«El movimiento vecinal debería abanderar la lucha contra los desahucios»

A.M.
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Francisco José Martínez fue el fundador de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Albacete (FAVA)

Algo más de una década estuvo Francisco José Martínez García como rostro visible de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Albacete. En ocasiones como presidente, en otras como vicepresidente. Sonada fue la bronca que protagonizó con el Ayuntamiento y con algunos de sus  propios compañeros por posicionarse a favor de la alternativa Sur que entonces se estaba barajando para el trazado de la Alta Velocidad. Una postura que llegó hasta la cabalgata de la Feria de Albacete en forma de pancarta y que, al final, le llevó a no presentarse a la reelección e, incluso, a no querer saber nada más del movimiento vecinal. Eso sí, Paco Pepe -como le conocen sus amigos y allegados- ha pagado religiosamente su cuota como vecino del barrio del Hospital hasta hace dos años.

¿Cuándo y por qué  se vincula al movimiento vecinal de Albacete?

Las asociaciones de vecinos se crearon a finales de la década de los 60. De hecho, era el único movimiento legal reconocido por la ley de asociacionismo de Franco. Yo llegué en 1985, después de casarme y de tener mi primera casa en alquiler. Me había independizado de mi familia y empezaba a entender que yo formaba parte del barrio. Entonces creamos el Club Juvenil del barrio Hospital. Dos años más tarde me nombraron presidente de la asociación de vecinos y,  a continuación, nos juntamos nueve asociaciones para mover la creación de una federación y al final lo conseguimos.

¿Recuerda el día de la presentación oficial de la FAVA?

Fue en el puente de la Constitución. Era el año 1987 y lo celebramos en el entonces teatro de la calle Mayor, en el edificio de los sindicatos. No fue ningún político. Se habían ido de puente.

¿Qué necesidad hubo de federarse? ¿Por qué no quedarse cada uno en su barrio?

Porque federadas, las asociaciones podían tener más fuerza. Cuando nació la Federación, la democracia ya estaba instaurada en este país, pero el movimiento vecinal tenía que ser muy importante en el desarrollo de las políticas municipales y autonómicas. Nuestro primer objetivo era hacer un reglamento de participación ciudadana. Lo conseguimos, con muchísimo esfuerzo, y fue el primero de España.

¿Cómo fueron los primeros años de esta Federación?

La primera etapa fue muy positiva, pero atravesamos distintas etapas de consolidación. Nosotros no queríamos estar en contra de las instituciones, pero sí ser reivindicativos y críticos. Por eso con todos los alcaldes que pasaron durante nuestro mandato, desde José Jerez hasta Manuel Pérez Castell, tuvimos problemas.

¿Qué papel se supone que tienen que cumplir este tipo de asociaciones ciudadanas compuestas por vecinos?

La década de los 90 fue clave para el movimiento vecinal porque fue muy reivindicativo. Fuimos pioneros en muchas peticiones. Recuerdo que ya exigíamos el salario social que ahora se ha puesto de moda. La FAVA siempre ha estado a la vanguardia en esta ciudad, porque pedía cosas fundamentales, y no solo urbanísticas.

No obstante, se les llegó a acusar de estar manipulados por la izquierda...

Sí, eso fuese cierto, yo no hubiera renunciado a la presidencia de la FAVA. No voy a decir que, en algún momento de su historia, la Federación no haya estado politizada, pero a mí el puesto me costó por la manifestación que convocamos a favor del trazado Sur del AVE. Me retiré en una asamblea muy conflictiva donde vi que las asociaciones de vecinos se estaban convirtiendo en asociaciones culturales, y creo que para aprender a bailar sevillanas ya hay otros recursos. Siempre defenderé que la función del movimiento vecinal es reivindicar y exigir mejor calidad de vida para todos los vecinos, pagar menos impuestos, tener mejores servicios, una ciudad limpia y bien cuidada... En mi época también dijimos «no» a la privatización del abastecimiento de agua... Creo que los primeros que tendrían que salir ahora a la calle a parar los desahucios son los vecinos.

¿Algún enemigo político?

No, enemigo ninguno. Con todos los alcaldes me saludo. Quizá con el que menos me llevo es con Manuel Pérez Castell. Con José Jerez peleamos mucho, porque nos costó mucho trabajo sacar el reglamento de participación ciudadana. Conseguirlo no fue un regalo, sino algo que nos ganamos a pulso. Y con Juan Garrido, personalmente, me llevé bien, pero nos enfrentamos por la privatización del servicio del agua. Por cierto, que sigue privatizado y hemos cambiado varias veces de gobierno. El PSOE se opuso fuertemente a esta privatización y cuando tuvo oportunidad no la revocó.

¿Para qué sirvió el reglamento de participación ciudadana?

Sirvió para poder participar en las políticas municipales, intervenir en los plenos, crear varios consejos municipales con la presencia de muchos colectivos... Quizá ahora se ha quedado desfasado y habría que revisarlo.

Otro trabajo anual que realizaba la FAVA y que siempre despertaba mucho interés eran sus propuestas al presupuesto municipal. ¿Alguna vez las tuvieron en cuenta?

Algunas sí y otras no. Efectivamente, la FAVApresentaba cada año sus propuestas a los presupuestos. Algunas de estas se llevaban a cabo, pero a otras no les hacían ni caso, mayoritariamente porque todo lo que pedíamos costaba dinero. Uno de los logros correspondientes a la FAVA fue la creación de esa cuadrilla rápida que se encargaba de  las obras pequeñas. También estuvimos muchos años pidiéndola hasta que la conseguimos.

¿Hubo preferencias, predilecciones, con algunos barrios en función del partido político que estuviese en el poder?

En mi época había barrios de todas las ideologías. Pero todos juntos luchábamos por mejorar la ciudad, independientemente de ellas. Lo que siempre hemos defendido al unísono es lo público, en eso no ha habido diferencias. No es bueno y no es verdad que se ahorre con la privatización o la externalización de servicios. En mi caso me he enfrentado más a alcaldes de izquierdas que de derechas. Y no creo que se favoreciera a unos barrios en detrimento de otros. Sencillamente se priorizaban las intervenciones en unos y luego se hacían en otros.

¿Le intentaron manipular?

Cierto es que siempre ha habido intento de manipulación por parte de los políticos y cuando más se manifestó fue con el AVE. A principios de los 90 llegamos a estar dos presidentes en la FAVA, porque el político de turno quería llevar el movimiento a su terreno. El que se presentaba a la Alcaldía y tuviera el apoyo vecinal a su favor le daba más valor. Luego, cuando lo conseguían, ya no nos hacían ni caso.

¿Le han hecho daño las subvenciones públicas al movimiento?

Uno de los grandes debates de mi época como presidente fue precisamente el recibir o no subvenciones, para ser más independientes. No obstante, lograr la autofinanciación es muy difícil, para eso el vecino tiene que pagar y el problema es que muchos no pueden y otros no quieren.

También se ha cuestionado durante mucho tiempo su escasa representatividad. No todos los vecinos opinan como la junta directiva de la FAVA.

Esto siempre ha sido la excusa que el político de turno utilizaba según le convenía. Si pensaran eso de todos los colectivos, ninguno debería recibir subvención, ni los partidos políticos, ni los sindicatos, ni siquiera la propia Iglesia. Esto no quita para que yo piense que si no hubiera subvenciones de por medio los colectivos serían más independientes.

Desde su creación hasta hoy, enumere los grandes logros de la Federación de Vecinos.

Además del citado reglamento de participación, creo que uno de los mayores logros de la FAVA es haber conseguido las mejoras urbanísticas que son bastante visibles en los barrios. No hay más que darse un paseo por la ciudad para comprobar que nada tiene que ver con la de 1978. En segundo lugar, hay que tener en cuenta que en 1987 lo único que había eran los dos sindicatos fuertes y los ecologistas. Crear la Federación de Asociaciones de Vecinos supuso generar e impulsar la participación y el sentido ciudadano de las personas. Cuando yo empecé en esto no había centros socioculturales, ahora cada barrio tiene el suyo, aunque no me gustan para lo que han quedado. Ahora está la trabajadora social y se bailan manchegas. A mí me hubiera gustado robarle el nombre a la sede del PSOE, «La Casa del Pueblo», centros donde los vecinos se reúnen a charlas, a debatir, a reivindicar, a luchar por un barrio más justo.

¿Por dónde cree que deben dirigirse ahora los retos de este movimiento vecinal?

Yo creo que el gran objetivo de hoy del movimiento vecinal debe ser, sin duda, los temas sociales. Creo que es el movimiento indicado para abanderar la lucha contra los desahucios y todas las reivindicaciones que tengan que ver con la justicia social, con los vecinos más necesitados, los que se encuentran en paro desde hace mucho tiempo... No digo yo de abandonar por completo que nos pongan un banco o una farola en nuestro barrio o las fiestas populares, pero nunca hay que olvidar que el vecino tiene que cuidar del vecino. Si tengo que ser sincero, he echado mucho de menos al movimiento vecinal en todo lo que está pasando.

¿Tiene alguna vinculación actual con las asociaciones vecinales?

No. Hasta hace dos años he estado pagando mi cuota como socio del barrio del Hospital. Pagaba por pagar, pero no asistía a asambleas ni a nada. Quedé muy cansado. Creo que no fueron justos.

¿Le quedó algo pendiente?

Me hubiera gustado crear las juntas vecinales elegidas por los vecinos, con su reglamento correspondiente y cada una de ellas con un concejal con representación en el Ayuntamiento. Pero esto significaba perder poder y a los políticos eso no les gusta nada.