluraliza porque en este camino hacia el coleccionismo de clicks le ha acompañado Raquel: «Fue ella la que empezó picándome, comenzamos a ir a ferias, veía los dioramas que se montaban y como le gusta mucho el mundo de las creación de miniaturas y reproducciones, empezó a customizar».

Mientras Álvaro se inclina por una temática medieval y motera, su mujer Raquel prefiere las escenas basadas en el oeste y en las zonas urbanas.

Ha sido a raíz de su inscripción en Aesclick cuando este matrimonio ha empezado a participar, de forma totalmente altruista, en exposiciones para eventos privados y ayuntamientos:«Creamos mundos de playmobil», los últimos en Vitoria -un diorama de tres metros de largo por dos de ancho recreando el viejo oeste- y en Sax, con motivo del Día Internacional de la Mujer Trabajadora».

Álvaro y Raquel tienen un hijo de siete años. Los clicks también son su pasión, los aprovecha para montar dioramas y pedir que le regalen dinosaurios, piratas... Lo más importante para sus padres es que, como ellos los tratan con cariño por tratarse de piezas de colección y no de juguetes, «nuestro hijo también se ha responsabilizado y, además de tratarlos bien, cuando termina de jugar los guarda perfectamente».

Admite que un afición de estas características puede llegar a obsesionar, sobre todo en los comienzos porque «ves que quieres montar un escenario y no tienen suficientes playmobil». Lo peor, el gasto económico extra que representa este pasatiempo y el problema con el espacio para poder albergar muñecos y elementos.

Y es que, en el mundo del coleccionismo, raro es que no se produzcan abusos. Playmobil no se escapa, porque en ocasiones por un muñeco de principios de la década de los 80 piden «una burrada», cantidad que Álvaro no está dispuesto a desembolsar porque «no somos tan exquisitos». Lo habitual en este tipo de hobbie es comprar hasta tres cajas de un mismo modelo, la primera para conservarla cerrada, la segunda para abrirla, jugar y exponer y la tercera para customizarla. De cara a un futuro muy cercano, Álvaro y Raquel se encargarán de montar dioramas en el Servicio de Pediatría del Hospital General de Albacete, donde les han cedido una especie de escaparate que la asociación Aesclick se encargará de ir renovando con periodicidad, para que pueda ser disfrutado por los pacientes más pequeños.

Antonio Molina no contaba con más de seis años cuando recibió su primera caja de playmobil. Robin Hood, soldados ingleses, piratas... fueron sus mejores compañeros de juego. Antonio se pasaba con su hermano las tardes enteras creando historias con los clicks. Y así se tiraron varios años, sin pilas, ni consolas, ni cargadores, diseñando mundos mágicos de color. En el Mundial 82, este coleccionista albacetense de playmobil transformó una caja entera de soldados ingleses en jugadores de la Selección Española, pintándoles el torso rojo y el pantalón azul, la por entonces equipación del equipo español.

Pero ni Antonio ni su hermano copiaron del cuidado y mimo con el que trataban los clicks otros amigos, que conforme terminaban de jugar los volvían a meter en sus cajas originales. «Nosotros utilizábamos un bote de Colón para meterlos todos ahí, y en ese bote mi madre dejaba muchos más juguetes;incluso los recogía con la escoba». Un descuido que Antonio ha lamentado muchos años más tarde, concretamente hace seis, cuando compró uno de los belenes fabricados por la marca alemana y tres reyes magos. «Compré playmobil porque no quería seguir con la tradición de montar un belén con figuras de barro delicadas con las que se no puede jugar; vi en estos modelos una opción para jugar, retocar, mover de un lado a otro... y así empezó todo». Recuperó su bote de Colón, de donde pudo rescatar alguna pieza y muñeco de su niñez, pero tampoco dio para mucho.

A partir de ese momento, Antonio se ha ido «enganchando» cada vez más al coleccionismo de playmobil, hasta tal punto que «al final te gastas más dinero del que tienes pensado». Ahora, cada año que monta un belén en su casa, «ya estoy pensando en el del año próximo». Tanto ha ido creciendo, que el último año tuvo que dedicar una habitación entera a un montaje que ya cuenta con mercadillo, herrería, zapatería, mercado de abastos, Palacio de Herodes... El belén que creó Antonio Molina en 2014 ya tenías más de 900 figuras, pero dice que no ha contado todas las de su colección.

El caso es que tiene una compilación tan grande que en las pasadas Navidades colaboró con otro compañero de Aesclick en el montaje del belén de la parroquia de las Angustias, diseñando y recreando el pueblo de Belén.

Antonio da rienda suelta a su imaginación y calma la sed de playmobil en la oficina de su trabajo, donde en una antigua pecera monta dioramas diferentes relacionados con la agricultura, desde la pesca con mosca hasta un tractor con una desbrozadora retirando los restos de poda, pasando por una escena de moto sierras cortando las ramas de los árboles. Une creatividad y playmobil para ocupar su tiempo de ocio, hasta tal punto que ha creado un avatar suyo montando el belén.

Su reto, su sueño, su ilusión sería recuperar el barco que fabricó Playmobil en su infancia y que su hermano y él se encargaron de destruirlo con pelotas de tenis que hacían las veces de cañonazos.

El tercer socio de Aesclick es Julián Gil Tévar, un joven de 32 años encargado del belén de playmobil que cada año se inaugura en las Angustias. A diferencia de sus dos compañeros, él sí que ha mantenido la colección desde que era niño, cuando siempre recibía alguna caja alemana por su cumpleaños o por Reyes. Su primer playmobil fue un indio con un tambor que, desafortunadamente, no conserva. Con sólo seis años, Julián ya montaba un belén con estas figuras en su casa y con la idea de ir añadiéndole cada año nuevas escenas, ha conseguido una buena colección.

Desde 2013, Julián reproduce en la parroquia de las Angustias un belén con 600 muñecos y 700 animales, incluyendo piratas que coloca de espaldas para que no se note su verdadera identidad. Julián ya no juega con ellos y aunque le gustaría, tampoco participa en exposiciones porque no reúnen las condiciones de seguridad adecuadas para evitar robos.

También se ha apuntado a la moda de la customización para crear una pareja de manchegos y la imagen de Santa Teresa.

Nunca se imaginó ni persiguió ser coleccionista de playmobil. Su objetivo solo era jugar y montar el belén. No fue consciente de que lo tenía en las cajas hasta que cumplió los 20 años, «ahí me di cuenta que los playmobil se habían convertido en mi afición», hasta tal punto que hoy en día participa en quedadas de coleccionistas y se interesa por ofertas, intercambios y compras por internet, donde además de figuras exclusivas, también adquieren elementos como sombreros, escudos, pistolas...

Julián se confiesa fans del faraón egipcio, el muñeco que más le gusta, una figura «muy real» a la que le tiene mucho cariño, junto con un policía motorista que conserva desde su infancia.

También tiene pendiente conseguir muchas referencias de los años 80 y recuperar el primitivo barco pirata, al que le faltan varias piezas y otras tiene rotas.

Álvaro, Antonio y Julián forma parte de un grupo de whatsap dedicado a la colección de playmobil, en el que participan alrededor de 25 coleccionistas de Albacete.