Valeriano Belmonte: «Un día llegué a repartir 700 telegramas»

Sánchez Robles
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«Las primeras pesetillas que gané fueron rellenando carnet, fichas y fichejas del DNI, actividad que aprendía de mi padre que era un excelente calígrafo»

Es un apasionado del cine, persona muy querida en Albacete, su amada tierra. Sus retazos de vida crean instantes históricos que ha dejado en tantas y tantas ocasiones plasmados en sus dibujos, su otra pasión, cuyos resultados son muy sobresalientes, únicos, excepcionales, como es la vida y la obra de este telegrafista que trabajó durante cuarenta y seis años repartiendo telegramas desde aquel ‘Albacete siempre’ azoriniano, al que conoce como pocos en sus calles y sus historias, sus vidas y sus gentes.

Es Valeriano Belmonte Martínez (Albacete 15 de diciembre 1942), un hombre con alma de albaceteño, que ejerce gratis et amore como muy pocos. Y se siente feliz, tremendamente feliz al estilo de lo que dijo un día Jean Paul Sartre: «la felicidad  no es sólo hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace».

Divertido en sus anécdotas, pleno de vida y vidas, recuerda a sus padres, Valeriana y Natalio, un policía nacional, al que se consideraba el mejor calígrafo de Albacete por lo que le reclamaban para rellenar los DNI, herencia magnífica que heredó nuestro personaje, lo que le supuso conseguir las primeras pesetas de entonces «al tener que rellenar carnet, ficha y ficheja y con ellas comprar cromos y comic de mi época».

Estudió en tres centros, Santa Quiteria, Graduadas, «cuyo director era Severino Teruel que vivía en Dionisio Guardiola, 55 y como maestro tuve a Manuel Sabater, que llevaba una capa muy encopetada» y también al colegio de Franciscanos con cinco años.

A los catorce años encontró trabajo en Telégrafos, su paraíso terrenal al que se ha dedicado en cuerpo y alma. «Mi padre hizo un favor muy grande a Enrique Turégano, que era jefe de tráfico de Telégrafos, por lo que un día le correspondió ofreciéndole un puesto de trabajo para mí. Me hizo muy feliz comenzar a trabajar el 16 de marzo de 1957 con una primera salida para llevar un telegrama a Milagros Gandía, que estaba  en el estanco del número dos de la llamada anteriormente Plaza de la División Azul. Aquella chica me dio como propina una peseta en papel totalmente nuevo. En algunas épocas del año como Navidad trabajábamos de ocho de la mañana a doce de la noche. Nos regalaban de todo, mantecados sobre todo y las propinas abundaban, hasta el punto de que eran a veces mayores que el sueldo que teníamos. El día de San José de 1958 batí el récord repartiendo 700 telegramas esa jornada». Y lo hacía primero en bicicleta, luego en aquella velosolex, motobic, Vespa gris y luego la amarilla.

De  inmediato recuerda sus primeras vivencias, sus jefes, sus compañeros: José Fernández, Víctor Boned, Rogelio Sol, Enrique Turégano, a conserjes como Miguel Pérez, Asterio Molpereces, Lucas López y repartidores, Asterio y Lucas, Ramón Piñero, José Cuartero, a Manuel Losa, apodado ‘marqués de Forata’ y de forma especial y entrañable a José Sánchez Valdés: «una gran persona, que me enseñó mucho de lo que sabía sobre todo del cine mudo. Me hablaba de la primera versión de Ben-Hur y Greta Garbo, que en actrices ha sido el no va más por su misterio y su grandeza mostrada en tantas películas, una mujer sublime, exquisita». Tiene anécdotas múltiples, retazos de una vida del Albacete de todos los tiempos que en breve aparecerán reflejadas en un libro. Divertimento en estado de gracia. «Fue un día de Jueves Lardero en los años sesenta cuando llevé un telegrama a una señora del Alto de la Villa, a la que apodaban la ‘Moña’, aunque en el telegrama aparecía Mona porque no salía la ñ en el teletipo. Cuando pregunté en voz alta por la Mona, salió una señora enfurecida diciéndome que la mona me la iba a comprar mi abuela al entender que me estaba burlando de ella. Cuando le expliqué lo sucedido lo entendió».

Llegamos al final y a modo de conclusión proclama: «el mejor regalo que he tenido en mi vida ha sido trabajar en Telégrafos, porque me ha servido para conocer a mucha gente, la evolución de Albacete. No he dejado mis dibujos, he realizado muchas exposiciones», nos dice y resumimos su ingente obra en la que destacan series de tebeos, biografías como la del padre Damián, un comic relacionado con la Virgen de Los Llanos,  libro homenaje a Ibáñez y de Manuel Gago, películas. Desde su infancia ha tenido escasa ilusión por los juguetes, lo suyo era y es la papelería, su otra actividad pasional, los dibujos en los que ha sido un extraordinario maestro. Genial Valeriano Belmonte, que pasará a la historia de Albacete, pues como Pío Baroja dijo el recuerdo que deja un libro, una vida es más importante que el libro mismo. Es lo que ocurrirá con este excelente hombre cuya felicidad no sólo ha sido hacer lo que ha querido, sino querer lo que ha hecho. Y todo ello seguro que será trascendente, como Valeriano, gran albacetense.